Meditación: El Hijo del hombre tiene que ser levantado
Evangelio:
Jn 3, 13-17
En aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo: “Nadie ha subido al cielo sino el Hijo del hombre, que bajó del cielo y está en el cielo. Así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna.
Porque tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, pa ra que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por él”.
Meditación:
Toda la vida de Jesús fue una entrega constante hasta llegar al sacrificio de la cruz. Por eso, la cruz debe estar siempre en el centro de nuestra oración, nunca debemos dejar de meditar en el gran amor que significa el cuerpo martirizado de Jesús. Allí se nos manifiesta el amor en su forma más radical. Pensemos que en la cruz se nos manifiesta Dios como Padre Misericordioso, como Padre que nos perdona y nos da la paz.
¿Cómo responder a este amor de Dios? El evangelista Juan nos presenta a un personaje de nombre Nicodemo, miembro del Sanedrín de Jerusalén, que va de noche a encontrarse con Jesús. Se trata de un hombre bueno, que se siente atraído por las palabras y el ejemplo del Señor, pero que tiene miedo. Duda en dar el salto de la fe. ¡Cuántos de nosotros también buscamos a Jesús, pero no damos el paso de la fe! Debemos hacer la experiencia de la amistad de Cristo, de ahí surgirá una vida nueva marcada por el amor.
Acerquémonos una vez más a la cruz para descubrir cada día con más fe, el amor de Dios.
Reflexión apostólica:
El amor de Dios a los hombres se hace concreto y se manifiesta en el amor de Jesús. Contemplemos su ejemplo de entrega en la cruz para comprender lo que significa creer de veras en Él.
Propósito:
Vivir hoy con un amor oblativo y total. Si Jesús ha llegado a derramar su sangre por mí, yo, ¿qué voy a hacer por Él y los demás?
Jn 3, 13-17
En aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo: “Nadie ha subido al cielo sino el Hijo del hombre, que bajó del cielo y está en el cielo. Así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna.
Porque tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, pa ra que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por él”.
Meditación:
Toda la vida de Jesús fue una entrega constante hasta llegar al sacrificio de la cruz. Por eso, la cruz debe estar siempre en el centro de nuestra oración, nunca debemos dejar de meditar en el gran amor que significa el cuerpo martirizado de Jesús. Allí se nos manifiesta el amor en su forma más radical. Pensemos que en la cruz se nos manifiesta Dios como Padre Misericordioso, como Padre que nos perdona y nos da la paz.
¿Cómo responder a este amor de Dios? El evangelista Juan nos presenta a un personaje de nombre Nicodemo, miembro del Sanedrín de Jerusalén, que va de noche a encontrarse con Jesús. Se trata de un hombre bueno, que se siente atraído por las palabras y el ejemplo del Señor, pero que tiene miedo. Duda en dar el salto de la fe. ¡Cuántos de nosotros también buscamos a Jesús, pero no damos el paso de la fe! Debemos hacer la experiencia de la amistad de Cristo, de ahí surgirá una vida nueva marcada por el amor.
Acerquémonos una vez más a la cruz para descubrir cada día con más fe, el amor de Dios.
Reflexión apostólica:
El amor de Dios a los hombres se hace concreto y se manifiesta en el amor de Jesús. Contemplemos su ejemplo de entrega en la cruz para comprender lo que significa creer de veras en Él.
Propósito:
Vivir hoy con un amor oblativo y total. Si Jesús ha llegado a derramar su sangre por mí, yo, ¿qué voy a hacer por Él y los demás?
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