Meditación: Historias siempre nuevas
Transmitir el evangelio, una misión de ayer, de hoy y de siempre.
Evangelio:
Marcos 16, 15-18
En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: "Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura. El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado. Estos son los milagros que acompañarán a los que hayan creído: arrojarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cegerán serpientes en sus manos, y si beben un veneno mortal, no les hará daño; impondrán las manos a los enfermos y estos quedarán sanos".
Meditación:
El mandato misionero que el Señor da a sus discípulos no tiene límites geográficos o temporales. Después de los primeros años de anuncio del Evangelio podemos constatar que estos pescadores de hombres lograron llevar el mensaje de Cristo hasta los extremos del vasto Imperio Romano. Pero, seguramente, todo esto no se habría producido con la misma rapidez si no hubiesen podido contar con la predicación de San Pablo. Saulo no fue uno de los Doce, no vivió con Cristo ni lo conoció personalmente. ¿De dónde sacó tanto celo y amor por el Señor? Su vocación de seguidor de Jesús fue especial. La aparición durante el viaje a Damasco, su profunda conversión y el cambio radical de su vida hicieron de él -con su carácter apasionado y fogoso- un óptimo apóstol y teólogo. Su formación y su condición social le ofrecieron la posibilidad de dialogar con muchos y de acercar a muchos a Cristo.
La historia de cada vocación es siempre personal e irrepetible: no hay dos iguales. Entre las características que definen el amor de Dios se encuentra la capacidad de cautivar a hombres y mujeres de todos los tiempos. Ahora, como hace veinte siglos, Jesús continúa llamando y enviando a predicar a todas las naciones. La misión no se ha terminado, porque cada época tiene necesidad de hombres nuevos que mantengan vivo y actual aquel infinito amor de Dios. Tal vez, nos sucede que olvidamos que parte de nuestra responsabilidad como cristianos está precisamente en contribuir a la extensión del mensaje de Cristo. Aunque uno no haya recibido la vocación específica a la vida religiosa o sacerdotal, si se considera auténtico seguidor de Cristo, no puede ni debe quedarse al margen.
Siempre hay oportunidades de ser más dinámicos en nuestro testimonio de vida cristiana. Busquémoslas con el deseo de transmitir al mayor número de personas el anuncio del Evangelio. No se esconde la lámpara debajo de la cama. No podemos callar el hecho de que Cristo ha resucitado y permanece con nosotros hasta el final de los tiempos. No sería justo conservar el tesoro de nuestra fe como propiedad personal y exclusiva. La fe es expansiva y se responde a ella con lealtad. Es una historia de amor que siempre inicia Dios, pero Él desea recibir nuestra respuesta generosa.
Haz, Señor, que mi entrega sea real y sincera. Señor, tú lo puedes todo: enséñame a seguirte con autenticidad y fidelidad.
Propósito:
Dedicaré mis momentos de reflexión y oración a agradecer a Dios el don de la fe y a pedirle que me la acreciente cada día más.
Evangelio:
Marcos 16, 15-18
En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: "Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura. El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado. Estos son los milagros que acompañarán a los que hayan creído: arrojarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cegerán serpientes en sus manos, y si beben un veneno mortal, no les hará daño; impondrán las manos a los enfermos y estos quedarán sanos".
Meditación:
El mandato misionero que el Señor da a sus discípulos no tiene límites geográficos o temporales. Después de los primeros años de anuncio del Evangelio podemos constatar que estos pescadores de hombres lograron llevar el mensaje de Cristo hasta los extremos del vasto Imperio Romano. Pero, seguramente, todo esto no se habría producido con la misma rapidez si no hubiesen podido contar con la predicación de San Pablo. Saulo no fue uno de los Doce, no vivió con Cristo ni lo conoció personalmente. ¿De dónde sacó tanto celo y amor por el Señor? Su vocación de seguidor de Jesús fue especial. La aparición durante el viaje a Damasco, su profunda conversión y el cambio radical de su vida hicieron de él -con su carácter apasionado y fogoso- un óptimo apóstol y teólogo. Su formación y su condición social le ofrecieron la posibilidad de dialogar con muchos y de acercar a muchos a Cristo.
La historia de cada vocación es siempre personal e irrepetible: no hay dos iguales. Entre las características que definen el amor de Dios se encuentra la capacidad de cautivar a hombres y mujeres de todos los tiempos. Ahora, como hace veinte siglos, Jesús continúa llamando y enviando a predicar a todas las naciones. La misión no se ha terminado, porque cada época tiene necesidad de hombres nuevos que mantengan vivo y actual aquel infinito amor de Dios. Tal vez, nos sucede que olvidamos que parte de nuestra responsabilidad como cristianos está precisamente en contribuir a la extensión del mensaje de Cristo. Aunque uno no haya recibido la vocación específica a la vida religiosa o sacerdotal, si se considera auténtico seguidor de Cristo, no puede ni debe quedarse al margen.
Siempre hay oportunidades de ser más dinámicos en nuestro testimonio de vida cristiana. Busquémoslas con el deseo de transmitir al mayor número de personas el anuncio del Evangelio. No se esconde la lámpara debajo de la cama. No podemos callar el hecho de que Cristo ha resucitado y permanece con nosotros hasta el final de los tiempos. No sería justo conservar el tesoro de nuestra fe como propiedad personal y exclusiva. La fe es expansiva y se responde a ella con lealtad. Es una historia de amor que siempre inicia Dios, pero Él desea recibir nuestra respuesta generosa.
Haz, Señor, que mi entrega sea real y sincera. Señor, tú lo puedes todo: enséñame a seguirte con autenticidad y fidelidad.
Propósito:
Dedicaré mis momentos de reflexión y oración a agradecer a Dios el don de la fe y a pedirle que me la acreciente cada día más.
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