Friday, August 31, 2007

Meditación: Los que hagan la voluntad del Padre, tendrán acceso al Reino de los Cielos

La casa edificada sobre roca y la casa edificada sobre arena.

Evangelio:
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 7, 21-29
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “No todo el que me diga: “¡Señor, Señor!, entrará en el Reino de los cielos, sino el que cumpla la voluntad de mi Padre, que está en los cielos. Aquel día muchos me dirán: ‘¡Señor, Señor!, ¿no hemos hablado y arrojado demonios en tu nombre y no hemos hecho, en tu nombre, muchos milagros?’ Entonces yo les diré en su cara: ‘Nunca los he conocido. Aléjense de mi, ustedes, los que han hecho el mal’.

El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica, se parece a un hombre prudente, que edificó su casa sobre roca. Vino la lluvia, bajaron las crecientes, se desataron los vientos y dieron contra aquella casa; pero no se cayó, porque estaba construida sobre roca.

El que escucha estas palabras mías y no la pone en práctica, se parece a un hombre imprudente, que edificó su casa sobre arena. Vino la lluvia, bajaron las crecientes, se desataron los vientos, dieron contra aquella casa y la arrasaron completamente.

Cuando Jesús terminó de hablar, la gente quedó asombrada de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas

Meditación:
El texto es una llamada a la acción, al trabajo, a dejar a un lado los discursos sin testimonio, pues los que hagan la voluntad del Padre tendrán acceso al Reino de los Cielos y no todos los que le digan “Señor, Señor.”

Poner en práctica las palabras de Jesús lleva a la prudencia y a la sensatez, a aplicar sin error los principios morales en nuestra conducta. Requiere de dirigir la inteligencia, la voluntad y hasta la emotividad según las pautas que nos dejó plasmadas en el Evangelio… Se dice fácil; sin embargo, y sin lugar a dudas, requiere de “domar” esa parte que todos llevamos en el alma y que nos hace buscar lo fácil y lo placentero, que nos lleva al mínimo esfuerzo y que normalmente lleva a una “gran ruina”. Esa “ruina” se manifiesta como vacío; como tristeza; como sinsabor… y a veces, hasta como un angustiante arrepentimiento. ¿Por qué o para qué llegar a tales extremos? No nos permitamos la mediocridad. ¡Somos capaces de la lucha y del éxito! ¡Seamos exigentes y profundicemos en el conocimiento de Jesús y en el contacto con Él, e imitémoslo!

Reflexión apostólica:
Pregonemos con la prudencia que resulta de aplicar la Palabra.

Propósito:
Mi pauta al decidir y al actuar, buscará darle gusto a Jesús.

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