Friday, June 01, 2007

Meditación: ¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a verme?

Evangelio:
Lc 1, 39-56
En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea, y entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de María, la creatura saltó en su seno.

Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y levantando la voz, exclamó: “Tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor”.

Entonces dijo María: “Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador, porque puso sus ojos en la humildad de su esclava.

Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede. Santo es su nombre y su misericordia llega de generación en generación a los que lo temen.

Ha hecho sentir el poder de su brazo: dispersó a los de corazón altanero,
destronó a los potentados y exaltó a los humildes. A los hambrientos los colmó de bienes y a los ricos los despidió sin nada.
Acordándose de su misericordia, vino en ayuda de Israel, su siervo, como lo había prometido a nuestros padres, a Abraham y a su descendencia, para siempre”. María permaneció con Isabel unos tres meses, y se volvió a su casa

Meditación:
En cuanto oyó Isabel el saludo de María, quedó llena del Espíritu Santo. La Virgen santísima, lleva en su seno al Hijo concebido por obra del Espíritu Santo, y transmite en torno a sí gracia y gozo espiritual. Algo parecido debería suceder con nosotros cada vez que comulgamos. Cuando recibimos a Jesús nos llevamos a Cristo con nosotros en nuestro corazón y así como María debemos irradiar a Cristo.

Pidámosle a María que nos enseñe lo que significa entrar en comunión con Cristo. Ella le dio su carne, su sangre, se dejó penetrar en el cuerpo y en el espíritu por Cristo. Si se lo pedimos con fe, ella nos ayudará a abrir cada vez más todo nuestro ser a la presencia de Cristo.

El evangelio de san Lucas nos presenta además el canto del Magníficat. Esta oración que brotó del corazón de María es un canto que refleja su alma. Nos hace ver que María es una mujer que se alegra por la elección de Dios, es una mujer que es feliz cumpliendo la voluntad del Señor, es una mujer abierta, que comunica las maravillas que Dios ha hecho con ella. Detrás de todo esto se encuentra un profundo sentimiento de alabanza a Dios por parte de María, una actitud decidida a darle a Dios el primer lugar en su vida.

Reflexión apostólica:
Toda la hondura interior de María nace de un cultivo de la vida de oración y del silencio. Pongamos en práctica también el silencio que nos lleve a hablar más con Dios y a ver a Dios en todo, como María.

Propósito:
Rezar un misterio del Rosario pidiéndole a María que nos conceda un amor a su Hijo semejante al que Ella le

0 Comments:

Post a Comment

<< Home