Friday, June 01, 2007

Meditación: Mientras los bendecía, iba subiendo al cielo

Evangelio:
Lc 24, 46-53
En aquel tiempo, Jesús se apareció a sus discípulos y les dijo: “Está escrito que el Mesías tenía que padecer y había de resucitar de entre los muertos al tercer día, y que en su nombre se había de predicar a todas las naciones, comenzando por Jerusalén, la necesidad de volverse a Dios para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de esto. ahora yo les voy a enviar al que mi Padre les prometió. Permanezcan, pues, en la ciudad, hasta que reciban la fuerza de lo alto”.

Después salió con ellos fuera de la ciudad, hacia un lugar cercano a Betania; levantando las manos, los bendijo, y mientras los bendecía, se fue apartando de ellos y elevándose al cielo. Ellos, después de adorarlo, regresaron a Jerusalén, llenos de gozo, y permanecían constantemente en el templo, alabando a Dios.

Meditación:
Nuestro Señor, después de haber cumplido su misión en la tierra, vuelve al lugar de donde había venido, a Dios Padre.

El hecho de que Jesús sube al Padre es un signo que revela su divinidad. Jesús es verdadero Dios y verdadero hombre. Pero la ascensión revela también la grandeza de la vocación de toda persona humana. Pues con su muerte y resurrección el Señor nos ha abierto las puertas del cielo y nos llama a todos a la vida eterna.

¡Con qué facilidad nos entretenemos en el mundo y olvidamos la realidad del cielo que nos espera! Cristo nos da la esperanza de llegar un día junto a Él, al lugar que nos tiene preparado.

El cielo es nuestro fin último, es la realización de las aspiraciones más profundas del hombre, el estado supremo y definitivo de dicha. Todo lo que hagamos en nuestra vida terrena debe acercarnos cada vez más a la meta de llegar un día a él. Ahora bien, el cielo no es una abstracción, ni un lugar físico arriba entre las nubes. El cielo es una relación viva y personal con la Santísima Trinidad. Preparemos cada día ese momento dichoso en el que podamos encontrarnos para siempre con el Padre, con el Hijo y con el Espíritu Santo.

Reflexión apostólica:
Aunque Cristo subió a los cielos, sigue estando presente entre nosotros por medio de su Iglesia. Jesús viene a nuestro encuentro mediante su Palabra, en los Sacramentos, y en la liturgia de la Iglesia.

Propósito:
Viviré hoy luchando por ganarme el cielo.

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