Sunday, June 17, 2007

Meditación: Les digo que no juren ni por el cielo ni por la tierra

Evangelio:
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 5, 33-37
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Han oído ustedes que se dijo a los antiguos: No jurarás en falso y le cumplirás al Señor lo que le hayas prometido con juramento. Pero yo les digo: No juren de ninguna manera, ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es donde él pone los pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del gran Rey.
Tampoco jures por tu cabeza, porque no puedes hacer blanco o negro uno solo de tus cabellos digan simplemente sí, cuando es sí; y no, cuando es no. Lo que se diga de más, viene del maligno”.

Meditación:
Jesús sigue repasando los preceptos de la Ley de Moisés; ahora es el turno del segundo mandamiento. Los juramentos, entre los israelitas, eran muy frecuentes y por motivos sin importancia. En ellos ponían de testigos al cielo, al Templo, a la creación. Jesús les exhorta a decir sencillamente la verdad.
No es raro oír, para confirmar la autenticidad de lo que se está diciendo, un “¡te juro por Dios!”, y no advertir que, por ligereza, se está incurriendo en algo que sabemos que al Señor, no le gusta. Y, por eso veo que es importante, a la luz del Evangelio, revisar si mis relaciones humanas se rigen por la verdad.
Otra vez, Señor, me remites a mi interior para ver allí, en mi conciencia, si se están colando en mis conversaciones actitudes de hipocresía, o si estoy cayendo en el chisme que frecuentemente falsifica la verdad.

Reflexión apostólica:
Evitemos caer en explicaciones y justificaciones, que a nada llevan, cuando encontremos censura e incomprensión en nuestro trabajo por el Reino de Dios.

Propósito:
Empezar a erradicar los malos entendidos, en mi ambiente familiar.

Meditación: Alégrense conmigo, porque ya encontré la oveja que se me había perdido

Evangelio:
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 15, 3-7
En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos y a los escribas esta parábola: “¿Quién de ustedes, si tiene cien ovejas y se le pierde una, no deja las noventa y nueve en el campo y va en busca de la que se le perdió hasta encontrarla? Y una vez que la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa, reúne a los amigos y vecinos y les dice: ‘Alégrense conmigo, porque ya encontré la oveja que se me había perdido’.
Yo les aseguro que también en el cielo habrá más alegría por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos, que no necesitan arrepentirse”.

Meditación:
¡Dios es un Padre misericordioso! Con qué amor trata a la oveja perdida. Va a buscarla, preocupándose de ella, curándole las heridas que haya podido sufrir en las veredas… Cualquier otro pastor, después de haber encontrado la ovejilla alejada de las otras, la hubiera podido conducir al redil con empujones, con amenazas y hasta con malos tratos, o la hubiera castigado por su extravío, más aún, la hubiera dejado sola en los montes. Pero el Padre de la Misericordia no obra así con nosotros, sus ovejas perdidas; nos toma, nos lleva sobre sus hombros y nos cura.
El Hijo de Dios es ese pastor que no puede abandonarnos a nuestra suerte. Por eso se hace hombre, y ofrece su vida por las ovejas. No nos redime con el castigo, ¡nos redime con su amor, con su paciencia! Su amor es un amor que salva. El amor de Dios es un amor que nos busca. Jesús nos enseña que amar quiere decir estar dispuestos a sufrir.
Conscientes de este gran amor del Corazón de Cristo, podemos depositar toda nuestra confianza en Él. Cada día es una oportunidad para volver a la casa del Padre. Aunque tengamos dificultades para convertirnos a Dios, existe siempre la certeza de Su amor y Su misericordia.
Este pasaje nos muestra también la alegría de Cristo y de nuestro Padre celestial por todo pecador que se arrepiente. Roguemos siempre para que quienes se han apartado de Dios vuelvan al redil del Buen Pastor.

Reflexión apostólica:
Todos necesitamos de la paciencia, del perdón, de la comprensión que vemos en el Buen Pastor. Acerquémonos frecuentemente a Él en oración para imitarle en esas virtudes, tratando a los demás como Él los trata.

Propósito:
Mostrarme paciente, amable con las personas a ejemplo de Cristo.

Meditación: Todo el que se enoje contra su hermano, será llevado ante el tribunal

Evangelio:
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 5, 20-26
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Les aseguro que si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, ciertamente no entrarán ustedes en el Reino de los cielos.
Han oído ustedes que se dijo a los antiguos: No matarás y el que mate será llevado ante el tribunal. Pero yo les digo: Todo el que se enoje con su hermano, será llevado también ante el tribunal; el que insulte a su hermano, será llevado ante el tribunal supremo, y el que lo desprecie, será llevado al fuego del lugar de castigo.

Por lo tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda junto al altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano, y vuelve luego a presentar tu ofrenda.

Arréglate pronto con tu adversario, mientras vas con él por el camino; no sea que te entregue al juez, el juez al policía y te metan a la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.

Meditación:
“Cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar…” Esta frase del evangelio puede evocar en nosotros un momento específico de la celebración eucarística: la presentación de las ofrendas. Este gesto humilde y sencillo tiene un sentido profundo. En el pan y en el vino que llevamos al altar están representadas también nuestras vidas, pues todo es precioso a los ojos de Dios.

Todas nuestras obras, oraciones, la vida conyugal y familiar, el trabajo diario, el descanso… Todo, si se realiza en el Espíritu, incluso las molestias de la vida, si se llevan con paciencia, se convierte en sacrificios espirituales agradables ofrecidos a Dios Padre unidos a la ofrenda del Cuerpo del Señor.

Por último, este pasaje evangélico nos invita igualmente a reflexionar en la caridad para con el prójimo. Recordemos que la Eucaristía es el sacramento de la caridad y quien participa en ella se compromete a vivir ese mismo amor en actitudes y comportamientos de vida.

Reflexión apostólica:
Hemos de profundizar en la convicción de que la auténtica participación en la Eucaristía comporta un ejercicio práctico de la caridad.

Propósito:
Relacionarme con los demás con la misma caridad del Corazón de Cristo, siendo comprensivo, paciente, etc.

Meditación: No he venido a abolir la ley, sino a darle plenitud

Evangelio:
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 5, 17-19
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “No crean que he venido a abolir la ley a los profetas; no he venido a abolirlos, sino a darles plenitud. Yo les aseguro que antes se acabarán el cielo y la tierra, que deje de cumplirse hasta la más pequeña letra o coma de la ley.
Por lo tanto, el que quebrante uno de estos preceptos menores y enseñe eso a los hombres, será el menor en el Reino de los cielos; pero el que los cumpla y los enseñe, será grande en el Reino de los cielos”.

Meditación:
El Evangelio es la Palabra definitiva de Dios. Conocerlo, amarlo y seguirlo, nos hace ir descubriendo la voluntad del Señor, para que el hombre viva realmente su dignidad y la verdad sobre sí mismo. Y todo lo que Jesucristo pone a consideración del hombre, en el Sermón de la Montaña, ha de ser incorporado por cada uno al recto proceso del entendimiento, que lleva a la voluntad a actuar, convencida de que cada propuesta se dirige al bien, tanto personal como de la sociedad.
Así como la Ley Antigua educó y preparó a los israelitas para la venida del Mesías, la Ley de Cristo, nos da la pauta para preparar la segunda venida de Cristo. Hemos de ir preparándola, esforzándonos por seguir las enseñanzas del Señor, vividas en la liberación del pecado e imprimiendo, en todo, el sello del amor de Dios.

Reflexión apostólica:
No endurezcamos nuestro corazón. Vivamos las dificultades que se puedan presentar en el apostolado, sin pretender imponer reglas y comportamientos, sino proponerlas con una actitud de amor a Dios y al prójimo.

Propósito:
Ablandar el corazón, evitando la dureza en mis juicios.

Meditación: Ustedes son la luz del mundo

Evangelio:
Lectura del santo Evangelio según sea Mateo 5, 13-16
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Ustedes son la sal de la tierra. Si la sal se vuelve insípida, ¿con qué se le devolverá el sabor? Ya no sirve para nada y se tira a la calle para que la pise la gente.
Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad construida en lo alto de un monte; y cuando se enciende una vela, no se esconde debajo de una olla, sino que se pone sobre un candelero para que alumbre a todos los de la casa.
Que de igual manera brille la luz de ustedes ante los hombres, para que viendo las buenas obras que ustedes hacen, den gloria a su Padre, que está en los cielos”.

Meditación:
El Señor nos presenta hoy la necesidad de “ser sal”, y lo seremos al introducir en todos los medios y actividades en las que estamos involucrados, el ingrediente de la palabra, del amor y del criterio de Jesucristo. Siendo sal, tenemos todas las posibilidades de “ser” para los demás y de dar el sabor de Dios a la vida del prójimo. Mas esa sal se puede desvirtuar, nos dice el Señor: cuando empezamos a posponer los compromisos de oración, cuando el programa de vida se queda arrumbado en el cajón, o cuando frenamos el esfuerzo de superación humana y espiritual, la sal que somos va perdiendo su fuerza, y se puede caer en la tibieza espiritual o en la mediocridad como personas.
Hay que vivir la función de “sal” en la familia ayudando a que vaya resaltando en cada miembro de ella, lo propio y lo positivo de su ser y armonizar, entre sí, las distintas personalidades y de ese modo presentar al mundo la certeza de que la armonía familiar influye en bien de la sociedad.

Reflexión apostólica:
Podemos, a veces, pensar que el alcance de la luz que se nos entregó, es limitado. Hay que recordar que, con la oración, el rayo de aquélla puede penetrar en los sitios más recónditos y ser apoyo en el caminar de muchas almas, por ejemplo, de aquellas que se encuentran haciendo labores especiales para Dios.

Propósito:
Voy a darle luz a las cualidades de las personas.

Meditación: Dichosos los pobres de espíritu

Evangelio:
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 5, 1-12
En aquel tiempo, cuando Jesús vio a la muchedumbre, subió al monte y se sentó. Entonces se le acercaron sus discípulos. Enseguida comenzó a enseñarles, hablándoles así:
“Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque serán consolados. Dichosos los sufridos, porque heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios. Dichosos loa que trabajan por la paz, porque se les llamará hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos serán ustedes cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía. Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos, puesto que de la misma manera persiguieron a los profetas que vivieron antes que ustedes”.

Meditación:
Leemos hoy, la primera parte o introducción al Sermón de la Montaña, que es el poema de la Bienaventuranzas. La idea central del poema es una sola, y está expresada en la primera Bienaventuranza: La pobreza de espíritu.
“Los pobres de espíritu” son los que luchan y se esfuerzan por vivir, con todas sus consecuencias, la virtud de la humildad y se abren con caridad al prójimo. Cada Bienaventuranza es una propuesta que no se fundamenta en la justicia humana, sino en la paradoja del amor. El Señor nos habla sobre los que sufren y toman postura ante el dolor; menciona a los que, olvidándose de sí mismos, comparten las necesidades de los demás; se refiere a los que luchan por la justicia, es decir, por la defensa del hombre y se pronuncian a favor de la dignidad humana… El que vive las Bienaventuranzas es quien, “en pie de lucha”, se va desprendiendo, real y efectivamente, de todo aquello que le impida amar y confiar plenamente en Dios. Aquí hay una invitación directa, para ti y para mí, a darle el sentido personal y único de Jesucristo a la vida y, de este modo, llenarla de contenido, dando gloria a Dios.

Reflexión apostólica:
Vemos en las Bienaventuranzas la posibilidad de “ser más”. Preguntémonos cómo aplicar cada una en nuestro trayecto de apóstoles de Cristo.

Propósito:
Que mi saludo sea siempre un saludo de paz.

Meditación: Joven, yo te lo mando: levántate

Evangelio:
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 7, 11-17
En aquel tiempo, se dirigía a Jesús a una población llamada Naím, acompañado de sus discípulos y de mucha gente. Al llegar a la entrada de la población, se encontró con que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de una viuda, a la que acompañaba una gran muchedumbre.
Cuando el Señor la vio, se compadeció de ella y le dijo: “No llores”. Acercándose al ataúd, lo tocó y los que lo llevaban se detuvieron. Entonces dijo Jesús: “Joven, yo te lo mando: levántate”. Inmediatamente el que había muerto se levantó y comenzó a hablar. Jesús se lo entregó a su madre.
Al ver esto, todos se llenaron de temor y comenzaron a glorificar a Dios, diciendo: “Un gran profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo”.
La noticia de este hecho se divulgó por toda Judea y por las regiones circunvecinas.

Meditación:
Jesús, en sus encuentros con quienes sufren, sean hombres o mujeres, revela tener un corazón lleno de ternura y compasión. A la viuda de Naím le dice “no llores” y le devuelve a su hijo resucitado.
Jesús conocía el gran dolor de esa mujer, el amor que la condujo al matrimonio, con toda la alegría y esperanza que ello comportaba, sabía cómo la muerte se había llevado de su lado al compañero de su existencia, al que le unían lazos de amor y de fidelidad. Jesús sabía que la viuda encontraba la prolongación de ese amor en su hijo, y ahora lo había perdido, no le quedaba nada en este mundo y se encontraba sola.
Sólo Jesús sabía del drama interior, del dolor, la soledad y el desánimo que vivía aquella mujer y apiadado por ella, le devuelve a su hijo.
Esta actitud de Jesús nos debe impulsar a ser comprensivos con las personas que sufren, a detenernos a pensar más en las necesidades de los otros que en las nuestras. Pensemos en aquellas personas que tienen un dolor moral o físico, aquellas que se encuentran solas, aquellos abuelos olvidados, etcétera.
El amor al prójimo es una tarea para cada cristiano. Todos conocemos a alguien que vive en cierta soledad y a quien podemos ayudar, ¡comencemos hoy por aliviar esos sufrimientos como lo hizo Jesús en su vida!

Reflexión apostólica:
Nunca debemos sentirnos dispensados del ejercicio de la caridad; hay situaciones en las que hace falta la caridad, porque el hombre, tiene y tendrá permanentemente necesidad de amor y capacidad de amar.

Propósito:
Comprometerme de modo permanente en alguna forma de ayuda a los necesitados, brindando ayuda, sea material o espiritual.

Meditación: Esa pobre viuda ha echado en la alcancía más que todos

Evangelio:
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 12, 38-44
En aquel tiempo, enseñaba Jesús a la multitud y le decía: “¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplios ropajes y recibir reverencias en las calles; buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; se echan sobre los bienes de las viudas haciendo ostentación de largos rezos. Estos recibirán un castigo muy riguroso”.
En una ocasión Jesús estaba sentado frente a las alcancías del templo, mirando cómo la gente echaba allí sus monedas. Muchos ricos daban en abundancia. En esto, se acercó una viuda pobre y echó dos moneditas de muy poco valor. Llamando entonces a sus discípulos, Jesús les dijo: “Yo les aseguro que esa pobre viuda ha echado en la alcancía más que todos. Porque los demás han echado de lo que les sobra; pero ésta, en su pobreza ha echado todo lo que tenía para vivir”.

Meditación:
En este Evangelio los escribas son juzgados por Jesús rigurosamente. Asimismo, pone como ejemplo a la viuda que cumple con un acto de religión, generosamente, agradando por ello a Dios. Mientras ella demuestra desprendimiento, los otros dan a Dios de lo que les sobra.
Hoy aprendemos que a los ojos de Jesús, el monto de lo que se ofrece en la limosna no cuenta, sino lo que éste significa en desprendimiento y generosidad. Lo mismo se aplica a todas las acciones que le ofrezcamos a Dios. Puede ésta ser de gran envergadura y ¡qué bueno!, o puede ser una labor pequeña y constante. En cualquiera de los dos casos no nos podemos olvidar que el Señor está presente, y ve en el fondo del corazón de cada persona, como en el de la viuda, la intención y el grado de amor y generosidad que nuestros actos conllevan.

En las matemáticas del Señor no hay lógica humana; ellas se rigen sólo por un común denominador que se llama “amor”.

Reflexión Apostólica:
El apóstol de Cristo ha de vivir en un marco de sencillez, ajeno al deseo de sobresalir y de ser aplaudido. Dirige su mirada a Dios y a Él entrega sus obras. Desprendiéndose de su egoísmo sale, generosamente, al encuentro de las necesidades de su prójimo, movido por el amor y la fe en Jesucristo.

Propósito:
Aceptar a las personas y disculparlas en sus errores.

Meditación: ¿Cómo dicen que el Mesías es hijo de David?

Evangelio:
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 12, 35-37
Un día, mientras enseñaba en el templo, Jesús preguntó: “¿Cómo pueden decir los escribas que el Mesías es hijo de David? El mismo David, inspirado por el Espíritu Santo, ha declarado: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha y yo haré de tus enemigos el estrado donde pongas los pies. Si el mismo David lo llama ‘Señor’, ¿cómo puede ser hijo suyo?
La multitud que lo rodeaba, que era mucha, lo escuchaba con agrado.

Meditación:
El Evangelio de hoy es el testimonio de Jesús sobre su origen y, al referirse al Salmo, deja sentado que David fue inspirado por el Espíritu Santo, y se lo aplica manifestándose como el Mesías.
Jesucristo, como entonces en el Templo, toma la palabra a través del sacerdote que lo predica y lo primero que nos pide es el acto de fe en Él, en el Hijo de Dios. Lo podemos oír, como nos dice el Evangelio hoy, que lo oía la muchedumbre: con mucho agrado, descubriendo a lo largo de la predicación, tanto los señalamientos como los requerimientos, de lo que personalmente nos está diciendo Jesús.
Si hay alguna referencia a textos de la Sagrada Escritura, no dudes en buscarla en tu Biblia y leerla al regresar a tu casa. Date cuenta que Jesús está avalando en este Evangelio, el salmo de David como inspirado por el Espíritu Santo, lo que nos debe llevar a apreciar, en su realidad de “inspirado por Dios”, cada versículo o texto que leamos en la Biblia.

Reflexión Apostólica:
Oír “con agrado” la voz de Dios, entra en el programa de las personas cristianas, pero seguirla con fidelidad y alegría en la familia, es plan de vida para el apóstol de Cristo.

Propósito:
Delicadeza y sencillez en mis relaciones familiares.

Meditación: Comieron todos y se saciaron

Evangelio:
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 9, 11-17
En aquel tiempo, Jesús habló del Reino de Dios a la multitud y curó a los enfermos. Cuando caía la tarde, los doce apóstoles se acercaron a decirle: “Despide a la gente para que vayan a los pueblos y caseríos a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en un lugar solitario”. Él les contestó: “Denles ustedes de comer”. Pero ellos le replicaron: “No tenemos más que cinco panes y dos pescados; a no ser que vayamos nosotros mismos a comprar víveres para toda esta gente”. Eran como cinco mil varones.

Entonces Jesús dijo a sus discípulos: “Hagan que se sienten en grupos como de cincuenta”. Así lo hicieron, y todos se sentaron. Después Jesús tomó en sus manos los cinco panes y los dos pescados, y levantando su mirada al cielo, pronunció sobre ellos una oración de acción de gracias, los partió y los fue dando a los discípulos, para que ellos los distribuyeran entre la gente.
Comieron todos y se saciaron, y de lo que sobró se llenaron doce canastos.

Meditación:
Meditemos hoy en el ejemplo del muchacho que ofreció a Jesús los cinco panes y los dos pescados. A simple vista parecía demasiado poco, ¿qué era eso para tanta gente?

Lo que la razón humana no se atrevía a esperar, con Jesús se hace realidad gracias a la generosidad de alguien que ofreció todo lo que tenía.

Para imitar esta actitud debemos ser concientes de lo que poseemos, de nuestros cinco panes y dos peces, es decir, redescubrir el don de la vida, que tenemos la fe y el amor y tantos otros dones que Dios ha puesto en nuestro corazón, ¡son talentos preciosos que hemos de poner al servicio de los demás! No importa cuánto tengamos, lo importante es ofrecerlo todo al Señor, sin reservarnos nada.
De igual modo, las líneas evangélicas nos invitan a abrirnos a las necesidades de los demás. ¿Cómo vivir con los ojos cerrados y los oídos poco atentos a las grandes necesidades de nuestro país y del mundo? Todos podemos ofrecer los cinco panes y los dos peces que Dios haya depositado en nuestras manos. ¡Todos podemos aportar algo!

Reflexión Apostólica:
La auténtica solidaridad y servicio no se improvisan, debemos salir todos los días al encuentro de las necesidades de los demás con una actitud activa.

Propósito:
Estar atento a las necesidades de los otros y responder con generosidad.

Meditación: Dios no es Dios de muertos, sino de vivos

Evangelio:
Lectura del Santo Evangelio según san Marcos 12, 18-27
En aquel tiempo, fueron a ver a Jesús algunos de los saduceos, los cuales afirman que los muertos no resucitan, y le dijeron: “Maestro, Moisés nos dejó escrito que si un hombre muere dejando a su viuda sin hijos, que la tome por mujer el hermano del que murió para darle descendencia a su hermano. Había una vez siete hermanos, el primero de los cuales se casó y murió sin dejar hijos. El segundo se casó con la viuda y murió también, sin dejar hijos; lo mismo el tercero. Los siete se casaron con ella y ninguno de ellos dejó descendencia. Por último, después de todos, murió también la mujer. El día de la resurrección, cuando resuciten de entre los muertos, ¿de cuál de los siete será mujer? Porque fue mujer de los siete”.

Jesús les contestó: “Están en un error, porque no entienden las Escrituras ni el poder de Dios. Pues cuando resuciten de entre los muertos, ni los hombres tendrán mujer ni las mujeres marido, sino que serán como los ángeles del cielo. Y en cuanto al hecho de que los muertos resucitan, ¿acaso no han leído en el libro de Moisés aquel pasaje de la zarza, en que Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino de vivos. Están, pues, muy equivocados”.

Meditación:
Los saduceos le presentan a Jesús lo que ellos piensan que es un problema acerca de la resurrección de los muertos. Jesús les hace ver su ignorancia sobre la interpretación de las Escrituras y se refiere a ellas recordándoles el episodio de Moisés y la zarza ardiendo.
Las intervenciones que tenemos, por lo menos algunos de nosotros, en conversaciones sociales, referentes a historia, cultura general, y principalmente en materia religiosa, son la mayoría de las veces tan desafortunadas, como la de los saduceos de este Evangelio, a quienes Tú, Señor, ubicas en su ignorancia.

Entiendo, a la luz de este Evangelio que mientras estemos con vida y lúcidos mentalmente, hay que buscar y aprovechar las oportunidades de educarnos, de instruirnos, de formarnos en todos los aspectos. Por otro lado, socialmente el Señor necesita personas que den testimonio de Él, con inteligencia, con conocimiento y con la preparación adecuada… ¡Hay que ser una de ellas!

Reflexión Apostólica:
El Dios de los vivos llegó a mí con el Bautismo, lo que me lleva a pensar que mientras más vitalice mi bautismo, Dios se servirá mejor de mí y lo podré dar a conocer como quien es: Dios de vivos. De este modo, podré ir sembrando la esperanza en el corazón de tantos que, hoy, viven creyendo que Dios es de sufrimiento y de muertos.

Propósito:
Promover en mi familia el interés por la lectura.

Meditación: Den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios

Evangelio:
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 12, 13-17
En aquel tiempo, los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos le enviaron a Jesús unos fariseos y unos partidarios de Herodes, para hacerle una pregunta capciosa. Se acercaron, pues, a él y le dijeron: “Maestro, sabemos que eres sincero y que no te importa lo que diga la gente, porque no tratas de adular a los hombres, sino que enseñas con toda verdad el camino de Dios. ¿Está permitido o no, pagarle el tributo al César? ¿Se lo damos o no se lo damos?”

Jesús, notando su hipocresía, les dijo: “¿Por qué me ponen una trampa? Tráiganme una moneda para que yo la vea”. Se la trajeron y él les preguntó: “¿De quién es la imagen y el nombre que lleva escrito?” Le contestaron: “Del César”. Entonces les respondió Jesús: “Den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”. Y los dejó admirados.

Meditación:
Como en otros pasajes del Evangelio, vemos hoy a Jesús dando una respuesta a algunos judíos que trataban de ponerle a prueba. Jesús es sabio y evita la trampa.

“Dad a Dios lo que es de Dios”. Con esto nos indica que lo que más cuenta en la vida del hombre es el Reino de Dios. Las palabras de Cristo deben iluminan nuestra conducta como cristianos en el mundo. La fe no nos pide que nos aislemos de las realidades temporales; por el contrario, la fe debe estimularnos a comprometernos por transformar el mundo, por hacerlo más justo, más humano, contribuyendo desde donde nos encontremos a la instauración del reino de los cielos.

“Dad al César lo que es del César” significa también respetar las leyes justas y a quienes ejercen la autoridad. En esto los cristianos debemos de dar ejemplo y testimonio de civilidad.

Sin embargo, no estamos obligados a seguir las leyes que contradicen las leyes de Dios. En esto, el cristiano debe ser firme testigo yendo, cuando sea necesario, “contra corriente”. Ir “contra corriente” en un ambiente materialista y consumista, en un mundo de “apariencia”, del “qué dirán”, del placer desordenado, y de indiferencia ante el prójimo. Sólo así seremos cristianos auténticos y daremos a Dios el primer lugar.

Reflexión Apostólica:
Hoy podemos preguntarnos si realmente le damos a Dios todo lo que le corresponde. Si le adoramos, le tomamos en cuenta, le dedicamos el tiempo y el lugar primordial en nuestra vida.

Propósito:
Hoy pondré a Dios en el primer lugar dedicándole el mejor tiempo a la oración, y buscaré agradarle más a Él que a mí mismo.

Meditación: Se apoderaron del hijo, lo mataron y arrojaron su cuerpo fuera de la viña

Evangelio:
Lectura del santo Evaiigelio según san Marcos 12, 1-12
En aquel tiempo, Jesús comenzó a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes, a los escribas y a los ancianos y les dijo: “Un hombre plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó un lagar, construyó una torre para el vigilante, se la alquiló a unos viñadores y se fue de viaje al extranjero.

”A su tiempo, les envió a los viñadores a un criado para recoger su parte del fruto de la viña. Ellos se apoderaron de él, lo golpearon y lo devolvieron sin nada. Les envió otro criado, pero ellos lo descalabraron y lo insultaron. Volvió a enviarles a otro y lo mataron. Les envió otros muchos y los golpearon o los mataron.

”Ya sólo le quedaba por enviar a uno, su hijo querido, y finalmente también se lo envió, pensando: ‘A mi hijo sí lo respetarán’. Pero al verlo llegar, aquellos viñadores se dijeron: ‘Este es el heredero; vamos a matarlo y la herencia será nuestra’. Se apoderaron de él, lo mataron y arrojaron su cuerpo fuera de la viña.

”¿Qué hará entonces el dueño de la viña? Vendrá y acabará con esos viñadores y dará la viña a otros. ¿Acaso no han leído en las Escrituras: La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular. Esto es obra de la mano del Señor, es un milagro patente?”

Entonces los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos, quisieron apoderarse de Jesús, porque se dieron cuenta de que por ellos había dicho aquella parábola, pero le tuvieron miedo a la multitud, dejaron a Jesús y se fueron de ahí.

Meditación:
Existe en el salmista un sentimiento de abandono en Dios, llamándolo, “refugio”. Y un refugio es aquel que nos resguarda de las inclemencias del tiempo o de las acechanzas del enemigo. Y así equipara el amor de Dios en la vida del hombre, en mi propia vida, como aquél que me resguarda y acompaña cuando las circunstancias de la vida son dolorosas. Él me sostiene en esos momentos, y me da la seguridad necesaria para seguir caminando, aunque yo mismo no vea bien el camino. También me defiende y alerta del enemigo. A veces éste lo tenemos dentro de nosotros mismos, manifestado como nuestras pasiones, soberbia, vanidad, sensualidad, etc. Es sólo con Cristo que saldré victorioso de las batallas de mi vida.

Reflexión Apostólica:
La base de cualquier acción cristiana, de cualquier predicación del Evangelio es la propia experiencia del amor de Jesucristo.

Propósito:
Imitaré a María, en ser agradecida con mi esposo y con mis hijos.

Meditación: La Santísima Trinidad

Todo lo que tiene el Padre es mío. – El espíritu recibirá de mí lo que les vaya comunicando a ustedes.

Evangelio:
Lectura del santo evangelio según
san Juan 16, 12-15

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Aún
tengo muchas cosas que decirles, pero todavía no las pueden comprender.
Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él los irá guiando
hasta la verdad plena, porque no hablará por su cuenta, sino que dirá
lo que haya oído y les anunciará las cosas que van a suceder.
El me glorificará, porque primero recibirá de mí lo que
les vaya comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho
que tomará de lo mío y se lo comunicará a ustedes”.

Meditación:
Jesús nos promete la venida del Espíritu Santo, que nos guía
hasta la verdad plena. Con ello quiere indicar que para conocer a Dios, necesitamos
de la iluminación de este Espíritu de amor. Él nos ayuda
a conocer a Jesús y nos indica el camino para llegar a ser cada vez más
semejantes a Él.
Este don divino es, al mismo tiempo, luz y fuerza: luz, para conocer a Dios
y para anunciar el Evangelio; fuerza, pues nos infunde la valentía para
dar testimonio de la fe.
La oración y la Meditación, el silencio
y la escucha de las inspiraciones del Espíritu Santo, nos ayudarán
a madurar en la fe.
Redescubramos que el Espíritu de Dios habita en nosotros como en un templo,
y aprendamos a escuchar la voz del “Paráclito” como lo llama
Jesús, de Aquel que nos enseña y sostiene, defiende y consuela,
la voz del dulce Huésped del alma.
Por último, este pasaje evangélico nos hace profundizar en la
verdad central del cristianismo: la Santísima Trinidad. El Espíritu
Santo es enviado por el Padre y por el Hijo después que el Hijo, realizada
su misión, entró en su gloria.
Así pues, dejémonos guiar por este Espíritu Santo. Él
nos guiará siempre por el "camino" que es Cristo, hacia el
encuentro con el Padre.

Reflexión Apostólica:
El Espíritu Santo habita en los corazones de los fieles por medio de
la caridad. Seamos templos dignos de este Santo Espíritu.

Propósito:
Escuchar la voz del Espíritu Santo en mi conciencia.

Meditación: Santa María Reina de la paz

Se necesita mucha hambre de felicidad auténtica para buscar a Dios y por ello los esforzados llegan plenamente a ser felices.

Evangelio:
Mc 11, 27-33
En aquel tiempo, Jesús y los discípulos volvieron a Jerusalén y, mientras paseaba por el templo, se le acercaron los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos y le preguntaron: -"¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?". Jesús les respondió: -"Os voy a hacer una pregunta y, si me contestáis, os diré con que autoridad hago esto: el bautismo de Juan ¿era cosa de Dios o de los hombres? Contestadme". Se pusieron a deliberar: -"Si decimos que es de Dios, dirá: ´¿Y por qué no le habéis creído? Pero como digamos que es de los hombres...´" (Temían a la gente, porque todo el mundo estaba convencido de que Juan era un profeta). Y respondieron a Jesús: -"No sabemos". Jesús les replicó: -"Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto".

Meditación:
¿Por qué esto? ¿Por qué lo otro? ¿Por qué lo de más allá? A todo le buscamos explicación y nunca terminan nuestras preguntas. Es fácil la aceptación por todos, independientemente de su filosofía, del principio presente en los hombres, de la búsqueda de la verdad . Y creo que teológicamente lo podríamos afirmar sin equivocarnos: los hombres estamos todos abiertos a la Verdad y "nuestro corazón andará inquieto hasta que descanse en Dios", que es la Verdad, y por eso no nos cansamos de preguntar incluso sobre Dios y a Dios mismo. ¡Queremos la Verdad! ¡Necesitamos la Verdad porque queremos ser felices!

Todas esas preguntas no tienen nada de malo si nos llevan a buscar a Dios: ¡todo lo contrario!, aunque muchas veces, podríamos decir con Séneca en su carta a su sobrino Lucilio quien se cuestionaba, como nosotros en algún momento, sobre la existencia de Dios: "Dios está cerca de ti, está contigo; es más, está dentro de ti...".

Pero qué pensar de aquellos que, como los fariseos, no sólo no buscan a Dios sino que ¡se enfrentan a Dios!: "¿con qué autoridad haces esto?". Es decir: "¿quién te crees? ¡Qué fácil es que cuando no entendemos el por qué de algo que nos duele o que no nos gusta, o simplemente que no entendemos... nos enfrentamos a Dios, le pidamos cuentas o simplemente demos media vuelta a la página y queramos olvidarnos de Dios.

Se necesita mucha hambre de felicidad auténtica para buscar a Dios y por ello los esforzados llegan plenamente a ser felices. Si lo buscas, es que ya lo tienes" y "quien a Dios tiene, nada le falta. A Dios hay que buscarlo dentro, como decía Santo Agustín: "Yo te buscaba fuera y tú estabas dentro". ¡Gracias, Señor, por el don de la felicidad que eres Tú mismo!

Propósito:
Todos tenemos hambre de Dios y todos necesitamos de Dios. Por ello, hoy ayudaré a saciar esa hambre de Dios a mi cónyuge y a mis hijos. Ojalá algún día puedan decir: "Daré gracias al que me enseño".

Meditación: Mi casa es casa de oración

El hombre que más ha cambiado la humanidad y ha dejado la mejor herencia es Jesús de Nazareth, verdadero Dios y verdadero hombre.

Evangelio:
Marcos 11, 11-26
Después que la muchedumbre lo hubo aclamado, entró Jesús en Jerusalén, derecho hasta el templo, lo estuvo observando todo y, como era tarde, se marchó a Betania con los Doce. Al día siguiente, cuando salió de Betania, sintió hambre. Vio de lejos una higuera con hojas y se acercó para ver si encontraba algo; al llegar no encontró más que hojas, porque no era tiempo de higos. Entonces le dijo: -"Nunca jamás coma nadie de ti". Los discípulos lo oyeron. Llegaron a Jerusalén, entró en el templo y se puso a echar a los que traficaban allí, volcando las mesas de los cambistas y los puestos de los que vendían palomas. Y no consentía a nadie transportar objetos por el templo. Y los instruía, diciendo: -"¿No, está escrito: ´Mi casa se llamará casa de oración para todos los pueblos´? Vosotros, en cambio, la habéis convertido en cueva de bandidos". Se enteraron los sumos sacerdotes y los escribas y, como le tenían miedo, porque todo el mundo estaba asombrado de su doctrina, buscaban una manera de acabar con él. Cuando atardeció, salieron de la ciudad. A la mañana siguiente, al pasar, vieron la higuera seca de raíz. Pedro cayó en la cuenta y dijo a Jesús: -"Maestro, mira, la higuera que maldijiste se ha secado". Jesús contestó: -"Tened fe en Dios. Os aseguro que si uno dice a este monte: "Quítate de ahí y tírate al mar", no con dudas, sino con fe en que sucederá lo que dice, lo obtendrá. Por eso os digo: Cualquier cosa que pidáis en la oración, creed que os la han concedido, y la obtendréis. Y cuando os pongáis a orar, perdonad lo que tengáis contra otros, para que también vuestro Padre del cielo os perdone vuestras culpas".

Meditación:
La mayoría de los hombres pasan por este mundo sin dejar rastro ni trascendencia. Si analizamos la historia, los que viven para cantar las alabanzas del Señor son los que cambian el mundo y dejan una herencia de la que se benefician los demás. Pensemos en todos los santos. Si queremos trascender, si queremos dejar una herencia, vivamos para Dios y su alabanza como cantamos en el salmo.

El hombre que más ha cambiado la humanidad y ha dejado la mejor herencia es Jesús de Nazareth, verdadero Dios y verdadero hombre. Imitemos y sigamos sus enseñanzas. Principalmente hoy veamos la importancia de la oración, de nuestra oración, la que ahora hacemos. Cristo nos dice que pidamos con fe, seguros de que ya he sido escuchado y se ha hecho como he pedido porque Dios lo puede todo y Dios busca mi bien. Se ha hecho lo mejor para mí en esos momentos.

Propósito:
Hacer un acto de fe en cada una de mis peticiones y confiar en que obtendré eso que he pedido. Perdonar a todos y siempre. Nunca guardar rencor.

Friday, June 01, 2007

Meditación: ¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a verme?

Evangelio:
Lc 1, 39-56
En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea, y entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de María, la creatura saltó en su seno.

Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y levantando la voz, exclamó: “Tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor”.

Entonces dijo María: “Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador, porque puso sus ojos en la humildad de su esclava.

Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede. Santo es su nombre y su misericordia llega de generación en generación a los que lo temen.

Ha hecho sentir el poder de su brazo: dispersó a los de corazón altanero,
destronó a los potentados y exaltó a los humildes. A los hambrientos los colmó de bienes y a los ricos los despidió sin nada.
Acordándose de su misericordia, vino en ayuda de Israel, su siervo, como lo había prometido a nuestros padres, a Abraham y a su descendencia, para siempre”. María permaneció con Isabel unos tres meses, y se volvió a su casa

Meditación:
En cuanto oyó Isabel el saludo de María, quedó llena del Espíritu Santo. La Virgen santísima, lleva en su seno al Hijo concebido por obra del Espíritu Santo, y transmite en torno a sí gracia y gozo espiritual. Algo parecido debería suceder con nosotros cada vez que comulgamos. Cuando recibimos a Jesús nos llevamos a Cristo con nosotros en nuestro corazón y así como María debemos irradiar a Cristo.

Pidámosle a María que nos enseñe lo que significa entrar en comunión con Cristo. Ella le dio su carne, su sangre, se dejó penetrar en el cuerpo y en el espíritu por Cristo. Si se lo pedimos con fe, ella nos ayudará a abrir cada vez más todo nuestro ser a la presencia de Cristo.

El evangelio de san Lucas nos presenta además el canto del Magníficat. Esta oración que brotó del corazón de María es un canto que refleja su alma. Nos hace ver que María es una mujer que se alegra por la elección de Dios, es una mujer que es feliz cumpliendo la voluntad del Señor, es una mujer abierta, que comunica las maravillas que Dios ha hecho con ella. Detrás de todo esto se encuentra un profundo sentimiento de alabanza a Dios por parte de María, una actitud decidida a darle a Dios el primer lugar en su vida.

Reflexión apostólica:
Toda la hondura interior de María nace de un cultivo de la vida de oración y del silencio. Pongamos en práctica también el silencio que nos lleve a hablar más con Dios y a ver a Dios en todo, como María.

Propósito:
Rezar un misterio del Rosario pidiéndole a María que nos conceda un amor a su Hijo semejante al que Ella le

Meditación: Ya ven que nos estamos dirigiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado

Evangelio:
Mc 10, 32-45
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos iban camino de Jerusalén y Jesús se les iba adelantando. Los discípulos estaban sorprendidos y la gente que lo seguía tenía miedo. El se llevó aparte otra vez a los Doce y se puso a decirles lo que le iba a suceder: “Ya ven que nos estamos dirigiendo a Jerusalén y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas; van a condenarlo a muerte y a entregarlo a los paganos; se van a burlar de él, van a escupirlo, a azotarlo y a matarlo; pero al tercer día resucitará”.

Entonces se acercaron a Jesús Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, y le dijeron: “Maestro, queremos que nos concedas lo que vamos a pedirte”. El les dijo: “¿qué es lo que desean?” Le respondieron: ‘Concede que nos sentemos uno a tu derecha y otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria”. Jesús les replicó: “No saben lo que piden. ¿Podrán pasar la prueba que yo voy a pasar y recibir el bautismo con que seré bautizado?” Le respondieron: “Sí podemos”. Y Jesús les dijo: “Ciertamente pasarán la prueba que yo voy a pasar y recibirán el bautismo con que yo seré bautizado; pero eso de sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; eso es para quienes está reservado”.

Cuando los otros diez apóstoles oyeron esto, se indignaron contra Santiago y Juan. Jesús reunió entonces a los Doce y les dijo: “Ya saben que los jefes de las naciones las gobiernan como si fueran sus dueños y los poderosos las oprimen. Pero no debe ser así entre ustedes. Al contrario: el que quiera ser grande entre ustedes que sea su servidor, y el que quiera ser el primero, que sea el esclavo de todos, así como el Hijo del hombre, que no ha venido a que lo sirvan, sino a servir y a dar su vida por la redención de todos”

Meditación:
En muchas ocasiones Jesús instruye y forma a los Doce llamándolos aparte. Los hijos del Zebedeo hacen una petición especial al Señor, y a su ambición, Él contesta que habrán de identificarse con sus sufrimientos y que no está en Él concederles su deseo.

Me dice hoy el Evangelio que el Señor “toma a los Doce” haciéndoles el tercer anuncio de la Pasión, y esto me lleva a pensar en mi “familia”. Frecuentemente nos tomas Jesucristo para tener un “encuentro” contigo. En ese rato que pasamos en tu compañía, tu Palabra nos llega clara, precisa, y a cada uno le dices algo importante para que la exprese y la viva.

A tus apóstoles les adelantabas lo que te acontecería; a nosotros, nos pides recordarlo con amor, y con alegría. Así, cada ocho días nos instruyes y nos iluminas, pudiendo salir del Centro que nos acoge, comprometidos a darte a conocer, llevando a los demás tu Reino, Jesucristo.

Reflexión Apostólica:
Recordemos que los apóstoles del Reino hemos de ser jefes de almas, sirviendo a los hombres en y desde la Iglesia de Jesucristo.

Propósito:
Servir con sencillez a mi prójimo

Meditación: Recibirán cien veces más en esta vida, junto con persecuciones; y en el otro mundo, la vida eterna

Evangelio:
Mc 10, 28-31
En aquel tiempo, Pedro le dijo a Jesús: “Señor, ya ves que nosotros lo hemos dejado todo para seguirte”.

Jesús le respondió: “Yo les aseguro: Nadie que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o padre o madre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, dejará de recibir, en esta vida, el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres e hijos y tierras, junto con persecuciones, y en el otro mundo, la vida eterna. Y muchos que ahora son los primeros serán los últimos, y muchos que ahora son los últimos, serán los primeros”

Meditación:
Los que por amor a Cristo dejan la propia familia, entran plenamente a formar parte de la familia espiritual de Cristo. No les faltarán persecución y ataques pero encuentran siempre el premio que el Señor da a su desprendimiento.
Pedro sabía que había dejado todo por seguirte, y yo sé, Señor, que de muy poco me he desprendido por Ti. Pienso en todos aquellos que por vocación al sacerdocio, o a la vida religiosa, dejan atrás sus amores humanos, las personas queridas, las más allegadas, y, por amor a Ti y al Evangelio, se suben a tu barca con la decisión y la confianza de “remar mar adentro” contigo.

¿A qué me estás pidiendo renunciar, por amor a Ti, Jesucristo? Hoy me lleva tu Evangelio a contemplar seriamente cuál es la medida de mi egoísmo y a encontrar todos esos apegos que son un lastre que me impide caminar hacia la vida eterna, hacia tu recompensa.

Reflexión Apostólica:
Poner en primer lugar el amor a Cristo y a su Evangelio, propicia la apertura a la generosidad y al desprendimiento.

Propósito:
Por amor a Dios “desprenderme” de mi rutina y visitar a un enfermo.

Meditación: Ve y vende lo que tienes y sígueme

Evangelio:
Mc 10, 17-27
En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó corriendo un hombre, se arrodilló ante él y le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?” Jesús le contestó: “¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. Ya sabes los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, no cometerás fraudes, honrarás a tu padre y a tu madre”.

Entonces él le contestó: “Maestro, todo eso lo he cumplido desde muy joven”. Jesús lo miró con amor y le dijo: “Sólo una cosa te falta: Ve y vende lo que tienes, da el dinero a los pobres y así tendrás un tesoro en los cielos. Después, ven y sígueme”. Pero al oír estas palabras, el hombre se entristeció y se fue apesadumbrado, porque tenía muchos bienes.
Jesús, mirando a su alrededor, dijo entonces a sus discípulos: “¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios!” Los discípulos quedaron sorprendidos ante estas palabras; pero Jesús insistió: “Hijitos, ¡qué difícil es para los que confían en las riquezas, entrar en el Reino de Dios! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de Dios”.

Ellos se asombraron todavía más y comentaban entre sí: “Entonces, ¿quién puede salvarse?” Jesús, mirándolos fijamente, les dijo: “Es imposible para los hombres, mas no para Dios. Para Dios todo es posible”

Meditación:
En el Antiguo Testamento la justicia era premiada con riquezas. El joven rico, que era bueno por guardar los mandamientos, no entiende el nuevo programa que Jesús le propone. Ante el incidente, el Señor habla del peligro de las riquezas.

Afirmo que te quiero, Señor, y que mi vida ha transcurrido dentro de tus mandamientos. Sin embargo, cuando me pides “algo más” mi primer impulso es evadirme, alejarme de Ti y seguir mi “buen camino”. Se me olvida, prefiero no acordarme, quiero ignorar que la llamada que nos hiciste, una vez rescatados por Ti del pecado, es una llamada a la santidad.

Como el joven rico te he de preguntar: “¿qué más puedo hacer para merecer la vida eterna?” Hoy descubro, a la luz del Evangelio, que tu respuesta será: haz lo que, en tu conciencia, sabes que es lo pertinente en tu camino a la santidad; opta y sígueme.

Reflexión Apostólica:
La generosidad con una clara y comprometida conciencia social ha de distinguir al apóstol de Jesucristo.

Propósito:
Vivir mi compromiso con Cristo.

Meditación: Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo: Reciban el Espíritu Santo

Evangelio:
Jn 20, 19-23
Al anochecer del día de la resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”. Dicho esto, les mostró las manos y el costado.

Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría. De nuevo les dijo Jesús: “La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo”. Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdona dos; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar”

Meditación:
Si contemplamos la escena nos damos cuenta de que el Espíritu Santo descendió sobre los apóstoles que estaban reunidos en oración. Jesús, les había mandado que permanecieran juntos, y así lo hicieron. Esto nos da una magnífica lección acerca de cómo los cristianos debemos guardar la unidad. A veces se piensa que sólo seremos auténticos misioneros si llevamos a cabo grandes obras, o que la eficacia depende sólo de una esmerada programación de actividades a favor de la Iglesia. Todo eso puede ayudar, pero la condición primera que nos pone el Señor para trabajar por Él, es guardar la unidad.

Por otro lado, Jesús nos trae este gran don que tanto anhelamos: la paz. Pero la paz no es sólo un deseo de nuestro corazón, es también un mandato de Cristo. Su mandamiento del amor implica comprometernos en la construcción de la paz. En nuestras familias, con nuestros vecinos, en los lugares de trabajo. Allí donde hay un cristiano debe haber una semilla de unidad y de paz.

Reflexión apostólica:
Los sacerdotes son instrumentos de Dios, por medio de ellos Dios nos dispensa su gracia. Agradezcamos siempre a Dios su sabiduría y que haya querido esta instrumentalidad de la Iglesia.

Propósito:
Acercarme al sacramento de la penitencia con frecuencia, examinando mi conciencia especialmente acerca de las faltas cometidas en contra de la unidad y de la paz.

Meditación: Este es el discípulo que ha escrito estas cosas, y su testimonio es verdadero

Evangelio:
Jn 21, 20-25
En aquel tiempo, Jesús dijo a Pedro: “Sígueme”. Pedro, volviendo la cara, vio que iba detrás de ellos el discípulo a quien Jesús amaba, el mismo que en la cena se había reclinado sobre su pecho y le había preguntado: ‘Señor, ¿quién es el que te va a traicionar?’ Al verlo, Pedro le dijo a Jesús: “Señor, ¿qué va a pasar con éste?” Jesús le respondió: “Si yo quiero que éste permanezca vivo hasta que yo vuelva, ¿a ti qué? Tú, sígueme”.

Por eso comenzó a correr entre los hermanos el rumor de que ese discípulo no habría de morir. Pero Jesús no dijo que no moriría, sino: ‘Si yo quiero que permanezca vivo hasta que yo vuelva, ¿a ti qué?’

Ese es el discípulo que atestigua estas cosas y las ha puesto por escrito, y estamos ciertos de que su testimonio es verdadero. Muchas otras cosas hizo Jesús y creo que, si se relataran una por una, no cabrían en todo el mundo los libros que se escribieran.

Meditación:
El Señor desea que cada uno de nosotros sea también como Juan, un discípulo suyo, que viva en amistad personal con Él. Para lograr esto, no basta con asistir alguna vez a Misa o decir que somos cristianos, es necesario esforzarnos por vivir como Jesús. Esto sólo es posible si tenemos una amistad personal con Cristo, si le tratamos con familiaridad.

Esta debe ser la meta del cristiano, tener a Cristo como el mejor amigo. Y ya sabemos cómo se trata a los amigos: se les abre el corazón, se busca hacer algo por ellos, se pasa tiempo con ellos. Tenemos también el ejemplo de Cristo, Él es compañero, Él nos acompaña, nos protege, ayuda, anima, espera, comprende, perdona… ¿Por qué no decidirnos a confiar y creer en Él totalmente?

La amistad de Cristo requiere esfuerzo. En concreto, exige de nosotros ser más “silenciosos”, es decir, escuchar a Cristo en la oración, pues sólo en el silencio se puede escuchar al Amigo del alma.

Reflexión apostólica:
La oración es un don de la gracia, pero presupone siempre una respuesta decidida y una lucha constante por nuestra parte. No debemos olvidar cuán necesaria es la oración en nuestra vida.

Propósito:
Dedicar más tiempo a la oración, consciente de que se ora como se vive, y se vive como se ora.

Meditación: Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas

Evangelio:
Jn 21, 15-19
En aquel tiempo, le preguntó Jesús a Simón Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?” El le contestó: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis corderos”.

Por segunda vez le preguntó: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?” El le respondió: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Pastorea mis ovejas”.

Por tercera vez le preguntó: “Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?” Pedro se entristeció de que Jesús le hubiera preguntado por tercera vez si lo quería, y le contestó: “Señor, tú lo sabes todo; tú bien sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejas.

”Yo te aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías la ropa e ibas a donde querías; pero cuando seas viejo, extenderás los brazos y otro te ceñirá y te llevará a donde no quieras”. Esto se lo dijo para indicarle con qué género de muerte habría de glorificar a Dios. Después le dijo: “Sígueme”.

Meditación:
En este pasaje evangélico descubrimos cómo Jesús se dirige a Pedro con un tono familiar y de amistad. Le plantea una pregunta sencilla, profunda. Le cuestiona sobre la medida de su amor: “¿Me amas más que éstos?” Esta misma pregunta nos la hace el Señor a nosotros: “¿Me amas más que... a tus comodidades, más que a tus posesiones, más que a tus proyectos, más que a ti mismo?”
Esta pregunta expresa un interés personal. Muchas veces los enamorados saben cuánto son amados, pero quieren escuchar la respuesta de labios de su pareja, del mismo modo, Jesús, aunque nos conoce muy bien, nos pide una declaración de amor, no con los labios, sino con la vida.

El evangelio de San Juan también nos da pie para reflexionar en la misión de Pedro. Jesús le da un mandato: “Apacienta mis ovejas”. Esta es la labor del Papa. Él ha recibido una misión y una autoridad singular, la de guiar a la Iglesia. El Papa ha recibido de Cristo la misión de enseñar. Esta potestad asusta a algunos hombres, lo ven como una amenaza a su libertad, pero no es así, el Papa es un instrumento que nos transmite la Palabra de Dios.

Reflexión apostólica:
¿Queremos saber si nuestro amor a Cristo es auténtico? Veamos cómo va nuestra fidelidad y obediencia a las enseñanzas del Papa y de la Iglesia.

Propósito:
Estaré atento a las enseñanzas del Papa, buscaré leer alguno de sus últimos mensajes y rezaré por Él.

Meditación: Que su unidad sea perfecta

Evangelio:
Jn 17, 20-26
En aquel tiempo, Jesús levantó los ojos al cielo y dijo: “Padre, no sólo te pido por mis discípulos, sino también por los que van a creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti somos uno, a fin de que sean uno en nosotros y el mundo crea que tú me has enviado.

Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno. Yo en ellos y tú en mí, para que su unidad sea perfecta y así el mundo conozca que tú también me has enviado y que los amas, como me amas a mí.

Padre, quiero que donde yo esté, estén también conmigo los que me has dado, para que contemplen mi gloria, la que me diste, porque me has amado desde antes de la creación del mundo.

Padre justo, el mundo no te ha conocido; pero yo sí te conozco y éstos han conocido que tú me enviaste. Yo les he dado a conocer tu nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que me amas esté en ellos y yo también en ellos”.

Meditación:
Todos los creyentes, tú y yo entre ellos, estamos incluidos en la oración de Jesús.

Al leer hoy el texto de tu Evangelio Señor, tu súplica conmueve y sacude el alma: “¡Que todos sean uno!” Me recuerdas que con mis hermanos bautizados formo un solo cuerpo del que Tú eres cabeza Jesucristo, y me preguntas si vivo consciente de esto.

Es hora de reflexionar sobre mi vida de creyente que pertenece, Señor, a tu Iglesia, y cuestionarme si estoy ligado a ella o estoy en el mundo aislado, ajeno a la comunidad eclesial, cumpliendo sólo con obligaciones estrictas… Me llamas hoy a revisar si me adhiero a Ti, Jesucristo, en el amor a tu Iglesia, si vivo como fiel hijo de ella y si la relación con mis hermanos corresponde a ese anhelo de unidad que pides para sus miembros.

Reflexión apostólica:
En Jesucristo todo el que hace apostolado manifiesta el amor del Padre y la presencia del Espíritu Santo, uniéndose afectiva y efectivamente a la misión de la Iglesia.

Propósito:
Pedir hoy a Jesús Eucaristía por la unidad de los cristianos.

Meditación: Padre, que ellos sean uno, como nosotros

Evangelio:
Jn 17, 11-19
En aquel tiempo, Jesús levantó los ojos al cielo y dijo: “Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me diste; yo velaba por ellos y ninguno de ellos se perdió, excepto el que tenía que perderse, para que se cumpliera la Escritura.

Pero ahora voy a ti, y mientras estoy aún en el mundo, digo estas cosas para que mi gozo llegue a su plenitud en ellos. Yo les he entregado tu palabra y el mundo los odia, porque no son del mundo, como yo tampoco soy del mundo. No te pido que los saques del mundo, sino que los libres del mal. Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.

Santifícalos en la verdad. Tu palabra es la verdad. Así como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo. Yo me santifico a mí mismo por ellos, para que también ellos sean santificados en la verdad”.

Meditación:
El mundo creado por Dios es el lugar en donde transcurre la vida del hombre y en el que nos hemos de santificar. Es en ese mundo que Jesús pide al Padre nos cuide del mal, de ese mal que, personificado en el enemigo del Señor, está siempre intentando echar a perder todo lo bueno que ha salido de las manos de Dios. En ese mundo Jesús vivió y superó las tentaciones del Maligno y, me parece que, sabiendo que las hemos de experimentar, pide para nosotros esa ayuda y esa fortaleza que necesitamos en la lucha contra el mal.

Diariamente en el Padre Nuestro unámonos a Jesús en su oración, haciendo esa misma petición que Él nos enseñó: “¡Líbranos del mal!” Y así con la libertad de hijos de Dios en Jesucristo, nos moveremos por nuestro mundo conscientes de tener una misión: en nuestro estado y condición de vida somos enviados del Señor a evangelizar con el testimonio de la palabra, del ejemplo sencillo y veraz, y de una esperanza que propone la alegría cristiana en donde hayamos de estar.

Reflexión apostólica:
El apóstol de Jesucristo, apoyado en el Espíritu Santo y para gloria del Padre, trabaja en el mundo por unir en el amor del Señor a sus semejantes.

Propósito:
Ser agente de unidad en las relaciones familiares.

Meditación: Padre, glorifica a tu Hijo

Evangelio:
Jn 17, 1-11
En aquel tiempo, Jesús levantó los ojos al cielo y dijo: “Padre, ha llegado la hora. Glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo también te glorifique, y por el poder que le diste sobre toda la humildad, dé la vida eterna a cuantos le has confiado. La vida eterna consiste en que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quine tú has enviado.

Yo te he glorificado sobre la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste. Ahora, Padre, glorifícame en ti con la gloria que tenía, antes de que el mundo existiera.

He manifestado tu nombre a los hombres que tú tomaste del mundo y me diste. Eran tuyos y tú me los diste. Ellos han cumplido tu palabra y ahora conocen que todo lo que me has dado viene de ti, porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste; ellos las han recibido y ahora reconocen que yo salí de ti y creen que tú me has enviado.

Te pido por ellos; no te pido por el mundo, sino por éstos, que tú me diste, porque son tuyos. Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío. Yo he sido glorificado en ellos. Ya no estaré más en el mundo, pues voy a ti; pero ellos se quedan en el mundo”.

Meditación:
Jesús nos revela al Padre. Todo en Jesús: su enseñanza, su mismo estilo de vida, nos lleva al Padre. A través de las páginas del Evangelio descubrimos cómo el centro de la vida de Jesús es su Padre. Jesús nos revela que la vida eterna consiste en conocer y amar a su Padre.

El cristiano también vive de esta convicción: Dios es nuestro Padre, y como tal, nos conoce y nos ama; nos podemos fiar de Él con la seguridad de un niño que en su padre ve resuelta toda su vida.

Desde esta perspectiva del amor las relaciones con Dios adquieren toda la carga existencial propia de un encuentro interpersonal. Cuando tratamos con Dios, no es una relación lejana, artificial, fría, sino que es un entrar en contacto con Aquel que nos conoce tal como somos y que nos ama. Sólo un encuentro así vivifica, transforma y compromete todo nuestro ser.

Ahora bien, el camino para llegar al Padre es Jesús. Con el corazón colmado de amor, hagámosle esta petición: “Jesús muéstranos a tu Padre”.

Reflexión apostólica:
Dios nos cuida, alimenta, protege y educa como un padre y nos ama a cada uno de nosotros, más que la mejor de las madres.

Propósito:
Comportarme hoy como hijo de Dios.

Meditación: Si el grano de trigo muere, producirá mucho fruto

Evangelio:
Jn 12, 24-26
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Yo les aseguro que si el grano de trigo sembrado en la tierra, no muere, queda infecundo; pero si muere, producirá mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde; el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se asegura para la vida eterna.

El que quiera servirme, que me siga, para que donde yo esté, también esté mi servidor. El que me sirve será honrado por mi Padre”.

Meditación:
Jesús nos habla del grano de trigo que es sembrado en la tierra y muriendo produce mucho fruto. Con estas palabras Jesús señala su propio itinerario, no hace más que describirse a sí mismo. Él es esa semilla, humilde, sencilla, aparentemente pobre pero que da fruto abundante muriendo en la cruz.

Esta parábola del grano de trigo nos enseña que Dios está cerca del dolor, pues Jesucristo se quiso identificar con el sufrimiento humano, escogiendo la cruz para salvarnos. El sufrimiento vivido con Cristo y a ejemplo de Él nos purifica, nos hace más agradables a Dios, nos educa en la recta apreciación de la vida.

No podemos imaginar una vida cristiana sin cruz, alejada del sufrimiento, más bien hemos de agradecer y aceptar las cruces que Dios permita en nuestra vida, y buscar el sacrificio personal, pues sólo así, nuestra vida cristiana llegará a su plenitud.

Nuestra fe como relación de amor con Cristo significará estar dispuestos a renunciar a todo lo que sea necesario para salvar el alma, sabiendo que ¡quien tiene a Cristo, lo tiene todo, y quien pierde a Cristo, lo pierde todo!

Reflexión apostólica:
¿Cuáles son las pequeñas cruces que hay en mi vida? Hablar con Cristo de corazón a corazón para ver si vivo mi pequeña cruz unido a Él y la ofrezco al Padre con el mismo amor que Jesús.

Propósito:
Vivir con espíritu de sacrificio el día doy, buscando ofrecer al Señor pequeñas renuncias por amor a Él.

Meditación: Mientras los bendecía, iba subiendo al cielo

Evangelio:
Lc 24, 46-53
En aquel tiempo, Jesús se apareció a sus discípulos y les dijo: “Está escrito que el Mesías tenía que padecer y había de resucitar de entre los muertos al tercer día, y que en su nombre se había de predicar a todas las naciones, comenzando por Jerusalén, la necesidad de volverse a Dios para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de esto. ahora yo les voy a enviar al que mi Padre les prometió. Permanezcan, pues, en la ciudad, hasta que reciban la fuerza de lo alto”.

Después salió con ellos fuera de la ciudad, hacia un lugar cercano a Betania; levantando las manos, los bendijo, y mientras los bendecía, se fue apartando de ellos y elevándose al cielo. Ellos, después de adorarlo, regresaron a Jerusalén, llenos de gozo, y permanecían constantemente en el templo, alabando a Dios.

Meditación:
Nuestro Señor, después de haber cumplido su misión en la tierra, vuelve al lugar de donde había venido, a Dios Padre.

El hecho de que Jesús sube al Padre es un signo que revela su divinidad. Jesús es verdadero Dios y verdadero hombre. Pero la ascensión revela también la grandeza de la vocación de toda persona humana. Pues con su muerte y resurrección el Señor nos ha abierto las puertas del cielo y nos llama a todos a la vida eterna.

¡Con qué facilidad nos entretenemos en el mundo y olvidamos la realidad del cielo que nos espera! Cristo nos da la esperanza de llegar un día junto a Él, al lugar que nos tiene preparado.

El cielo es nuestro fin último, es la realización de las aspiraciones más profundas del hombre, el estado supremo y definitivo de dicha. Todo lo que hagamos en nuestra vida terrena debe acercarnos cada vez más a la meta de llegar un día a él. Ahora bien, el cielo no es una abstracción, ni un lugar físico arriba entre las nubes. El cielo es una relación viva y personal con la Santísima Trinidad. Preparemos cada día ese momento dichoso en el que podamos encontrarnos para siempre con el Padre, con el Hijo y con el Espíritu Santo.

Reflexión apostólica:
Aunque Cristo subió a los cielos, sigue estando presente entre nosotros por medio de su Iglesia. Jesús viene a nuestro encuentro mediante su Palabra, en los Sacramentos, y en la liturgia de la Iglesia.

Propósito:
Viviré hoy luchando por ganarme el cielo.