Sunday, June 17, 2007

Meditación: Esa pobre viuda ha echado en la alcancía más que todos

Evangelio:
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 12, 38-44
En aquel tiempo, enseñaba Jesús a la multitud y le decía: “¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplios ropajes y recibir reverencias en las calles; buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; se echan sobre los bienes de las viudas haciendo ostentación de largos rezos. Estos recibirán un castigo muy riguroso”.
En una ocasión Jesús estaba sentado frente a las alcancías del templo, mirando cómo la gente echaba allí sus monedas. Muchos ricos daban en abundancia. En esto, se acercó una viuda pobre y echó dos moneditas de muy poco valor. Llamando entonces a sus discípulos, Jesús les dijo: “Yo les aseguro que esa pobre viuda ha echado en la alcancía más que todos. Porque los demás han echado de lo que les sobra; pero ésta, en su pobreza ha echado todo lo que tenía para vivir”.

Meditación:
En este Evangelio los escribas son juzgados por Jesús rigurosamente. Asimismo, pone como ejemplo a la viuda que cumple con un acto de religión, generosamente, agradando por ello a Dios. Mientras ella demuestra desprendimiento, los otros dan a Dios de lo que les sobra.
Hoy aprendemos que a los ojos de Jesús, el monto de lo que se ofrece en la limosna no cuenta, sino lo que éste significa en desprendimiento y generosidad. Lo mismo se aplica a todas las acciones que le ofrezcamos a Dios. Puede ésta ser de gran envergadura y ¡qué bueno!, o puede ser una labor pequeña y constante. En cualquiera de los dos casos no nos podemos olvidar que el Señor está presente, y ve en el fondo del corazón de cada persona, como en el de la viuda, la intención y el grado de amor y generosidad que nuestros actos conllevan.

En las matemáticas del Señor no hay lógica humana; ellas se rigen sólo por un común denominador que se llama “amor”.

Reflexión Apostólica:
El apóstol de Cristo ha de vivir en un marco de sencillez, ajeno al deseo de sobresalir y de ser aplaudido. Dirige su mirada a Dios y a Él entrega sus obras. Desprendiéndose de su egoísmo sale, generosamente, al encuentro de las necesidades de su prójimo, movido por el amor y la fe en Jesucristo.

Propósito:
Aceptar a las personas y disculparlas en sus errores.

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