Saturday, February 24, 2007

Meditación: ¿Por qué esta gente busca una señal?

El suspiro de Cristo

Evangelio:
Marcos 8, 11-13
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los fariseos y se pusieron a discutir con él, y para ponerlo a prueba, le pedían una señal del cielo. Jesús suspiró profundamente y dijo: “¿Por qué esta gente busca una señal? Les aseguro que a esta gente no se le dará ninguna señal”. Entonces los dejó, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla.

Meditación:
Es significativo el suspiro de Cristo ante los fariseos que le pedían una señal milagrosa para ponerlo a prueba. Este “suspiro” parece ser un signo de compasión y, al mismo tiempo, una oración por ellos.

Es probable que el cristiano pida muchas pruebas para creer en Dios, que pida señales como los fariseos para aceptar a Dios, que ponga condiciones a su Palabra o a sus Mandamientos.

Con frecuencia le decimos al Señor: “Si no veo, no creo”. Pero ahora pensemos en la Virgen María que ante el anuncio del Angel no pidió ninguna prueba, sólo preguntó cómo podía cumplir mejor el deseo de Dios.

Es normal que a veces no comprendamos los designios del Señor, y bien podemos decirle: “Señor, no te entiendo, ayúdame a comprender”. Podemos manifestarle nuestra escasa capacidad para entender, pero al mismo tiempo hemos de asumir la actitud de confianza sabiendo que Él puede saciar nuestras más grandes dudas, más allá de toda incertidumbre.

El evangelio nos habla también de que Jesús se fue a la otra orilla. Pasar “a la otra orilla”, significa para nosotros aprender la gran lección que el Señor nos quiere dar, esto es que dejemos nuestro estilo pobre y mediocre de vivir el cristianismo para ir más allá, por el camino de la fe.

Reflexión Apostólica:
Hemos de lanzarnos con confianza en Dios a realizar grandes obras por Él.

Propósito:
Poner en práctica hoy el lema: “Jesucristo, creo en ti; Jesucristo, confío en ti”

Meditación: Dichosos los pobres. - ¡Ay de ustedes los ricos!

Alégrense ese día y salten de gozo, porque su recompensa será grande en el cielo.

Evangelio:
Lucas 6, 17. 20-26
En aquel tiempo, Jesús descendió del monte con sus discípulos y sus apóstoles y se detuvo en un llano. Allí se encontraba mucha gente, que había venido tanto de Judea y de Jerusalén, como de la costa de Tiro y de Sidón.

Mirando entonces a sus discípulos, Jesús les dijo: “Dichosos ustedes los pobres, porque de ustedes es el Reino de Dios. Dichosos ustedes los que ahora tienen hambre, porque serán saciados. Dichosos ustedes los que lloran ahora, porque al fin reirán.

Dichosos serán ustedes cuando los hombres los aborrezcan y los expulsen de entre ellos, y cuando los insulten y maldigan por causa del Hijo del hombre. Alégrense ese día y salten de gozo, porque su recompensa será grande en el cielo. Pues así trataron sus padres a los profetas.

Pero, ¡ay de ustedes, los ricos, porque ya tienen ahora su consuelo! ¡Ay de ustedes, los que se hartan ahora, porque después tendrán hambre! ¡Ay de ustedes, los que ríen ahora, porque llorarán de pena! ¡Ay de ustedes, cuando todo el mundo los alabe, porque de ese modo trataron sus padres a los falsos profetas!”

Meditación:
Dice el Evangelio que al decir las Bienaventuranzas, Jesús alzó los ojos hacia sus discípulos y, al estarlas leyendo hoy, yo también siento tu mirada que busca en mí la correspondencia a tus propuestas. Lo primero que me llevas, Señor, a decir es: ¡tengo que conocerme! He de ver en mi interior si he estado acogiendo y realizando en mi vida este pensamiento tuyo que, a mi entender, propone un modo sobrenatural de ser y que trasciende toda lógica humana. Confrontas, Jesús, mi religiosidad con tus requerimientos y esto puede ser el “parte aguas” que estoy necesitando para retomar, con decisión y entusiasmo el camino que con tanta precisión Tú me marcas y que, aunque difícil, es el medio para conquistar la Bienaventuranza eterna.

Jesús, declaraste bienaventurados a los pobres, a los que tienen hambre, a los que lloran, a los perseguidos por tu causa y fue, Señor, para todos los que te oían como para nosotros hoy, una novedad desconcertante. Sin embargo, a lo largo de la historia de la Iglesia sabemos que esto ha sido vivido radicalmente por todos aquellos que hoy veneramos como santos, y que hoy nos llamas a vivir de la misma manera.

Reflexión Apostólica:
¿Quieres ser el apóstol que dé un auténtico testimonio de madurez cristiana? No vaciles; entra apoyado por el Espíritu Santo en el camino arduo pero feliz de las Bienaventuranzas.

Propósito:
Dedicaré cada misterio del rosario a la Virgen, por alguno de mi familia.

Meditación: La gente comió hasta quedar satisfecha

Multiplicación de los panes

Evangelio:
Marcos 8, 1-10
En aquellos días, vio Jesús que lo seguía mucha gente y no tenían qué comer. Entonces llamó a sus discípulos y les dijo: “Me da lástima esta gente: ya llevan tres días conmigo y no tienen qué comer. Si los mando a sus casas en ayunas, se van a desmayar en el camino. Además, algunos han venido de lejos”.

Sus discípulos le respondieron: “¿Y dónde se puede conseguir pan, aquí en despoblado, para que coma esta gente?” Él les preguntó: “¿Cuántos panes tienen?” Ellos le contestaron: “Siete”.

Jesús mandó a la gente que se sentara en el suelo; tomó los siete panes, pronunció la acción de gracias, los partió y se los fue dando a sus discípulos, para que los distribuyeran. Y ellos los fueron distribuyendo entre la gente.

Tenían, además, unos cuantos pescados. Jesús los bendijo también y mandó que los distribuyeran. La gente comió hasta quedar satisfecha, y todavía se recogieron siete canastos de sobras. Eran unos cuatro mil. Jesús los despidió y luego se embarcó con sus discípulos y llegó a la región de Dalmanuta.

Meditación:
Jesús sabía la realidad en la que se encontraban las personas que lo seguían, e igualmente, conoce hoy perfectamente tu realidad y la mía. La pregunta que hoy me hago es que si, como aquellos, a pesar de las dificultades he perseverado en su seguimiento. Con la apertura que hace posible la certeza de la presencia de Cristo, recordemos y revisemos semana tras semana, cada uno de los medios de santificación que tenemos a nuestro alcance y que son de importancia vital para la perseverancia: los compromisos de vida cristiana. Tú, Señor, sabes de mis necesidades y por ello es que en cada “compromiso”, realizado con amor, alimentas las necesidades del alma y la fortaleces impidiendo de este modo que desfallezcamos en el esfuerzo por seguirte.

Al encargar a los discípulos el reparto del alimento a la gente, en la segunda multiplicación de los panes, veo con claridad que me necesitas como instrumento tuyo ante mis hermanos los hombres, Señor. Asimismo, al leer sobre los panes que reparten tus discípulos, pienso en los sacerdotes en cuyas manos deposita el Espíritu Santo en cada Santa Misa tu Cuerpo, que se multiplica milagrosamente en todas las hostias que continuamente se están consagrando en el mundo. De nuevo, como entonces, le encargas a tus discípulos que repartan a tus fieles el divino alimento. Te pido, Señor, la gracia de apreciar, disfrutar y agradecer cada vez más, el hecho del inefable premio que si perseveramos nos das en cada comunión.

Reflexión Apostólica:
En la Celebración Eucarística, el apóstol recibe el alimento, Señor, de tu Palabra y de tu Cuerpo. Leemos en el Evangelio, que después de haber satisfecho las necesidades de los que te seguían, los despides. Así después de haberte recibido, Jesucristo, como alimento para el alma, también a mí me despides, esperando que sea yo tu instrumento para aliviar las necesidades espirituales y materiales de aquellos que lo están necesitando.

Propósito:
Buscaré y viviré “soluciones”, no dificultades.

Meditación: Hace oír a los sordos y hablar a los mudos

“Effeta”

Evangelio:
Marcos 7, 31-37
En aquel tiempo, salió Jesús de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la región de Decápolis. Le llevaron entonces a un hombre sordo y tartamudo, y le suplicaban que le impusiera las manos. Él lo apartó a un lado de la gente, le metió los dedos en los oídos y le tocó la lengua con saliva. Después, mirando al cielo, suspiró y le dijo: “¡Effetá!” (que quiere decir “¡Ábrete!”). Al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y empezó a hablar sin dificultad.

Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero cuanto más se lo mandaba, ellos con más insistencia lo proclamaban; y todos estaban asombrados y decían: “¡Qué bien lo hace todo! Hace oír a los sordos y hablar a los mudos”.

Meditación:
El texto de san Marcos nos lleva a reflexionar en que no sólo existe la sordera física, que en gran medida aparta al hombre de la vida social. Existe también un defecto de oído con respecto a Dios, y es bastante común en nuestro tiempo. Muchas veces, simplemente, ya no logramos escuchar a Dios; son demasiados los ruidos que ocupan nuestros oídos.

Cuando tenemos dificultades para escuchar a Dios o padecemos de sordera frente a Él, perdemos también nuestra capacidad de hablar con Dios o a Dios. Y cuando perdemos el contacto con Dios toda nuestra percepción del mundo y de la realidad queda atrofiada.

¿Qué nos impide escuchar a Dios? un obstáculo sería la actividad excesiva, independientemente de la condición y el oficio que desempeñamos, pues las muchas ocupaciones llevan con frecuencia a la "dureza del corazón". El ama de casa que vive con el ruido de la televisión; el trabajador que se desgasta todo el día sin elevar su pensamiento a Dios; el estudiante que se deja llevar por la superficialidad en su día, etc.

Vemos también que el sordo generalmente experimenta dificultades para relacionarse con los otros. Así, quien es sordo ante Dios suele cerrarse a la verdadera comunicación también con el prójimo.

Lo que el Evangelio nos narra respecto al milagro de Jesús es algo extraordinario. Eso mismo lo realiza Jesús frecuentemente, de modo nuevo, también hoy y debemos pedirle insistentemente, que pronuncie de nuevo su “Effeta”, que cure nuestro defecto de oído para hacernos capaces de escucharlo.

Reflexión Apostólica:
Es necesario buscar el equilibrio entre las actividades y el tiempo real dedicado a la oración.

Propósito:
Pondré en práctica el lema: “Reza y trabaja”. Antes de cada actividad haré una oración, ofreciéndole a Dios mi trabajo.

Meditación: Los perritos, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños

“¡Mujer, grande es tu fe!

Evangelio:
Marcos 7, 24-30
En aquel tiempo, Jesús salió de Genesaret y se fue a la región donde se encuentra Tiro. Entró en una casa, pues no quería que nadie se enterara de que estaba ahí, pero no pudo pasar inadvertido. Una mujer, que tenía una niña poseída por un espíritu impuro, se enteró enseguida, fue a buscarlo y se postró a sus pies.

Cuando aquella mujer, una siria de Fenicia y pagana, le rogaba a Jesús que le sacara el demonio a su hija, él le respondió: “Deja que coman primero los hijos. No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perritos”. La mujer le replicó: “Sí, Señor; pero también es cierto que los perritos, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños”.

Entonces Jesús le contestó: “Anda, vete; por eso que has dicho, el demonio ha salido ya de tu hija”. Al llegar a su casa, la mujer encontró a su hija recostada en la cama, y ya el demonio había salido de ella.

Meditación:
Los milagros que Jesús obró en su vida pública están ligados a la fe. La fe de las personas precede a sus milagros. Vemos por ejemplo el encuentro de Jesús con Jairo, el jefe de la sinagoga a quien le dice: “No temas, ten sólo fe”. Y cuando el padre del epiléptico pide la curación de su hijo, Jesús le responde que “todo es posible al que cree”, y a la mujer que padecía hemorragias desde hacía doce años le confiesa: “Tu fe te ha curado”.

Nos impresiona de manera especial el episodio del evangelio de hoy que nos habla de la mujer cananea que no cesaba de pedir la ayuda de Jesús para su hija. Esta mujer no sólo realiza un gran acto de fe sino también de humildad cuando afirma: “Señor, también los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus señores”. Ante esta respuesta tan humilde y confiada, Jesús confiesa: “¡Mujer, grande es tu fe! Hágase contigo como tú quieres”.

Cuando Jesús ve la fe de la mujer realiza el milagro. Jesús no se resiste ante nuestra fe. ¡Seamos audaces en nuestra fe! ¡Creamos que Jesús es nuestro Señor, nos escucha y busca el mayor bien para nosotros!

Otra enseñanza del Evangelio de hoy es la humildad. Esta virtud nos coloca e la verdad de nosotros mismos y de nuestras relaciones con Dios y con los demás. Así pues, fe y humildad son como dos escalones que nos llevan a estar más cerca de Dios.

Reflexión Apostólica:
La fecundidad apostólica depende del poder de Cristo, y no tanto de las propias cualidades, aptitudes o esfuerzos, ya que sin Él nada podemos hacer en el orden de la gracia.

Propósito:
Hoy me ejercitaré en la humildad: aceptando mis faltas ante los otros, pidiendo perdón, haciendo algún servicio, contrarrestando mi tendencia a la soberbia y al orgullo.

Meditación: Lo que mancha al hombre es lo que sale de dentro

Congruencia entre mi pensar y mi actuar.

Evangelio:
Marcos 7 14-23
En aquel tiempo, Jesús llamó de nuevo a la gente y les dijo: “Escúchenme todos y entiéndanme. Nada que entre de fuera puede manchar al hombre; lo que sí lo mancha es lo que sale de dentro”.

Cuando entró en una casa para alejarse de la muchedumbre, los discípulos le preguntaron qué quería decir aquella parábola. Él les dijo: “Ustedes también son incapaces de comprender? ¿No entienden que nada de lo que entra en el hombre desde afuera puede contaminarlo, porque no entra en su corazón, sino en el vientre y después, sale del cuerpo?” Con estas palabras declaraba limpios todos los alimentos.

Luego agregó: “Lo que sí mancha al hombre es lo que sale de dentro; porque del corazón del hombre salen las intenciones malas, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, las codicias, las injusticias, los fraudes, el desenfreno, las envidias, la difamación, el orgullo y la frivolidad. Todas estas maldades salen de dentro y manchan al hombre”.

Meditación:
¡Qué directo eres, Jesús, para decir las cosas a toda la gente que quiera oírte y entenderte! Tus discípulos buscan comprender mejor todas tus propuestas y es por ello que te piden, una mayor explicación; se las das, Señor, exponiendo tu pensamiento con sencillez, apelando al sentido común, sin complicar razonamientos, diciendo las cosas como son. Y así, me haces percatarme que yo fácilmente busco culpables para justificar tanto mi conducta como el modo de proceder en las relaciones con el prójimo y condiciono a agentes externos, la salud de mi alma.

Hoy aprendo que he de tomar tu Palabra como la dices, Señor, sin intentar disfrazarla. Veo en ella, con claridad, que el comportamiento sano, la rectitud de conducta, la disposición al bien, la postura en la verdad, no son “añadidos” a la personalidad, sino actitudes constantes que implicaron, un día, la decisión de alinearse a lo que Jesús pedía. Con la acción del Espíritu Santo y el esfuerzo del propio trabajo, se va dando forma a la purificación interior que el Señor pide y nos señala hoy.

Gracias porque en tu Evangelio hoy, Jesús, me haces ver el error y me llevas también, a ubicar la responsabilidad de mis actos, en donde realmente está: en el propio corazón.

Reflexión Apostólica:
Como los discípulos hicieron en el Evangelio que hoy leemos, los apóstoles hemos de tratar de entender, con mayor profundidad aquello que Jesús propone. El Señor es quien nos requiere, para que entendamos, aprendamos o reafirmemos nuestra vocación cristiana y la podamos vivir con pureza, sin desvirtuarla.

Propósito:
Revisar, en un buen examen, si hubo hoy congruencia entre mi pensar y mi actuar.

Meditación: Ustedes anulan la palabra de Dios con las tradiciones de los hombres

Viviendo con sinceridad nuestra vida cristiana.

Evangelio:
Marcos 7, 1-13
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los fariseos y algunos escribas venidos de Jerusalén. Viendo que algunos de los discípulos de Jesús comían con las manos impuras, es decir, sin habérselas lavado, los fariseos y los escribas le preguntaron: “¿Por qué tus discípulos comen con manos impuras y no siguen la tradición de nuestros mayores?” (Los fariseos y los judíos, en general, no comen sin lavarse antes las manos hasta el codo, siguiendo la tradición de sus mayores; al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones, y observan muchas otras cosas por tradición, como purificar los vasos, las jarras y las ollas).

Jesús les contestó: “¡Qué bien profetizó Isaías sobre ustedes, hipócritas, cuando escribió: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. Es inútil el culto que me rinden, porque enseñan doctrinas que no son sino preceptos humanos. Ustedes dejan a un lado el mandamiento de Dios, para aferrarse a las tradiciones de los hombres”.

Después añadió: “De veras son ustedes muy hábiles para violar el mandamiento de Dios y conservar su tradición. Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre. El que maldiga a su padre o a su madre, morirá. Pero ustedes dicen: ‘Si uno dice a su padre o a su madre: Todo aquello con que yo te podría ayudar es corbán (es decir, ofrenda para el templo), ya no puede hacer nada por su padre o por su madre’. Así anulan la palabra de Dios con esa tradición que se han transmitido. Y hacen muchas cosas semejantes a ésta”.

Meditación:
Jesús nos invita a vivir con sinceridad nuestra vida cristiana y a reflexionar en la necesidad de ser hombres y mujeres coherentes.

La autenticidad es vivir en pensamientos, palabras y obras la verdad de nuestro propio ser cristianos. Ser auténtico no significa ser espontáneo en las reacciones o acciones, sino que ser auténtico es cumplir nuestro deber siempre. Significa ser fieles a lo que debemos ser y hacer, independientemente de si tenemos ganas o no, en la adversidad y en la bonanza, en el sufrimiento y en todo momento. La voluntad de Dios debe ser la norma suprema, por encima de las pasiones y caprichos, de las modas y costumbres del mundo, de las solicitudes del diablo. Tener claro que es bueno lo que me ayuda a cumplir la voluntad de Dios, y malo lo que me estorba.

Ser auténtico cristiano es serlo de verdad y no sólo dar la apariencia. Cuántas personas hay que se dicen cristianos y sin embargo critican o dañan con sus palabras a los otros, se llaman cristianos y van contra la doctrina de la Iglesia que nos invita a vivir abiertos a la vida y a no hacer uso de aquello que va contra la concepción; cuántos dicen ser cristianos y les da vergüenza hablar de Cristo… esa no es autenticidad cristiana.

Otro aspecto de la coherencia cristiana es la sinceridad de vida. Ser sinceros con nosotros mismos, con Dios y con los demás. En este sentido, ayuda mucho la humildad para reconocer nuestras propias faltas o caídas.

Seamos auténticos, seamos hombres y mujeres que, con toda verdad y sin engaños, cumplamos en todo la voluntad de Dios sobre nuestras vidas.

Reflexión Apostólica:
Un obstáculo para ser apóstoles es la vanidad, el respeto humano, el miedo a lo que los demás puedan pensar o decir de nosotros. No dejemos que esto nos paralice y busquemos más bien agradar a Dios.

Propósito:
Hoy me esforzaré en ser verdaderamente cristiano en algún aspecto en el que me sea difícil, ya sea de pensamiento, de palabra o de obra.

Meditación: El que pierda su vida por mí, ése la encontrará

“Pon tu sufrimiento en mi cruz”

Evangelio:
Lucas 9 23-26
En aquel tiempo, Jesus le dijo a la multitud: “Si alguno quiere acompañarme, que no se busque a sí mismo, que tome su cruz de cada día y me siga. Pues el que quiera conservar para sí mismo su vida, la perderá; pero el que la pierda por mi causa, ése la encontrará. En efecto, ¿de qué le sirve al hombre ganar todo el mundo, si se pierde a sí mismo o se destruye?

Por otra parte, si alguien se avergüenza de mí y de mi doctrina, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga revestido de su gloria y de la del Padre y de la gloria de los santos ángeles”.

Meditación:
Jesús curaba a los enfermos, consolaba a los afligidos, alimentaba a los hambrientos, sanaba a los sordos, a los ciegos, a los leprosos, liberaba a los poseídos del demonio y resucitaba a los muertos, en fin Jesús era sensible a todo sufrimiento humano, tanto al del cuerpo como al del alma.

Cristo se acercó sobre todo al mundo del sufrimiento humano por el hecho de haber asumido en sí mismo el sufrimiento.

Pensemos que durante su vida pública pasó por la fatiga, la falta de una casa, la incomprensión por parte de sus discípulos y sus parientes.

Sufrir para el cristiano debe ser una oportunidad para abrirse a la gracia de Dios que nos une al sufrimiento de su Hijo Jesucristo. En los pequeños o grandes sufrimientos, suframos como Cristo, por amor, con paciencia, con resignación, sin nunca levantar una queja, aceptándolo confiadamente.

Cristo nos dice: “Sígueme, toma parte con tus pequeños sufrimientos de la obra de la salvación del mundo. Pon tu sufrimiento en mi cruz”.

Seguir a Cristo es difícil, pero hermoso; es duro, pero no se puede comparar con nada en esta vida. La próxima vez que experimentemos un sufrimiento, del tipo que sea, pongámonos espiritualmente junto a María, que estaba al pie de la cruz y ofrezcámoslo por todos los hombres de hoy. Probemos esto, y encontraremos paz y alegría espiritual.

Reflexión Apostólica:
Ofrecer cualquier dificultad o sufrimiento por el progreso de la misión de la Iglesia.

Propósito:
Analizar la causa de mis sufrimientos, ¿no será que a veces sufrimos “en vano” porque pensamos demasiado en nosotros mismos?

Meditación: Dejándolo todo, lo siguieron.

“No temas; desde ahora serás pescador de hombres”

Evangelio:
Lucas 5, 1-11
En aquel tiempo, Jesús estaba a orillas del lago de Genesaret y la gente se agolpaba en torno suyo para oír la palabra de Dios.

Jesús vio dos barcas que estaban junto a la orilla. Los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió Jesús a una de las barcas, la de Simón, le pidió que la alejara un poco de tierra, y sentado en la barca, enseñaba a la multitud.

Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: “Lleva la barca mar adentro y echen sus redes para pescar”. Simón replicó: “Maestro, hemos trabajado toda la noche y no hemos pescado nada; pero, confiado en tu palabra, echaré las redes”. Así lo hizo y cogieron tal cantidad de pescados, que las redes se rompían. Entonces hicieron señas a sus compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a ayudar los. Vinieron ellos y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían.

Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús y le dijo: “¡Apártate de mí, Señor, porque soy un pecador!” Porque tanto él como sus compañeros estaban llenos de asombro al ver la pesca que habían conseguido. Lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.

Entonces Jesús le dijo a Simón: “No temas; desde ahora serás pescador de hombres”: Luego llevaron las barcas a tierra, y dejándolo todo, lo siguieron.

Meditación:
En este Evangelio se me presenta en la barca de Pedro, la Iglesia. Jesús me pide que me suba a ella, que me aleje de la orilla de la seguridad terrena y esté dispuesto a introducirme con el Señor, en la aventura del mar de la fe. Allí descubro a muchas personas que en búsqueda de redes seguras y tangibles, se dejan atrapar por doctrinas erróneas, por espiritualismos dudosos, por ideales equivocados… El que quiera enseñar, en tu nombre, Jesús, sin perderse o desvirtuar los contenidos, ha de entrar en la “barca de Pedro” en donde estás Tú, y aceptar el ruego que le haces de alejarse un poco de la multitud, pues así podrá tener la capacidad de ver a cada hombre, de aceptar y respetar su individualidad y, de este modo, transmitir personalmente tus enseñanzas.

Yo, como Pedro, te digo Jesús que mis redes ya no recogen, están desgastadas; las he usado muchas veces con ilusión y con esfuerzo, tanto en el apostolado como en la vida diaria. Pero hoy, yo me estoy dando por vencido pues Tú sabes, Señor, que no pesco a ese hijo que está en malos pasos, ¡no puedo hacer nada!… que en mi medio de trabajo es inútil echar las redes, porque para muchos eres, Señor, un extraño… que los que me rodean huyen de cualquier compromiso y que las prisas con las que vivo, la presión de la rutina diaria, impiden que cargue con mi red y mejor la dejo guardada en casa. Sin embargo, a la luz de este Evangelio, voy a convertir en obediencia mi escepticismo y desaliento y, como Pedro, en tu nombre volveré a echar las redes… ¡Seguro conseguiré para Ti, Señor, algo importante!

Reflexión Apostólica:
Como a Simón, me ruegas Señor, que con mi barca me aleje de la seguridad que puede dar lo puramente humano y terreno, y esté dispuesto a introducirme contigo “mar adentro”, en donde el apóstol toma con seguridad el remo de la fe y se deja llevar por el aire del Espíritu Santo.

Propósito:
Hoy empezaré por eliminar el respeto humano de mi conducta.

Meditación: Andaban como ovejas sin pastor

“Vengan conmigo a un lugar solitario, para que descansen un poco”

Evangelio:
Marcos 6, 30-34
En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Entonces él les dijo: “Vengan conmigo a un lugar solitario, para que descansen un poco”. Porque eran tantos los que iban y venían, que no les dejaban tiempo ni para comer.

Jesús y sus apóstoles se dirigieron en una barca hacia un lugar apartado y tranquilo. La gente los vio irse y los reconoció; entonces de todos los poblados fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron.

Cuando Jesús desembarcó, vio una numerosa multitud que lo estaba esperando y se compadeció de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.

Meditación:
Jesús, como con los apóstoles, está siempre pendiente de cada uno, esperándonos al regreso de nuestras actividades.

Descubro, a la luz de este evangelio, la razón poderosa de dedicar, en mi día, un espacio para la oración personal con Dios, para la meditación. El Señor quiere diariamente, no sólo oír algo de lo que estoy haciendo con la vida que me dio, sino también me llama con gran solicitud a un lugar especial en el cual la información se queda a un lado, se descansa de la actividad, y en soledad y silencio, se entra con Él al diálogo personal, que da pie a la profunda oración y que va propiciando paulatina, pero seguramente, mi conversión.

A través de este evangelio puedo imaginar como desembarcas Jesús y te encuentras con la multitud que te sigue, y al verlos como “ovejas sin pastor” te pones a instruirles. Como Tú, Señor, yo quisiera ser un incansable maestro y con mi sola presencia mostrar al Dios de amor y misericordia a todos aquellos que no han tenido la dicha de conocerte.

Reflexión Apostólica:
El Espíritu Santo nos acompaña en toda travesía apostólica y nos conduce de regreso al puerto seguro que se encuentra en la persona de Jesucristo; con Él entregamos lo realizado, o lo que se vaya realizando, al Padre Celestial. No desairemos la llamada que el Señor nos hace todos los días a la oración personal, pues es en la soledad que nos encontramos con su compañía.

Propósito:
Hoy mi oración será especial, en tiempo y en calidad.

Meditación: He visto al Salvador

Jesús es el sembrador que siembra con confianza la semilla de su Palabra en la tierra de nuestros corazones humanos.

Evangelio:
Lucas 2, 22-32
Transcurrido el tiempo de la purificación de María, según la ley de Moisés, ella y José llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley: Todo primogénito varón será consagrado al Señor, y también para ofrecer, como dice la ley, un par de tórtolas o dos pichones.

Vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón, varón justo y temeroso de Dios, que aguardaba el consuelo de Israel; en él moraba el Espíritu Santo, el cual le había revelado que no moriría sin haber visto antes al Mesías del Señor. Movido por el Espíritu, fue al templo, y cuando José y María entraban con el niño Jesús para cumplir con lo prescrito por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios, diciendo:

“Señor, ya puedes dejar morir en paz a tu siervo, según lo que me habías prometido, porque mis ojos han visto a tu Salvador, al que has preparado para bien de todos los pueblos; luz que alumbra a las naciones y gloria de tu pueblo, Israel”.

Meditación:
El texto evangélico de hoy nos invita a reflexionar, en primer lugar, en que Jesús es el sembrador que siembra con confianza la semilla de su Palabra en la tierra de nuestros corazones humanos. El fruto de su siembra, no depende únicamente de Jesús, sino también de las diversas situaciones del terreno, es decir, de cada uno de nosotros, de la acogida que damos a la semilla y a la gracia de Dios.

Por ejemplo, puede ser que recibamos la Palabra de Dios sólo exteriormente y nos falte la adhesión a Cristo necesaria para conservarla; puede ser que ahoguemos la semilla con nuestra vida, el bienestar o el orgullo…

Para que la semilla crezca debe ser cultivada. El hombre debe sembrar, y también velar para que se desarrolle, es necesario impedir que el pecado, la superficialidad, la pereza, la inconstancia, destruyan las plantitas que están creciendo en nuestro corazón, y por el contrario debemos procurar hacerlas crecer con el ejercicio de las virtudes cristianas. Sin virtudes no hay santidad.

El Evangelio también nos presenta otra comparación: la de la semilla de mostaza que está llamada a convertirse en un arbusto grande. Este texto nos habla del desarrollo del Reino de Dios en nosotros. Este es el fin de nuestra vida: crecer como la semilla de mostaza hasta alcanzar la santidad.

Realicemos cada día un examen de conciencia para ver cómo va creciendo nuestra “semilla”, y detectar si la estamos dejando marchitar. Pidamos perdón y demos gracias a Dios por cada día que nos ofrece para corresponder a su amor.

Reflexión Apostólica:
¿Con qué disposiciones recibo la Palabra de Jesús? ¿La hago fructificar con buenas obras?

Propósito:
Hacer un examen de conciencia para ver qué virtud me hace falta ejercitar para crecer en gracia.

Meditación: Envió a los discípulos de dos en dos

La única medida del amor es amar sin medida

Evangelio:
Marcos 6, 7-13
En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce, los envió de dos en dos y les dio poder sobre los espíritus inmundos. Les mandó que no llevaran nada para el camino: ni pan, ni mochila, ni dinero en el cinto, sino únicamente un bastón, sandalias y una sola túnica.

Y les dijo: “Cuando entren en una casa, quédense en ella hasta que se vayan de ese lugar. Si en alguna parte no los reciben ni los escuchan, al abandonar ese lugar, sacúdanse el polvo de los pies, como una advertencia para ellos”.

Los discípulos se fueron a predicar el arrepentimiento. Expulsaban a los demonios, ungían con aceite a los enfermos y los curaban.

Meditación:
Dios Padre nos ha dado a Cristo, sin medida, todo Él es para nosotros. La originalidad del Evangelio no consiste en nuevas ideas, sino en la figura misma de Cristo, que hace vida y hechos el amor. En la cruz podemos contemplar esta verdad. Es en la cruz donde el cristiano encuentra la orientación de su vivir: Amar como Cristo, pensar como Cristo, actuar como Cristo. Para ello, hay que preguntarse en cada momento del día, ¿qué haría Cristo en este momento?

Conviene también pensar que la medida de nuestra persona no radica en nuestra apariencia exterior, en nuestra inteligencia, o en los éxitos personales; nuestra medida depende de la capacidad que tenemos para amar, para perdonar prontamente, para servir a los demás.

Un aspecto importante es dar el amor sin esperar que nos amen “de regreso”. Sería bueno preguntarnos: “¿En verdad he experimentado la alegría de amar?” el amor verdadero es un amor que produce desprendimiento de nosotros y, sin embargo, nos da alegría.

Para lograr todo esto, lo primero en la vida cristiana es hacer la experiencia de que Dios nos ama. Cuando uno se siente inmensamente amado, no puede limitarse a gozar de ese amor, es necesario convertirse en amor para los demás, conscientes de que la única medida del amor es amar sin medida.

Reflexión Apostólica:
Analizar si en mi servicio a los demás y a la Iglesia espero algo “a cambio” o si es desinteresado.

Propósito:
Preguntarme durante el día: “¿Qué haría Cristo en este momento?”

Meditación: Todos honran a un profeta, menos los de su tierra

El amor al prójimo, mensaje de Jesús.

Evangelio:
Marcos 6, 1-6
En aquel tiempo, Jesús fue a su tierra en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, se puso a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba se preguntaba con asombro: “¿Dónde aprendió este hombre tantas cosas? ¿De dónde le viene esa sabiduría y ese poder para hacer milagros? ¿Qué no es éste el carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿No viven aquí, entre nosotros, sus hermanas?” Y estaban desconcertados.

Pero Jesús les dijo: “Todos honran a un profeta, menos los de su tierra, sus parientes y los de su casa”. Y no pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó a algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y estaba extrañado de la incredulidad de aquella gente. Luego se fue a enseñar en los pueblos vecinos. Palabra del Señor.

Meditación:
Hemos visto, a través del evangelio, cómo la fe de los hombres es premiada por Jesús con el milagro y hoy leemos que, en Nazaret, al encontrarse con dudas, escándalo y falta de fe no hizo casi ningún milagro. El Señor, compasivo y misericordioso, quiere que su poder divino coincida con la fe del hombre.

Cuán importante es nuestra fe y nuestra colaboración con Dios, para que se pueda extender su Reino. Según nos narra el evangelio, Jesús se maravilló de la falta de fe de su propia gente, en Nazaret, quienes estaban escandalizados por lo que decía y hacía. Imaginemos, ¡haber sido habitantes de Nazaret y no haber entendido a Jesús! Pues de la misma manera, y con toda honestidad podemos preguntarnos: ¿Cuántas veces malinterpretamos o acomodamos a nuestra conveniencia lo que vivimos y aprendemos en el Movimiento, quizás porque no le damos la validez que realmente tiene? Démosle al Regnum Christi la importancia que se merece, dando testimonio, dentro y fuera, de congruencia y compromiso cristianos, empezando por vivir la caridad en todas sus manifestaciones.

Señor, me recuerdas hoy, de las veces que a nuestro Centro de Apostolado o a un retiro mensual, a unos ejercicios espirituales, inclusive a un curso o cursillo llega alguien, y en tu nombre, nos predica o enseña alguna materia, o el Manual. Puede que en ocasiones quedemos “maravillados” pero en otras, ¡que bien se puede aplicar la sentencia que hoy nos transmite el evangelio!: “Un profeta sólo en su tierra, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio”. Así, sentada en la silla de la soberbia, mi pensamiento cavila, cuestiona e invalida, sin escuchar lo que oigo. Y, lo increíble, es que no me percato de que esas personas son tus instrumentos, que traen tu mensaje, Señor, a los miembros del Regnum Christi, ¡a los que nos decimos apóstoles de tu Reino! Anclada en la caridad, y sin cuestionar quién es el predicador o quién imparte el Manual, acudiré con entusiasmo a mi retiro mensual y al círculo de estudio semanal.

Reflexión Apostólica:
No cabe duda, la mejor manera de colaborar con Jesús en el establecimiento del Reino de Dios, es a través de la caridad. Es, nada más y nada menos, el meollo del mensaje con el que Cristo revolucionó a la humanidad: el amor al prójimo.

Propósito:
De hoy en adelante asistiré siempre con interés e ilusión al retiro mensual.

Meditación: ¡Oyeme, niña levántate!

“Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y queda sana de tu enfermedad”.

Evangelio:
Marcos 5, 21-43
En aquel tiempo, cuando Jesús regresó en la barca al otro lado del lago, se quedó en la orilla y ahí se le reunió mucha gente. Entonces se acercó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo. Al ver a Jesús, se echó a sus pies y le suplicaba con insistencia: “Mi hija está agonizando. Ven a imponerle las manos para que se cure y viva”. Jesús se fue con él, y mucha gente lo seguía y lo apretujaba.

Entre la gente había una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años. Había sufrido mucho a manos de los médicos y había gastado en eso toda su fortuna, pero en vez de mejorar, había empeorado.. Oyó hablar de Jesús, vino y se le acercó por detrás entre la gente y le tocó el manto, pensando que, con sólo tocarle el vestido, se curaría. Inmediatamente se le secó la fuente de su hemorragia y sintió en su cuerpo que estaba curada.

Jesús notó al instante que una fuerza curativa había salido de Él, se volvió hacia la gente y les preguntó: “¿Quién ha tocado mi manto?” Sus discípulos le contestaron: “Estás viendo cómo te empuja la gente y todavía preguntas: ‘¿Quién me ha tocado?’ “Pero Él seguía mirando alrededor, para descubrir quién había sido. Entonces se acercó la mujer, asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado; se postró a sus pies y le confesó la verdad. Jesús la tranquilizó, diciendo: “Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y queda sana de tu enfermedad”.

Todavía estaba hablando Jesús, cuando unos criados llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle a éste: “Ya se murió tu hija. ¿Para qué sigues molestando al Maestro?” Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga “No temas, basta que tengas fe”. No permitió que lo acompañaran más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago.

Al llegar a la casa del jefe de la sinagoga, vio Jesús el alboroto de la gente y oyó los llantos y los alaridos que daban. Entró y les dijo: “¿Qué significa tanto llanto y alboroto? La niña no está muerta, está dormida”. Y se reían de Él.

Entonces Jesús echó fuera a la gente, y con los padres de la niña y sus acompañantes, entró a donde estaba la niña. La tomó de la mano y le dijo: “¡Talitá, kum!”, que significa: “¡Óyeme, niña, levántate!” La niña, que tenía doce años, se levantó inmediatamente y se puso a caminar. Todos se quedaron asombrados. Jesús les ordenó severamente que no lo dijeran a nadie y les mandó que le dieran de comer a la niña. Palabra del Señor.


Meditación:
Marcos refiere las palabras y obras de Cristo para robustecer la fe de los primeros cristianos en la divinidad de Jesús.

La fe de la mujer, manifestada en el afán por tocar el vestido de Jesús, activó el poder del Señor y se dio el milagro. ¡Cuántas veces, tontamente he creído que sólo con mis fuerzas y dedicación lograría vencer limitaciones y obstáculos, y qué equivocado he estado! He de afanarme en llegar hasta Jesucristo a través de conductas y actitudes que nazcan de la fe, contemplen la esperanza y se hagan meritorias por el amor a Dios, y así, como la hemorroisa, podré suscitar de Jesucristo una respuesta. A la luz del Evangelio, veo, Señor, que he de acordarme ante una enfermedad y necesidad apremiante, o contemplando el flujo de problemas que desde hace tiempo padezco, que estás en el Sagrario y que he de llegar a Ti, como la hemorroisa, con fe y humildad, venciendo dificultades y de rodillas, en silencio, poner mi corazón y mi padecimiento en tu misericordia.

El Señor se pone en camino y sus palabras a la chica muerta: “Muchacha, a ti te digo, levántate”, responden a la fe de Jairo. ¡Cuántos Jairos en la actualidad, hace falta que descubran a Jesucristo, se acerquen a Él y le pidan que sane la enfermedad física y espiritual de tantos hombres! Me llevas a pensar, Señor, que por tu Iglesia estás siempre presente en el mundo, entre nosotros y hasta Ti llega, en la fe, la oración incesante que hagamos por nuestros hijos, siempre expuestos en el mundo a las agresiones de males… A nuestros ojos, las dolencias pueden ya no tener remedio, pero el Señor es el único que sabe cuándo, cómo y dónde ha de sanarlas. Hoy aprendo que es indispensable tener la confianza absoluta en que ante el mal, cualquiera que sea y que puedan padecer mis hijos, allí está Cristo respondiendo a la fe de los padres.

Reflexión Apostólica:
La fe y la caridad del apóstol de Jesucristo lo hacen estar pendiente de los padecimientos de sus hermanos los hombres y orar con esperanza por ellos.

Propósito:
Visitar al enfermo y orar por su restablecimiento.

Meditación: ¡Espíritu inmundo, sal de este hombre!

Apóstoles del poder de Jesucristo

Evangelio:
Marcos 5, 1-20
En aquel tiempo, después de atravesar el lago de Genesaret, Jesús y sus discípulos llegaron a la otra orilla, a la región de los gerasenos. Apenas desembarcó Jesús, vino corriendo desde el cementerio un hombre poseído por un espíritu inmundo, que vivía en los sepulcros. Ya ni con cadenas podían sujetarlo; a veces habían intentado sujetarlo con argollas y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba las argollas; nadie tenía fuerzas para dominarlo. Se pasaba días y noches en los sepulcros o en el monte, gritando y golpeándose con piedras.

Cuando aquel hombre vio de lejos a Jesús, se echó a correr, vino a postrarse ante él y gritó a voz en cuello: “¿Qué quieres tú conmigo, Jesús, Hijo de Dios Altísimo? Te ruego por Dios que no me atormentes”.

Dijo esto porque Jesús le había mandado al espíritu inmundo que saliera de aquel hombre. Entonces le preguntó Jesús: “¿Cómo te llamas?” Le respondió: “Me llamo Legión, porque somos muchos”. Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca.

Había allí una gran piara de cerdos, que andaban comiendo en la falda del monte. Los espíritus le rogaban a Jesús: “Déjanos salir de aquí para meternos en esos cerdos”. Y él se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y todos los cerdos, unos dos mil, se precipitaron por el acantilado hacia el lago y se ahogaron.

Los que cuidaban los cerdos salieron huyendo y contaron lo sucedido, en el pueblo y en el campo. La gente fue a ver lo que había pasado. Se acercaron a Jesús y vieron al antes endemoniado, ahora en su sano juicio, sentado y vestido. Entonces tuvieron miedo. Y los que habían visto todo, les contaron lo que le había ocurrido al endemoniado y lo de los cerdos. Ellos comenzaron a rogarle a Jesús que se marchara de su comarca.

Mientras Jesús se embarcaba, el endemoniado le suplicaba que lo admitiera en su compañía, pero él no se lo permitió y le dijo: “Vete a tu casa a vivir con tu familia y cuéntales lo misericordioso que ha sido el Señor contigo”. Y aquel hombre se alejó de ahí y se puso a proclamar por la región de Decápolis lo que Jesús había hecho por él. Y todos los que lo oían se admiraban.

Meditación:
Por haber hecho el milagro en un país gentil no se corría el peligro de un mesianismo explosivo, por lo que Jesús permite al geraseno divulgar lo que se había obrado en él, para gloria de Dios.

Los medios y las películas abordan hoy el tema de Satanás sin ningún escrúpulo o miramiento y, hasta a veces pareciera que lo están proponiendo como alguien atractivo y poderoso pero al mismo tiempo, inofensivo. El Evangelio hoy nos confirma la realidad del Maligno y la posesión que puede llegar a hacer de las facultades del hombre. En ciertos momentos podemos decir, tú y yo, que hemos sentido la fuerza de sus tentaciones y que ello nos ha llevado a buscar con fe a Jesucristo e ir a su encuentro, como lo hiciera el geraseno. Yo te pido hoy, Señor, a la luz del Evangelio, me libres de “coquetear” con fuerzas ocultas y secretas que no entiendo y que me pueden apartar de la claridad y bondad de tu misterio.

Quien está enamorado de Cristo a veces se pregunta por qué no tiene o no tuvo la vocación de entrega total a su seguimiento. A la luz del Evangelio, veo hoy que para cada uno tiene el Padre celestial una misión, pero que todas ellas implican trabajar con el Espíritu Santo, dando a conocer y extendiendo por doquier el Reino de Cristo. En mi estado y condición de vida me pides, Señor, como al geraseno, que entre los míos sea fiel testigo de tu amor y de tu misericordia. Estás siempre conmigo fortaleciéndome con tu Espíritu que me une, en Iglesia, con todos aquellos y aquellas que fueron llamados por Ti a seguirte, y se supieron desprender de todo abandonando generosamente casa, familia y toda atadura. Con lo que le dices, Jesús, al geraseno, me estás recordando la misión que en la vida, para Ti y contigo, yo tengo.

Reflexión Apostólica:
Seamos apóstoles del poder de Jesucristo, de la fuerza del bien, de la realidad de su misericordia, y de la energía de su amor en la vida del hombre.

Propósito:
Asumir la responsabilidad de mi vocación como fiel laico.

Meditación: Jesús, como Elías y Eliseo, no es enviado sólo a los judíos

Ser un auténtico seguidor de Cristo

Evangelio:

Lucas 4,21-30
En aquel tiempo, comenzó Jesús a decir en la sinagoga:
- Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír. Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios. Y decían:
- ¿No es éste el hijo de José?
Y Jesús les dijo:
- Sin duda me recitaréis aquel refrán: «Médico, cúrate a ti mismo»; haz también aquí en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún. Y añadió:
- Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio.

Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba.


Reflexiones:

1. La libertad de Dios
Según el pasaje de la Escritura apenas citado, vemos que los judíos tenían un prejuicio fuerte contra Jesús. Se preguntaban cómo podían salir de su boca tales palabras si lo consideraban como hijo del carpintero José. Al igual que Natanael pensaban que de Nazaret no podía salir nada bueno.

Este tipo de razonamientos es, en cierto modo, importante para nosotros ya que nos permite ver que, según las expectativas judías, el Mesías no podía provenir de una aldea tan oscura como era precisamente Nazaret. Pero, al mismo tiempo, pone de relieve la libertad de Dios, que sorprende nuestras expectativas manifestándose precisamente allí donde no nos lo esperaríamos.

Al igual puede suceder que en nuestra vida hacemos nuestros planes, proyectos y luego las cosas cambias, nos angustiamos, y nos cuesta descubrir allí en esas situaciones contrarias a nuestros deseos la manifestación del amor de Dios y su Providencia.

2. Abrir el corazón a la voluntad de Dios
Los judíos no conocían bien a Jesús y se quedaban con sus prejuicios. Cuando Jesús intentó penetrar algo en su vida con su mensaje, se pusieron furiosos y quisieron despeñarlo.

En efecto, el enojo y actitudes semejantes pueden llevarnos a la cerrazón de corazón con Dios y con los demás. Por eso, nuestro trato con Jesús necesita ser una experiencia viva: debemos implicarnos personalmente en una relación íntima y profunda, dejando de lado nuestros sentimientos negativos, egoísmos o “prejuicios”. ¡Cuán diferente hubiera sido la experiencia de los judíos si en lugar de quedarse con sus ideas preconcebidas sobre el Mesías hubieran abierto su corazón a los planes tan distintos de Dios!

No repitamos la experiencia de los judíos, abramos nuestro corazón a la voluntad de Dios aunque a veces sea difícil comprenderla o aceptarla o sea contraria a nuestros deseos, veremos entonces que Dios no dejará de colmarnos de su paz, amor y alegría.

El Compendio del Catecismo nos dice:
Jesús «es el Mesías esperado por Israel y enviado al mundo por el Padre» (no. 82)


Propósito:

Aceptar en todo los planes de Dios para seguir mejor a Cristo cumpliendo su voluntad.