Sunday, July 22, 2007

Meditación: Amen a sus enemigos

Evangelio:
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 5, 43-48
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Han oído ustedes que se dijo: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo; yo, en cambio, les digo: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que los persiguen y calumnian, para que sean hijos de su Padre celestial, que ha ce salir su sol sobre los buenos y los malos, y manda su lluvia sobre los justos y los injustos.
Porque si ustedes aman a los que los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen eso mismo los publicanos? Y si saludan tan sólo a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen eso mismo los paganos? Ustedes, pues, sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto”.

Meditación:
La segunda parte de este precepto de la antigua Ley, “odiarás a tu enemigo” es una mala interpretación del original arameo: “No tienes por qué amar a tu enemigo”. Aún así Jesús va más allá; Él pide a sus seguidores que se ame al enemigo quien sigue siendo, a pesar de todo, su prójimo.

Desde San Esteban, pasando por los cristeros y hasta el último mártir de hoy, todos veían en los hombres que los atacaban y hasta en sus verdugos al pecador que necesitaba de la gracia y del perdón de Dios. Ponían en práctica, no por valientes ni masoquistas, el mandato del Señor de amar y orar por el enemigo.

El Espíritu Santo, quien estuvo presente con Cristo en la cruz, estaba también en todos estos martirios y muertes violentas, señalando que el enemigo a perseguir y con el que no se puede pactar, es el pecado. Igual que Cristo, todos estos mártires imploraban al Padre celestial: “Perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Pidamos en nuestra diaria oración, por todos aquellos que agreden, que odian, que mienten y que son enemigos personales de la Iglesia del Señor.

Reflexión Apostólica:
Sabemos y sentimos que nos rebasa la petición del Señor en este Evangelio: “Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial”. Sin embargo, es el deseo de Jesús y acogiéndolo, trabajemos con la ayuda del Espíritu Santo en ir cincelando en nuestro ser el perfil de Jesucristo….

Propósito:
Entender que disculpar es la apertura a los demás que Cristo pide.

Meditación: Yo les digo que no hagan resistencia al hombre malo

Evangelio:
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 5, 38-42
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo, diente por diente; pero yo les digo que no hagan resistencia al hombre malo. Si alguno te golpea en la mejilla derecha, preséntale también la izquierda; al que te quiera demandar en juicio para quitarte la túnica, cédele también el manto. Si alguno te obliga a caminar mil pasos en su servicio, camina con él dos mil. Al que te pide, dale; y al que quiere que le prestes, no le vuelvas la espalda”.

Meditación:
Jesús aquí se refiere a la Ley del Talión, de la cual los judíos de su tiempo, hacían uso para la venganza personal. Jesús no prohíbe oponerse a la injusticia, ni combatir el mal en el mundo, sino da un principio nuevo y general de conducta: devolver bien por mal, y no negar a nadie el bien que nos pida.

Te entiendo, Señor, cuando nos dices que hay que desechar de la vida la máxima de “ojo por ojo y diente por diente”. Pero lo que me estás proponiendo hoy en tu Evangelio es darle una vuelta completa a los criterios que imperan. Así, decimos y enseñamos que no hay que vivir en pleito, pero que tampoco hay que dejarse “que nos vean la cara”… Podría ser que considerando que algo es mío y pretendan quitármelo, se endurezca el corazón y, negándome a conciliar, no evite las rencillas familiares. Puedo caer en el error de quedarme, tranquilamente, “con la túnica y el manto”. El mal se presenta en la vida y puede ser que me encuentre con personas que me agredan y me hieran, sea con actos o de palabra, y Jesús aquí me dice que no me enfrente y pelee, sino que ponga un freno definitivo a la venganza.

Reflexión Apostólica:
Quien quiera ser apóstol de Jesucristo, por más que le cueste, ha de dar el giro necesario para identificarse plenamente con los criterios del Señor.

Propósito:
Veré las cualidades, y no los errores de los demás.

Meditación: Domingo XI de la Semana de Tiempo Ordinario

Evangelio:
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 7, 36-8, 3
En aquel tiempo, un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús se fue a la casa del fariseo y se sentó a la mesa. Una mujer de mala vida en aquella ciudad, cuando supo que Jesús iba a comer ese día en casa del fariseo, tomó consigo un frasco de alabastro con perfume, fue y se puso detrás de Jesús, y comenzó a llorar, y con sus lágrimas bañaba sus pies, lo enjugó con su cabellera, los besó y los ungió con el perfume.

Viendo esto, el fariseo que lo había invitado comenzó a pensar: “Si este hombre fuera profeta, sabría qué clase de mujer es la que lo está tocando; sabría que es una pecadora”:
Entonces Jesús le dijo: “Simón, tengo algo que decirte”. El fariseo contestó: “Dímelo, Maestro”. El le dijo: “Dos hombre le debían dinero a un prestamista. Uno le debía quinientos denarios y el otro, cincuenta. Como no tenía con qué pagarle, les perdonó la deuda a los dos. ¿Cuál de ellos lo amará más?” Simón le respondió: “Supongo que aquel a quien le perdonó más”.

Entonces Jesús le dijo: “Has juzgado bien”. Luego, señalando a la mujer, dijo a Simón: “¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y tú no me ofreciste agua para los pies, mientras que ella me los ha bañado con sus lágrimas y me los ha enjugado con sus cabellos. Tú no me diste el beso de saludo; ella, en cambio, desde que entró no ha dejado de besar mis pies. Tú no ungiste con aceite mi cabeza; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por lo cual, yo te digo: sus pecados, que son muchos, le han quedado perdonados, porque ha amado mucho. En cambio, al que poco se le perdona, poco ama”. Luego le dijo a la mujer: “Tus pecados te han quedado perdonados”.
Los invitados empezaron a preguntarse a sí mismos: “¿Quién es éste, que hasta los pecados perdona?” Jesús le dio a la mujer: “Tu fe te ha salvado; vete en paz”.

Después de esto, Jesús comenzó a recorrer ciudades y poblados predicando la buena nueva del Reino de Dios. Lo acompañaban los doce y algunas mujeres que habían sido libradas de espíritus malignos y curadas de varias enfermedades. Entre ellas iban María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, el administrador de Herodes; Susana y otras muchas, que los ayudaban con sus propios bienes.

Meditación:
Es mucho lo que podemos aprender de esta narración evangélica. En primer lugar constatamos que Cristo sabe lo que hay en el corazón del hombre, conoce los pensamientos del fariseo, sabe del sincero arrepentimiento de la mujer pecadora, y conoce también profundamente nuestro corazón.

De igual modo, vemos que cuando Cristo se cruza en la vida de una persona, sacude su conciencia y lee en su corazón, todo suscita el arrepentimiento y el amor. Cristo está siempre dispuesto a perdonar y a darnos nueva esperanza de vida. El encuentro con Jesús es como una regeneración: da origen a la nueva criatura, a una nueva persona.

Jesús rechaza el mal, el pecado, no importa quién lo cometa; pero ¡cuánta comprensión muestra el Señor hacia la fragilidad humana y cuánta bondad hacia el que ya sufre a causa de su miseria espiritual y busca en Él al Salvador!

A esta mujer que va a la casa del fariseo Simón, no sólo le perdona sus pecados, sino que también la elogia por su amor. Y es que ante Jesús los actos de amor no pasan. Cualquier gesto de bondad, de comprensión y de servicio deja en el corazón una señal indeleble, que asemeja un poco más a Cristo.

Lo que cuenta para todos nosotros es que se ame con toda el alma y todo el corazón a Dios. Nos lo enseña Jesús cuando cuenta la parábola de los dos deudores.

Reflexión Apostólica:
Hemos de aprender de Jesús a superar la tacañería, y a mostrarnos siempre agradecidos, generosos, sin medida.

Propósito:
Pensar y hablar siempre bien de los demás, alabándolos con caridad.