Saturday, May 19, 2007

Meditación: El Padre mismo los ama, porque ustedes me han amado y han creído que salí del Padre

Evangelio:
Jn 16, 23-28
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Yo les aseguro: cuanto pidan al Padre en mi nombre, se lo concederá. Hasta ahora no han pedido nada en mi nombre. Pidan y recibirán, para que su alegría sea completa.

Les he dicho estas cosas en parábolas; pero se acerca la hora en que ya no les hablaré en parábolas, sino que les hablaré del Padre abiertamente. En aquel día pedirán en mi nombre, y no les digo que rogaré por ustedes al Padre, pues el Padre mismo los ama, porque ustedes me han amado y han creído que salí del Padre. Yo salí del Padre y vine al mundo; ahora dejo el mundo y vuelvo al Padre”

Meditación:
El evangelio nos habla de la Encarnación y de la vida de Jesucristo en el mundo que vino a salvar. Esta etapa del Hijo del hombre, como al Señor le gustaba llamarse, tuvo un fin en el tiempo, mas eso no quiere decir que Él nos abandona, ya que nada de nuestras vidas sucede que no esté en manos de Dios. “Aunque mi padre y mi madre me abandonaran, el Señor me acogerá” (Sal 27, 10).

El Padre inició la revelación por los caminos de la historia con Abraham, Moisés y Natán; esta revelación alcanza su plenitud en Jesús de Nazaret: “La Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros” (Juan 1, 14). El Padre celestial nos instruyó claramente: “Escuchadle” (Mc 9, 7). Jesucristo es el camino, y la meta, Dios Padre. Recordemos que Jesús, al mismo tiempo que estuvo orientado a los hombres para salvarlos nunca perdió de vista a su Padre.

Reflexión Apostólica:
Caminamos con Jesucristo siendo sus apóstoles y, porque somos sus apóstoles, oramos al Padre celestial acogiéndonos a su misericordia y buscamos, con la ayuda de la Virgen Santísima, ser dóciles a lo que el Espíritu Santo nos diga.

Propósito:
Oraré al Padre, mi principio y mi fin, y a Cristo mi mediador.

Meditación: Nadie podrá quitarles su alegría

Evangelio:
Jn 16, 20-23
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Les aseguro que ustedes llorarán y se entristecerán, mientras el mundo se alegrará. Ustedes estarán tristes, pero su tristeza se transformará en alegría.

Cuando una mujer va a dar a luz, se angustia, porque le ha llegado la hora; pero una vez que ha dado a luz, ya no se acuerda de su angustia, por la alegría de haber traído un hombre al mundo. Así también ahora ustedes están tristes, pero yo los volveré a ver, alegrará su corazón y nadie podrá quitarles su alegría. Aquel día no me preguntarán nada”

Meditación:
¡Con qué cariño les comunicas a tus apóstoles, Señor, aquello que estaban experimentando y que tendrían que pasar! Los animas, con sencillez, a vivir con entereza la realidad. No eres ajeno Jesús, y en este evangelio lo vemos, a esa parte de nuestro ser que llamamos emotividad. La aceptas y la comprendes; la vive y la asimila tu humanidad.

En mi tristeza estás Tú conmigo, Señor, mas no para dejarme derrotar por ella sino para asegurarme que todo ha de pasar. Quizás no aprecio tu presencia en mis alegrías y sin embargo, en ellas puede ser que estés más plenamente conmigo. Porque Tú, Jesucristo, eres la alegría; contigo llegó el canto de los ángeles al pobre y al humilde, y es tu Persona el amor que provoca el gozo de saberse amado y escuchado por Dios.

Reflexión Apostólica:
Como católicos convencidos de nuestro credo estamos obligados a formar, difundir y cuidar la fe. Al hacerlo, hay que ir contagiando la alegría que todo hombre de fe tiene, al vivir la seguridad de la presencia y el amor de Dios.

Propósito:
Eliminar de mi vida el desánimo, la apatía y la tristeza.

Meditación: El Espíritu de verdad los irá guiando hasta la verdad plena

Evangelio:
Jn 16, 12-15
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Aún tengo muchas cosas que decirles, pero todavía no las pueden comprender. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él los irá guiando hasta la verdad plena, porque no hablará por su cuenta, sino que dirá lo que haya oído y les anunciará las cosas que van a suceder. Él me glorificará, porque primero recibirá de mí lo que les vaya comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho que tomará de lo mío y se lo comunicará a ustedes”

Meditación:
Para que el hombre pudiera entrar en la intimidad con Dios, en una relación más cordial y personal con Él, era necesario que Dios saliese al paso de nuestras vidas revelándose, haciéndose presente en la historia del ser humano. Y Dios, por su infinito amor, se fue revelando al hombre hasta llegar al culmen de la revelación en Jesucristo, Dios que se hace hombre. Dios ha sido un maestro bondadoso y paciente que ha querido mostrarnos sus misterios e introducirnos en ellos, y como buen maestro, ha actuado por etapas, gradualmente. Pero una vez que ha llegado la revelación definitiva de Cristo, no puede haber ninguna otra revelación capaz de comunicar más o de completar, de algún modo, la revelación de Cristo.

Sin embargo, Jesús mismo nos dice que el Espíritu Santo, nos “irá guiando hasta la verdad plena…” ¿Cómo es esto? ¿No nos lo ha revelado ya todo Cristo? Nuestra capacidad de comprender es limitada; por eso, la misión del Espíritu consiste en guiarnos a una comprensión más profunda. El Espíritu Santo no añade nada diverso o nada nuevo a Cristo; sino que nos conduce cada vez más dentro del corazón de Cristo.

Así, el Espíritu Santo es nuestro aliado y guía en el conocimiento, amor e imitación de Cristo, ¡seamos colaboradores cercanos de este Santo Espíritu!

Reflexión Apostólica:
Cristo resucitado necesita testigos que se hayan encontrado con él, hombres que lo hayan conocido íntimamente a través del Espíritu Santo.

Propósito:
Seguir en todo las inspiraciones del Espíritu Santo, pues el camino más directo a la santidad es el seguimiento de la voluntad de Dios.

Meditación: Su tristeza se transformará en alegría

Evangelio:
Jn 16, 16-20
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Dentro de poco tiempo ya no me verán; y dentro de otro poco me volverán a ver”. Algunos de sus discípulos se preguntaban unos a otros: “¿Qué querrá decir con eso de que: ‘Dentro de poco tiempo ya no me verán, y dentro de otro poco me volverán a ver’, y con eso de que: ‘Me voy al Padre’?” Y se decían: “¿Qué significa ese ‘un poco’? No entendemos lo que quiere decir”.

Jesús comprendió que querían preguntarle algo y les dijo: “Están confundidos porque les he dicho: ‘Dentro de poco tiempo ya no me verán y dentro de otro poco me volverán a ver’. Les aseguro que ustedes llorarán y se entristecerán, mientras el mundo se alegrará. Ustedes estarán tristes, pero su tristeza se transformará en alegría”

Meditación:
La presencia de Dios en el alma es un don debido a la intervención amorosa de nuestro Creador. ¿Cuántas veces pasan meses y si no, años, en que por circunstancias atribuibles a simple pereza espiritual o falta de formación, nos mantenemos al margen de la presencia de Dios?

Pero llega el momento en que, por el simple paso del tiempo y de los acontecimientos, sentimos su gran ausencia. Es entonces cuando vienen la tribulación y el vacío. Pero también, es entonces cuando buscamos a Dios como vaso de agua en el desierto… Me pregunto si así tiene que ser siempre… ¡Claro que no! Hay que descubrir a Jesucristo, pero para ello tendremos que estar dispuestos a dejar muchas cosas en el camino que nos estorban y que pueden ser, aparentemente, muy necesarias para tener alegría en el mundo, pero, lo sabemos, puede ser una alegría ficticia que nos obstaculiza el gozo de vivir en sintonía con Dios.

Reflexión Apostólica:
Pensemos en las dos dimensiones que tiene el sufrimiento: la sobrenatural, que se arraiga en el misterio divino de la Redención; y la natural, porque en ella el hombre encuentra su humanidad y su misión.

Propósito:
Estaré pendiente del dolor ajeno para tratar de aliviarlo.

Meditación: Si no me voy, no vendrá a ustedes el Consolador

Evangelio:
Jn 16, 5-11
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Me voy ya al que me envió y ninguno de ustedes me pregunta: ‘¿A dónde vas?’ Es que su corazón se ha llenado de tristeza porque les he dicho estas cosas. Sin embargo, es cierto lo que les digo: les conviene que me vaya; porque si no me voy, no vendrá a ustedes el Consolador; en cambio, si me voy, yo se lo enviaré.

Y cuando él venga, establecerá la culpabilidad del mundo en materia de pecado, de justicia y de juicio; de pecado, porque ellos no han creído en mí; de justicia, porque me voy al Padre y ya no me verán ustedes; de juicio, porque el príncipe de este mundo ya está condenado”

Meditación:
Los apóstoles se sentían tristes y desconcertados porque Jesús les hablaba de su misteriosa partida. Les abrumaba la confusión y la incertidumbre. Jesús, para consolarlos les explica que se irá, pero que no los abandonará, que no les dejará huérfanos, sino que enviará al Espíritu Santo, al Consolador.

Jesús llama Consolador al Espíritu Santo. Esto quiere decir que ahora que Cristo ya no está con nosotros como lo estaba en su vida terrena, el Espíritu Santo nos acompaña. Así como una madre acompaña y consuela a sus hijos, del mismo modo el Espíritu Santo, nos guía, nos anima, nos consuela.

Cuánto más fácil sería nuestra vida cristiana si nos acompañásemos del Espíritu Santo, si recurriéramos con más frecuencia a Él. Este espíritu es el que ha sostenido a los santos, a los mártires, a todos los discípulos de Cristo en sus pruebas y sufrimientos y nos quiere acompañar también a nosotros.

La amistad del Espíritu Santo no se consigue con sólo desearla. Es una amistad que nos exige silencio, atención, fidelidad, hablar con Él y dejarnos guiar.

Reflexión Apostólica:
Para que el Espíritu Santo pueda hablar a nuestra alma debemos suscitar un clima de escucha para oír sus inspiraciones y corresponderle.

Propósito:
Preguntarle varias veces durante el día al Espíritu Santo cómo podemos agradarle más.

Meditación: No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los ha elegido

Evangelio:
Jn 15, 9-17
En aquel tiempo, Jesús dijo sus discípulos: “Como el Padre me ama, así los amo yo. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecen en mi amor; lo mismo que yo cumplo los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea plena.

Este es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande a sus amigos que el que da la vida por ellos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a ustedes los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que le he oído a mi Padre.

No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los ha elegido y los ha destinado para que vayan y den fruto y su fruto permanezca, de modo que el Padre les conceda cuanto le pidan en mi nombre. Esto es lo que les mando: que se amen los unos a los otros”

Meditación:
Toda persona desea amar y ser amada. Sin embargo, cuántos errores se comenten en nombre del amor. Algunos incluso llegan a dudar y piensan que el verdadero amor no es posible. Hay quienes experimentando una desilusión sentimental creen que el amor es una utopía, algo que muy pocos llegan a encontrar. Sin embargo, Jesús no nos deja de hablar del amor e incluso ¡nos manda amar!

Cuánta confusión hay en el mundo acerca del amor. Incluso hoy en día está difundido el prejuicio según el cual el cristianismo con sus mandamientos y prohibiciones pone obstáculos al amor. Por el contrario, el cristianismo es una llamada al verdadero amor y el cristiano está llamado a ser testigo de esto.

¿Dónde está la fuente del amor? La única fuente del verdadero amor es Dios. El amor no es una energía, no es un sentimiento. El amor es Dios, Uno y Trino.

¿Quieres saber cómo se ama? La respuesta no está en las telenovelas, ni en las revistas. Dios nos manifiesta el amor en Jesús. En Cristo, verdadero Dios y hombre comprendemos lo que es el amor. Cristo en la cruz nos enseña cómo se ama: el verdadero amor es fiel, es total, es puro, es desinteresado, se compromete hasta el final…

Reflexión Apostólica:
La gran escuela del amor es la Eucaristía. Cuando se pasa tiempo en compañía de Jesús se comprende la profundidad de su amor y de ahí se obtiene la gracia para practicar la caridad.

Propósito:
Vivir hoy motivado en todo por el amor que Dios me tiene.

Meditación: El Espíritu Santo les recordará todo cuanto les he dicho

Evangelio:
Jn 14, 23-29
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “El que me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y haremos en él nuestra morada. El que no me ama no cumplirá mis palabras. La palabra que están oyendo no es mía, sino del Padre, que me envió.

Les he hablado de esto ahora que estoy con ustedes; pero el Consolador, el Espíritu Santo que mi Padre les enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo cuanto yo les he dicho: La paz les dejo, mi paz les doy. No se la doy como la da el mundo. No pierdan la paz ni se acobarden. Me han oído decir: ‘Me voy, pero volveré a su lado’. Si me amaran, se alegrarían de que me vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Se lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, crean”

Meditación:
¡Qué mejor manera de celebrar este tiempo de Pascua, a través de la liturgia con la cita del Apocalipsis que habla del triunfo de Cristo y de la Jerusalén Mesiánica!

La ciudad a la que se refiere el Apocalipsis ya no es la Jerusalén terrestre. Es la ciudad de la esperanza, es la plenitud que resiste la última invasión. Es la salvación mesiánica como un don de Dios. De ahí que la ciudad no necesitara de sol ni de luna para iluminarse, pues su fuente de luz será la gloria de Dios, y su instrumento, el Cordero. Al final de los tiempos, Dios vencerá y su Ciudad será morada para todas las almas que siguieron los pasos de Su Hijo en la tierra. ¡El Plan Divino se cumplirá!

Hoy con la lectura del Apocalipsis, puedo confirmar la esperanza y la promesa de la salvación eterna y recordar que para lograrla me tendré que enfrentar a persecuciones y a tentaciones que deberé vencer.

Reflexión Apostólica:
Propiciaré que la esperanza impregne mi testimonio, convencida de que un día recibiré la felicidad eterna del encuentro definitivo con Dios.

Propósito:
Trataré de justificar o de enmendar, con humildad, cualquier “falta a la esperanza”.

Meditación: Ustedes no son del mundo, pues, al elegirlos, yo los he separado del mundo

El siervo no es superior a su señor

Evangelio:
Lectura del santo Evangelio según san Juan 15, 18-21
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Si el mundo los odia, sepan que me han odiado a mí antes que a ustedes. Si fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya; pero el mundo los odia porque no son del mundo, pues al elegirlos, yo los he separado del mundo.

”Acuérdense de lo que les dije: ‘El siervo no es superior a su señor’. Si a mí me han perseguido, también a ustedes los perseguirán, y el caso que han hecho de mis palabras lo harán de las de ustedes. Todo esto se lo van a hacer por mi causa, pues no conocen a aquel que me envió”.

Meditación:
Tomemos conciencia hoy de la condición de Cristo, pobre, sufriente, perseguido… Contemplemos a Cristo pobre desde el pesebre hasta el desprendimiento de la Cruz. Perseguido desde pequeño, durante su vida pública y hasta la muerte en la Cruz ¡Qué gran ejemplo nos da Cristo en todo momento!

El mundo nos sugiere un camino muy distinto al de Cristo, un camino donde se valoran las posesiones, las apariencias, el qué dirán. En definitiva, el mundo nos propone un camino fácil. Ser soberbio, orgulloso, impuro, infiel, es sencillo, basta con dejarse llevar. En cambio el camino de Cristo es exigente, nos propone a todos sus seguidores el camino del desprendimiento, de la humildad, del servicio.

El Señor dice: “El siervo no es superior a su señor”. Así nos enseña cómo debe ser la servicialidad cristiana. El cristiano cuando sirve ha de ser humilde, sin adoptar una posición de superioridad ante el otro. Cuando ayudamos a otros hemos de reconocer que, también de ese modo, somos ayudados. El poder ayudar no es mérito propio ni motivo de orgullo. El servir a los otros es una gracia, y cuanto más nos esforcemos por ayudar a los demás, mejor comprenderemos el mensaje de Cristo.

Reflexión apostólica:
El que sirve no debe actuar creyéndose superior o con mayor capacidad personal, sino que ha de ser consciente de que el Señor es quien también concede el don de servir.

Propósito:
Vivir este día optando por el camino de Cristo: el de servir a los demás y con profunda humildad.

Meditación: Este es mi mandamiento; que se amen los unos a los otros

El amor al prójimo

Evangelio:
Jn 15, 12-17
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Este es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande a sus amigos que el que da la vida por ellos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo siervos, porque siervo no sabe lo que hace su amo; a ustedes los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que le he oído a mi Padre.

”No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los ha elegido y los ha destinado para que vayan y den fruto y su fruto permanezca, de modo que el Padre les conceda cuanto le pidan en mi nombre. Esto es lo que les mando: que se amen los unos a los otros”.

Meditación:
La nueva Ley que Jesús vino a proponer es la del amor al prójimo como Él lo ama, como condición para la salvación.

Me recuerda hoy el Evangelio que el precepto mayor del cristiano es el amor, primero a Dios y, como consecuencia, a sus hermanos. Dar la vida por un amigo es prueba irrefutable de amor, como lo fue el que Dios Padre enviara a su Hijo a redimirnos del pecado con su muerte. Reiteras así, Señor, que la caridad es la respuesta que esperas del hombre para con sus semejantes. Pero además, confirmas que esa respuesta habrá de ser sin límites y hasta capaz de dar la vida.

Me pones a pensar, Señor, que generalmente busco formar parte de tu obra en actividades que se me facilitan, midiendo el tiempo que exigen, la comodidad de la cercanía, etcétera, y así creo que estoy cumpliendo contigo, con la caridad que en el Evangelio nos pides. ¡Qué error, qué egoísmo, qué falta de amor! Me lo haces ver hoy; rectificaré y abriré mi corazón al prójimo, Señor.

Reflexión apostólica:
El apóstol ve en la vida una oportunidad para trascender y acceder a Dios y por eso, “la da por sus amigos”, invirtiendo tiempo y talentos en la labor apostólica.

Propósito:
Diré a mis hijos que los quiero. Pondré el sello de mi amor a Cristo en la entrega a mi prójimo.

Meditación: Permanezcan en mi amor para que su alegría sea plena

Permanezcan en mi amor, par que su alegría sea plena

Evangelio:
Jn 15, 9-11
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Como el Padre me ama, así los amo yo. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecen en mi amor; lo mismo que yo cumplo los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea plena”.

Meditación:
Cumplir con los mandamientos me llevará a agradar a Dios y a un estado de gozo que, según el evangelio de San Juan, será colmado. El mensaje es claro; es optar por Él que es el fin y la felicidad del hombre. En el Antiguo Testamento aparecen algunas citas que confirman y que seguramente son antecedente de la propuesta evangélica de hoy, como por ejemplo: “Felices son los que abrazan la prudencia”, en Proverbios; “El temor del Señor recrea el corazón, da contento y regocijo y largos días”, en Eclesiásticos; “Feliz el hombre que no se ha deslizado con su boca, ni sufre tormento por la tristeza del pecado. Feliz aquel a quien su conciencia no reprocha, y que no queda corrido en su esperanza”, en Eclesiástico, también.

Me estás pidiendo santidad, para cumplir con alegría, tu voluntad, expresada en tus mandamientos. Pero también me ofreces alegría como el resultado inmediato de cumplir con tal opción. Recuerdo que las principales consecuencias de no cumplir tus preceptos, en la vida cotidiana, son el hastío, el desánimo, la ansiedad y, en general, la falta de paz de quien se sabe alejado y hasta descartado de la vida eterna.

Reflexión apostólica:
Me gusta buscar la alegría a través de la interpretación de tu mensaje y el cumplimiento de tus preceptos. Me gusta contagiar tal alegría. Desde hoy ofrezco que mi primer apostolado será el de la alegría, insertada en todos y cada uno de los aspectos de mi vida.

Propósito:
Consideraré como un error a corregir, cualquier actitud de pesimismo o abatimiento.

Meditación: El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante

Permanecer en Ti es adherirme a tu Palabra

Evangelio:
Jn 15, 1-8
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. Al sarmiento que no da fruto en mí, él lo arranca, y al que da fruto lo poda para que dé más fruto.

Ustedes ya están purificados por las palabras que les he dicho. Permanezcan en mí y yo en ustedes. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante, porque sin mí nada pueden hacer. Al que no permanece en mí se le echa fuera, como al sarmiento, y se seca; luego lo recogen, lo arrojan al fuego y arde.

Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y se les concederá. La gloria de mi Padre consiste en que den mucho fruto y se manifiesten así como discípulos míos”.

Meditación:
Me dices hoy, Señor que hay que permanecer en Ti para dar fruto. Ahora bien, yo me cuestiono qué es y cómo se permanece en Ti… Permanecer en Ti, es adherirme a tu Palabra que se me presenta como el parámetro a considerar, para encontrar el sentido de la vida y definirme, en todos los campos que la conforman, de acuerdo a la “verdad”. Permanecer en Ti, Señor, es escoger el bien que eres Tú y, partiendo de esta verdad, deseada y asimilada por cada uno y ejerciendo la libertad, pronunciarse en el trayecto de la vida personal, por todo aquello que nos promociona como personas y nos lleva a ir escogiendo los bienes verdaderos, que en el obrar, afianzan nuestra dignidad.
En la práctica, Señor, este tu sarmiento falla, y se puede desgajar, pero me dices que el Padre lo limpia para que fructifique más… Para esto es el Sacramento de la Reconciliación, en donde recupero la fuerza para permanecer en la vid y poder dar gloria al viñador, al Padre Celestial.

Reflexión apostólica:
Considerando que nuestro primer y obligado apostolado se ha de dar en la familia, quiero ser, Señor, ese sarmiento que, unido a Ti, difunda con su ejemplo la verdad y el bien.

Propósito:
Trataré de eliminar cualquier actitud de arrogancia.

Meditación: Les doy mi paz

La paz, estabilidad de ánimo de los hijos de Dios

Evangelio:
Jn 14, 27-31
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “La paz les dejo, mi paz les doy. No se la doy como la da el mundo. No pierdan la paz ni se acobarden. Me han oído decir: ‘Me voy, pero volveré a su lado’. Si me amaran, se alegrarían de que me vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Se lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, crean.

Ya no hablaré muchas cosas con ustedes, porque se acerca el príncipe de este mundo; no es que él tenga poder sobre mí, pero es necesario que el mundo sepa que amo al Padre y que cumplo exactamente lo que el Padre me ha mandado”.

Meditación:
La paz a la que se refiere Jesucristo, es el resultado de una unión íntima con Él. Es una estabilidad de ánimo, propia de los auténticos hijos de Dios, que se abandonan a su voluntad y que asumen plenamente su papel de cristianos comprometidos. Sólo a través de la pobreza de espíritu podremos conseguirla. Es un fruto de la presencia del Espíritu Santo en nuestras almas, y que hay que pedir en la oración humilde.

Además, la paz es resultado de una elección personal, de un desprendimiento sano de todo lo creado y de confianza absoluta en Dios. Es síntoma inequívoco de la presencia de Dios en el alma. A su vez, esta presencia tiene que llevar a la alegría que contrarresta el aburrimiento, el cansancio y la depresión de la sociedad actual. Que se nos reconozca por esta virtud y que la fe y la esperanza en la resurrección a futuro, y la vida nueva, que es la gracia de Dios en cada uno… en el presente, ¡se nos note!

Reflexión apostólica:
“Levantáos, vámonos de aquí”, les dijiste a tus apóstoles, Señor. Hoy me lo dices buscando en mí una actitud de disponibilidad para lo que se me proponga. Esto será resultado del amor que se traduce en “obediencia motivada y activa”.

Propósito:
Propiciaré la paz y seré prudente ante el error.

Meditación: El Espíritu santo, que mi Padre les enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas

Acoger al Padre y al Hijo en mi alma

Evangelio:
Jn 14, 21-26
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “El que acepta mis mandamientos y los cumple, ése me ama. Al que me ama a mí, lo amará mi Padre, yo también lo amaré y me manifestaré a él”.

Entonces le dijo Judas (no el Iscariote): “Señor, ¿por qué razón a nosotros sí te nos vas a manifestar y al mundo no?” Le respondió Jesús: “El que me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos en él nuestra morada. El que no me ama no cumplirá mis palabras. Y la palabra que están oyendo no es mía, sino del Padre, que me envió.

Les he hablado de esto ahora que estoy con ustedes; pero el Consolador, el Espíritu Santo que mi Padre les enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo cuanto yo les he dicho”.

Meditación:
Amarte, Señor, implica guardar tu Palabra y permitir que tu Espíritu haga morada en mí. Suena fácil, pero sé que el término “guardar” exige, por lo menos tres tareas de mi parte: conocer la Palabra, cumplirla y custodiarla, es decir, conocerte para amarte, imitarte y no ofenderte, Señor. Estas tareas no serán viables si la persona no se abre con sencillez y humildad al Espíritu Santo.

Jesucristo, nos ha mostrado el amor del Padre celestial y se ha desgastado por enseñarnos nuestro bien, en la Verdad de la Palabra que es Él, la cual debemos acoger en nuestra vida diaria.

Me pregunto, ¿qué tan dispuesto y preparado estoy para acoger al Padre y al Hijo en mi alma?, ya que, con sinceridad, mi testimonio a veces no es el de alguien que “guarde su Palabra”.

Hoy me haces ver, Señor, que es el amor el factor que ha de fundamentar mi vida interior y todos mis actos. En el amor puedo descubrir el del Padre celestial; el amor le da crecimiento a mi fe en Jesucristo, vitaliza la esperanza y se une al amor del Espíritu Santo para vivir la caridad aplicando en todo las palabras del Señor.

Reflexión apostólica:
El apóstol difunde la Palabra por amor al Padre y a Jesucristo en el prójimo.

Propósito:
Apoyaré con entusiasmo y con lo que esté a mi alcance, las obras en el Centro de Apostolado.

Sunday, May 06, 2007

Meditación: Un mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros

Evangelio:
Jn 13, 31-33. 3435
Cuando Judas salió del cenáculo, Jesús dijo: “Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo y pronto lo glorificará, Hijitos, todavía estaré un poco con ustedes. Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado; y por este amor reconocerán todos que ustedes son mis discípulos”.

Meditación:
La primera consideración que podemos hacer en nuestra Meditación
es la de reflexionar una vez más en que Dios es amor. El amor define el ser de Dios. Por tanto, todo lo que Él hace o permite en nuestra vida nace del amor, lo hace por amor y con amor.

Pero cuando Dios nos dice que nos ama, no se limita a hacer una declaración de amor con puras palabras, sino que su amor se manifiesta en el sacrificio de la cruz de Jesús. El amor de Jesús por nosotros ha llegado hasta el derramamiento de su sangre por nuestra salvación.

Ante tal derroche de amor, ¿qué puede hacer el cristiano? A cada uno le corresponde dar una respuesta, activa, ¡grande!, en la medida del amor de Dios. Así como nos lo marca Jesús, como Él nos ha amado.

Reflexión apostólica:
La verdadera caridad cristiana es aquella que se dirige a todos sin distinciones, es aquella que va hasta las últimas consecuencias, es aquella que no tiene medida.

Propósito:
Vivir hoy el mandamiento del amor de tal manera que invitemos a otros también a practicarlo.

Meditación: Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre

Evangelio:
Jn 14, 7-14
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Si ustedes me conocen a mí, conocen también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto”.

Le dijo Felipe: “Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta”. Jesús le replicó: “Felipe, tanto tiempo hace que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conoces? Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Entonces por qué dices: ‘Muéstranos al Padre’? ¿O no crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que yo les digo, no las digo por mi propia cuenta. Es el Padre, que permanece en mí, quien hace las obras. Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Si no me dan fe a mí, créanlo por las obras.

Yo les aseguro: el que crea en mí, hará las obras que hago yo y las hará aun mayores, porque yo me voy al Padre; y cualquier cosa que pidan en mi nombre, yo la haré para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Yo haré cualquier cosa que me pidan en mi nombre”. Palabra del Señor.

Meditación:
Interceder, pedir a favor de otro es, desde Abraham, evidencia de la misericordia de los corazones. Así como Moisés fue el gran intercesor en el Antiguo Testamento, Cristo en el Nuevo, es el gran intercesor de todos los hombres, ante el Padre y para su gloria.

La vida humana cuenta con la custodia y la intercesión permanente de los ángeles, así como la ayuda fraterna de los santos, mas es importante recordar que el intercesor por excelencia sólo es Cristo. Con frecuencia acudimos a los ángeles y a los santos, como intercesores, olvidando un poco, quizás, que nuestro primer y gran intercesor ante Dios Padre, es Cristo. Con ello debemos sellar nuestra vida entera, con la vivencia de un amor verdadero y apasionado a Cristo que se traduzca en seguimiento e imitación. Cristo está presente de múltiples maneras en su Iglesia: en los pobres, en los enfermos, en mi compañera de equipo que está pasando un momento difícil.

Cristo está presente también bajo las especies eucarísticas, evidencia de que es nuestro gran intercesor y al cual podemos acudir en cualquier momento, visitándolo en el Sagrario o recibiéndolo en la comunión.

Reflexión Apostólica:
“Para el apóstol el Sagrario tiene que ser lugar de conciliación de su corazón: Ahí Cristo nos sana de todas nuestras pequeñeces; de toda privación, de toda inquietud. Ahí Él se nos presenta como el amigo que nunca falla; capaz de satisfacer los más secretos anhelos de nuestro corazón”. (Mensaje 1, Carta 50 núm. 5).

Propósito:
Frente al Sagrario, pediré humildad y tolerancia en mi vida de equipo.

Meditación: Tanto tiempo hace que estoy con ustedes, ¿y todavta no me conocen?

Evangelio:
Jn 14, 6-14
En aquel tiempo, Jesús dijo a Tomás: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre si no es por mí. Si ustedes me conocen a mí, conocen también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto”.

Le dijo Felipe: “Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta”. Jesús le replicó: “Felipe, tanto tiempo hace que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conoces? Quien me ha visto a mí. ha visto al Padre. ¿Entonces por qué dices: ‘Muéstranos al Padre’? ¿O no crees que yo es toy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que yo les digo, no las digo por mi propia cuenta. Es el Padre, que permanece en mí, quien hace las obras. Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Si no me dan fe a mí, créanlo por las obras.

Yo les aseguro: el que crea en mí, hará las obras que hago yo y las hará aún mayores, porque yo me voy al Padre; y cualquier cosa que pidan en mi nombre, yo la haré para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Yo haré cualquier cosa que me pidan en mi nombre”.

Meditación:
Jesucristo quiere ser para cada uno de nosotros el Camino, la Verdad y la Vida.

Tener a Jesús como “Camino”, quiere decir que Él sea el modelo de nuestro actuar. Es tener presente sus palabras y sus enseñanzas para llevarlas a la práctica, pensando ¿qué me dice Cristo en el Evangelio? ¿Cómo pensaba y actuaba Cristo? ¿Cómo lo puedo imitar hoy?

Jesús como “Verdad” de nuestra vida, significa que Él sea nuestro criterio para ver y juzgar toda la realidad ¡Cuánto cambia la visión de las cosas cuando las ponemos en relación con Cristo! así aprendemos a usar todo como medios y no como fines de nuestra vida.

Tener a Jesús como la propia “Vida”, es hacerlo el centro de nuestra existencia. Que Jesús sea el interés más importante de nuestra vida y no las cosas que tenemos.

En definitiva, todo esto quiere decir amar tanto a Dios que asimilemos las actitudes de Jesús. Todo esto presupone hacer la experiencia de Cristo en la oración, “convivir” frecuentemente con Él, dedicarle tiempo a la oración y visitarle en la Eucaristía. Así podremos llevar un estilo de vida realmente cristiano en el que Jesucristo lo sea ya todo para nosotros.

Reflexión apostólica:
Le es muy necesario al cristiano contemplar a Cristo en el Evangelio, porque es en él donde aprendemos a conocer, amar y a imitar a Jesús.

Propósito:
Preguntarme hoy a lo largo del día ¿qué haría Cristo en esta circunstancia?

Meditación: El Hijo del hombre tiene que ser levantado

Evangelio:
Jn 3, 13-17
En aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo: “Nadie ha subido al cielo sino el Hijo del hombre, que bajó del cielo y está en el cielo. Así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna.

Porque tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, pa ra que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por él”.

Meditación:
Toda la vida de Jesús fue una entrega constante hasta llegar al sacrificio de la cruz. Por eso, la cruz debe estar siempre en el centro de nuestra oración, nunca debemos dejar de meditar en el gran amor que significa el cuerpo martirizado de Jesús. Allí se nos manifiesta el amor en su forma más radical. Pensemos que en la cruz se nos manifiesta Dios como Padre Misericordioso, como Padre que nos perdona y nos da la paz.

¿Cómo responder a este amor de Dios? El evangelista Juan nos presenta a un personaje de nombre Nicodemo, miembro del Sanedrín de Jerusalén, que va de noche a encontrarse con Jesús. Se trata de un hombre bueno, que se siente atraído por las palabras y el ejemplo del Señor, pero que tiene miedo. Duda en dar el salto de la fe. ¡Cuántos de nosotros también buscamos a Jesús, pero no damos el paso de la fe! Debemos hacer la experiencia de la amistad de Cristo, de ahí surgirá una vida nueva marcada por el amor.

Acerquémonos una vez más a la cruz para descubrir cada día con más fe, el amor de Dios.

Reflexión apostólica:
El amor de Dios a los hombres se hace concreto y se manifiesta en el amor de Jesús. Contemplemos su ejemplo de entrega en la cruz para comprender lo que significa creer de veras en Él.

Propósito:
Vivir hoy con un amor oblativo y total. Si Jesús ha llegado a derramar su sangre por mí, yo, ¿qué voy a hacer por Él y los demás?

Meditación: Yo he venido al mundo como luz

Evangelio:
Jn 12, 44-50
En aquel tiempo, exclamó Jesús con fuerte voz: “El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado; el que me ve a mí, ve aquel que me ha enviado. Yo he venido al mundo como luz, para que todo el que crea en mí no siga en tinieblas.

Si alguno oye mis palabras y no las pone en práctica, yo no lo voy a condenar; porque no he venido al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo.

El que me rechaza y no acepta mis palabras, tiene ya quien lo condene: las palabras que yo he hablado lo condenarán en el último día. Porque yo no he hablado por mi cuenta, sino que mi Padre, que me envió, me ha mandado lo que tengo que decir y hablar. Y yo sé que su mandamiento es vida eterna. Así, pues, lo que hablo, lo digo como el Padre me lo ha dicho”.

Meditación:
“Yo he venido al mundo como luz”. El que cree en Jesús posee una luz nueva con la cual iluminar todas las realidades. Se trata de un conocimiento que nos permite encontrar a Dios en todo lo que nos rodea. La fe ilumina nuestra razón y nos hace juzgar las cosas desde una perspectiva más sobrenatural. Nos lanza a reconocer la intervención de Dios en nuestras vidas.

La fe cristiana es luz, pero esta fe no es algo que nos dan los hombres, tampoco es el conjunto de ideas que nos fabricamos nosotros mismos. La fe es aceptar y someterse libremente a la Palabra de Dios. Además, para que sea auténtica, la fe se debe reflejar en todas las facetas del actuar humano.

Hemos de acompañar nuestra fe de las obras de la caridad, pues creemos en un Dios que es amor, que nos ama y nos llama a llevar su amor a los hombres.

Este amor no es algo abstracto, sino que es tan concreto como nuestro prójimo. El amor al prójimo no se reduce a una actitud genérica, poco exigente en sí misma, sino que significa descubrir en cada persona la presencia de Jesús.

Reflexión apostólica:
Es fácil practicar la caridad cristiana, comencemos por hacer felices a los demás, por ofrecerles siempre una sonrisa, hablemos siempre bien de todos.

Propósito:
Acrecentar mi fe, descubriendo en los demás la presencia de Dios.

Meditación: ¿No es éste el hijo del carpintero?

Evangelio:
Mt 13; 54-58
En aquel tiempo, Jesús llegó a su tierra y se puso a enseñar a la gente en la sinagoga, de tal forma, que todos estaban asombrados y se preguntaban: “¿De dónde ha sacado éste esa sabiduría y esos poderes milagrosos? ¿Acaso no es éste el hijo del carpintero?

¿No se llama María su madre y no son sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? ¿Qué no viven entre nosotros todas sus hermanas? ¿De dónde, pues, ha sacado todas estas cosas?” Y se negaban a creer en él.

Entonces, Jesús les dijo: “Un profeta no es despreciado mas que en su patria y en su casa”. Y no hizo muchos milagros ahí por la incredulidad de ellos.

Meditación:
Jesús es nuevamente cuestionado sobre su procedencia divina y Él, ante la actitud de incredulidad de quienes le rodeaban en el Templo, declara que para “ser de sus ovejas” hay que escucharlo y creer en Él.

Como “oveja”, yo debo “escuchar la voz” y debo seguir al Pastor. Dios me está pidiendo mi colaboración para permanecer en su mano. Entiendo el poder infinito de mi Padre; pero también entiendo la necesidad de mi coparticipación libre.

Él me indica el camino; yo lo escucho y decido asirme de su mano y Él me promete que nadie me arrebatará de ahí.

La fe supone una afinidad espiritual con la verdad. Debo propiciar la primera, a través de la búsqueda de la segunda, que no es otra cosa que la “voz”, que en forma muy concreta encuentro en las Sagradas Escrituras, pero que también puedo escuchar en mis semejantes, si afino mi oído y pulo mi corazón.
¡Quiero Señor, a través de esta pequeña reflexión, contagiar mi anhelo de escuchar tu voz y de asirme de tu mano!

Reflexión apostólica:
El apóstol busca siempre conocer más a Jesucristo, para amarlo y llevarlo a sus hermanos. Hay que tener una fe “instruida”, mas, el motivo y el fin de ello ha de ser la “vocación al amor”.

Propósito:
Disculpar a mis compañeros de equipo, cuando sea necesario.

Meditación: El buen pastor

Evangelio:
Jn 10, 1-10
En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: “Yo les aseguro que el que no entra por la puerta del redil de las ovejas, sino que salta por otro lado, es un ladrón, un bandido; pero el que entra por la puerta, ése es el pastor de las ovejas. A ése le abre el que cuida la puerta, y las ovejas reconocen su voz; él llama a cada una por su nombre y las conduce afuera. Y cuando ha sacado a todas sus ovejas, camina delante de ellas, y ellas lo siguen, porque conocen su voz. Pero a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños”.

Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron lo que les quería decir. Por eso añadió: “Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes que yo, son ladrones y bandidos; pero mis ovejas no los han escuchado.

Yo soy la puerta; quien entre por mí se salvará, podrá entrar y salir y encontrará pastos. El ladrón sólo viene a robar, a matar y a destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”.

Meditación:
Jesús anuncia que Él es el buen pastor que vela por su criatura, es Aquel que va tras nosotros a donde vayamos, nos sigue como a la oveja perdida hasta nuestros desiertos y confusiones. No se trata sólo de meras palabras, sino que es el obrar común de Jesús.

En primer lugar vemos que Jesús da la vida por las ovejas. En su muerte en la cruz se realiza esa donación completa de su vida. Allí se muestra su amor de la forma más radical. Poner nuestra mirada en el crucifijo ayuda a comprender que efectivamente “Dios es amor”. Es allí, en la cruz, donde puede contemplarse esta verdad. Es en la cruz donde aprendemos a definir lo que es el amor.

En segundo término el Buen pastor conoce a las ovejas. Sí, Jesús nos conoce, nos llama por nuestro nombre, sabe de nuestros esfuerzos y de nuestras caídas, conoce nuestro corazón mejor que nosotros mismos. Se relaciona con cada uno de modo personal. Esto debe animarnos a conocer cada día más a Jesús y a tratarlo como al mejor amigo.

Pero Jesús, nuestro Pastor, también nos confiesa que tiene otras ovejas que no son de este redil; y a las que debe atraer. Nos llama así al apostolado. No podemos tener a Cristo sólo para nosotros. Él nos invita a salir de nosotros mismos para extender su rebaño.

Reflexión apostólica:
El amor a Dios nunca se puede dar por concluido y completado, debe transformar siempre nuestra vida y hacernos madurar hacia una entrega más generosa y por ende más feliz.

Propósito:
Poner en práctica mi llamado a colaborar con la extensión del Reino practicando la caridad.

Meditación: Yo les doy la vida eterna a mis ovejas

Ahora nos dirigiremos a los paganos

Evangelio:
Jn 10, 27-30
En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: “Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy la vida eterna y no perecerán jamás; nadie las arrebatará de mi mano.

Me las ha dado mi Padre, y él es superior a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. El Padre y yo somos uno”.

Meditación:
Tus palabras, Señor, en el evangelio de hoy, llenan el alma de alegría y de confianza. Eres Tú, mi Redentor, quien habla a sus contemporáneos, con toda la fuerza del amor por aquellos a quienes viniste a salvar. Quien se decida a seguirte tendrá bien claro, que estarás siempre a su lado, que una vez derramaste tu sangre por nosotros, Señor, y nos entregaste así a las manos de tu Padre, y de allí dices que nadie nos arrebatará de tu presencia.

Hoy declaro que como una de tus ovejas he de escuchar tu voz para seguirte y vivir en Ti, y para ello he de tener esos momentos diarios de oración contigo, y leer y reflexionar tu Palabra diariamente en cada Evangelio.

Mi mano, Señor, no se quiere separar nunca de la tuya; ¡qué consuelo saber que, estando contigo, nadie me puede arrebatar del Padre Celestial!

Reflexión apostólica:
El evangelio de hoy nos llena de alegría y de paz, al considerarnos ovejas del Señor. A la vez, es un impulso al trabajo apostólico que busca que otras ovejas no se dejen arrebatar de las manos de Jesucristo.

Propósito:
Minimizaré y disculparé cualquier error que se cometa en mi equipo.