Meditación: Yo les doy la vida eterna a mis ovejas
Ahora nos dirigiremos a los paganos
Evangelio:
Jn 10, 27-30
En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: “Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy la vida eterna y no perecerán jamás; nadie las arrebatará de mi mano.
Me las ha dado mi Padre, y él es superior a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. El Padre y yo somos uno”.
Meditación:
Tus palabras, Señor, en el evangelio de hoy, llenan el alma de alegría y de confianza. Eres Tú, mi Redentor, quien habla a sus contemporáneos, con toda la fuerza del amor por aquellos a quienes viniste a salvar. Quien se decida a seguirte tendrá bien claro, que estarás siempre a su lado, que una vez derramaste tu sangre por nosotros, Señor, y nos entregaste así a las manos de tu Padre, y de allí dices que nadie nos arrebatará de tu presencia.
Hoy declaro que como una de tus ovejas he de escuchar tu voz para seguirte y vivir en Ti, y para ello he de tener esos momentos diarios de oración contigo, y leer y reflexionar tu Palabra diariamente en cada Evangelio.
Mi mano, Señor, no se quiere separar nunca de la tuya; ¡qué consuelo saber que, estando contigo, nadie me puede arrebatar del Padre Celestial!
Reflexión apostólica:
El evangelio de hoy nos llena de alegría y de paz, al considerarnos ovejas del Señor. A la vez, es un impulso al trabajo apostólico que busca que otras ovejas no se dejen arrebatar de las manos de Jesucristo.
Propósito:
Minimizaré y disculparé cualquier error que se cometa en mi equipo.
Evangelio:
Jn 10, 27-30
En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: “Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy la vida eterna y no perecerán jamás; nadie las arrebatará de mi mano.
Me las ha dado mi Padre, y él es superior a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. El Padre y yo somos uno”.
Meditación:
Tus palabras, Señor, en el evangelio de hoy, llenan el alma de alegría y de confianza. Eres Tú, mi Redentor, quien habla a sus contemporáneos, con toda la fuerza del amor por aquellos a quienes viniste a salvar. Quien se decida a seguirte tendrá bien claro, que estarás siempre a su lado, que una vez derramaste tu sangre por nosotros, Señor, y nos entregaste así a las manos de tu Padre, y de allí dices que nadie nos arrebatará de tu presencia.
Hoy declaro que como una de tus ovejas he de escuchar tu voz para seguirte y vivir en Ti, y para ello he de tener esos momentos diarios de oración contigo, y leer y reflexionar tu Palabra diariamente en cada Evangelio.
Mi mano, Señor, no se quiere separar nunca de la tuya; ¡qué consuelo saber que, estando contigo, nadie me puede arrebatar del Padre Celestial!
Reflexión apostólica:
El evangelio de hoy nos llena de alegría y de paz, al considerarnos ovejas del Señor. A la vez, es un impulso al trabajo apostólico que busca que otras ovejas no se dejen arrebatar de las manos de Jesucristo.
Propósito:
Minimizaré y disculparé cualquier error que se cometa en mi equipo.
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