Saturday, February 24, 2007

Meditación: ¡Oyeme, niña levántate!

“Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y queda sana de tu enfermedad”.

Evangelio:
Marcos 5, 21-43
En aquel tiempo, cuando Jesús regresó en la barca al otro lado del lago, se quedó en la orilla y ahí se le reunió mucha gente. Entonces se acercó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo. Al ver a Jesús, se echó a sus pies y le suplicaba con insistencia: “Mi hija está agonizando. Ven a imponerle las manos para que se cure y viva”. Jesús se fue con él, y mucha gente lo seguía y lo apretujaba.

Entre la gente había una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años. Había sufrido mucho a manos de los médicos y había gastado en eso toda su fortuna, pero en vez de mejorar, había empeorado.. Oyó hablar de Jesús, vino y se le acercó por detrás entre la gente y le tocó el manto, pensando que, con sólo tocarle el vestido, se curaría. Inmediatamente se le secó la fuente de su hemorragia y sintió en su cuerpo que estaba curada.

Jesús notó al instante que una fuerza curativa había salido de Él, se volvió hacia la gente y les preguntó: “¿Quién ha tocado mi manto?” Sus discípulos le contestaron: “Estás viendo cómo te empuja la gente y todavía preguntas: ‘¿Quién me ha tocado?’ “Pero Él seguía mirando alrededor, para descubrir quién había sido. Entonces se acercó la mujer, asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado; se postró a sus pies y le confesó la verdad. Jesús la tranquilizó, diciendo: “Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y queda sana de tu enfermedad”.

Todavía estaba hablando Jesús, cuando unos criados llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle a éste: “Ya se murió tu hija. ¿Para qué sigues molestando al Maestro?” Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga “No temas, basta que tengas fe”. No permitió que lo acompañaran más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago.

Al llegar a la casa del jefe de la sinagoga, vio Jesús el alboroto de la gente y oyó los llantos y los alaridos que daban. Entró y les dijo: “¿Qué significa tanto llanto y alboroto? La niña no está muerta, está dormida”. Y se reían de Él.

Entonces Jesús echó fuera a la gente, y con los padres de la niña y sus acompañantes, entró a donde estaba la niña. La tomó de la mano y le dijo: “¡Talitá, kum!”, que significa: “¡Óyeme, niña, levántate!” La niña, que tenía doce años, se levantó inmediatamente y se puso a caminar. Todos se quedaron asombrados. Jesús les ordenó severamente que no lo dijeran a nadie y les mandó que le dieran de comer a la niña. Palabra del Señor.


Meditación:
Marcos refiere las palabras y obras de Cristo para robustecer la fe de los primeros cristianos en la divinidad de Jesús.

La fe de la mujer, manifestada en el afán por tocar el vestido de Jesús, activó el poder del Señor y se dio el milagro. ¡Cuántas veces, tontamente he creído que sólo con mis fuerzas y dedicación lograría vencer limitaciones y obstáculos, y qué equivocado he estado! He de afanarme en llegar hasta Jesucristo a través de conductas y actitudes que nazcan de la fe, contemplen la esperanza y se hagan meritorias por el amor a Dios, y así, como la hemorroisa, podré suscitar de Jesucristo una respuesta. A la luz del Evangelio, veo, Señor, que he de acordarme ante una enfermedad y necesidad apremiante, o contemplando el flujo de problemas que desde hace tiempo padezco, que estás en el Sagrario y que he de llegar a Ti, como la hemorroisa, con fe y humildad, venciendo dificultades y de rodillas, en silencio, poner mi corazón y mi padecimiento en tu misericordia.

El Señor se pone en camino y sus palabras a la chica muerta: “Muchacha, a ti te digo, levántate”, responden a la fe de Jairo. ¡Cuántos Jairos en la actualidad, hace falta que descubran a Jesucristo, se acerquen a Él y le pidan que sane la enfermedad física y espiritual de tantos hombres! Me llevas a pensar, Señor, que por tu Iglesia estás siempre presente en el mundo, entre nosotros y hasta Ti llega, en la fe, la oración incesante que hagamos por nuestros hijos, siempre expuestos en el mundo a las agresiones de males… A nuestros ojos, las dolencias pueden ya no tener remedio, pero el Señor es el único que sabe cuándo, cómo y dónde ha de sanarlas. Hoy aprendo que es indispensable tener la confianza absoluta en que ante el mal, cualquiera que sea y que puedan padecer mis hijos, allí está Cristo respondiendo a la fe de los padres.

Reflexión Apostólica:
La fe y la caridad del apóstol de Jesucristo lo hacen estar pendiente de los padecimientos de sus hermanos los hombres y orar con esperanza por ellos.

Propósito:
Visitar al enfermo y orar por su restablecimiento.

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