Saturday, January 27, 2007

Meditación: Señorío de Cristo

Qué tercos somos los hombres. Si no haces milagros, nos quejamos de que no puedes demostrar tu divinidad; si los haces decimos que obras bajo el signo del mal.

Evangelio:
Marcos 3, 22-30
En aquel tiempo, los escribas que habían venido de Jerusalén, decían: "Tiene dentro a Belzebú". Y añadían: "Con el poder del príncipe de los demonios expulsa a los demonios". Jesús los llamó y les puso estas comparaciones: "¿Como puede Satanás expulsar a Satanás? Si un reino está dividido contra sí mismo, ese reino no puede permanecer. Si una familia está dividida contra sí misma, esa familia no puede permanecer. Os aseguro que todo se les podrá perdonar a los hombres, los pecados y cualquier blasfemia que digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás; será considerado culpable para siempre".

Meditación:
El poder de Dios a través de los diferentes momentos de la historia y de los diversos pasajes del Antiguo Testamento nos impresiona bastante. Es un poderío sobre las cosas más habituales, una seguridad en las guerras contra los enemigos. Es quien unge a los reyes, quien decide a través de sus escogidos los destinos de su pueblo. A veces olvidamos que Dios quiere decir todopoderoso.

Cristo también me muestra su poder. Hemos meditado hace poco cómo los mismos demonios son capaces de reconocer su señorío sobre la creación, ese señorío que ahora ponen en entredicho los escribas, acusándole de ser el príncipe de los demonios. Señor, Tú no te complicas; les haces ver con sencillez lo absurdo de su razonamiento. Podrías haber hecho en ese momento alguna otra proeza y les hubieras dejado boquiabiertos, pero no. Con paciencia les intentas explicar que eso no es posible. ¡Qué tercos somos los hombres de vez en cuando! Si no haces milagros, nos quejamos de que no puedes demostrar tu divinidad; si los haces decimos que obras bajo el signo del mal. Desde luego, no hay peor ciego que el que no quiere ver.

Te pido, Señor, que no me suceda esto a mí. Que no sea uno de esos racionalistas que quiere pruebas de todo y que luego, cuando las tiene, no desea creerlas. Ese es fruto del pecado contra el Espíritu Santo. Tú nos haces ver nuestro camino, nos muestras con claridad tu mensaje, nos persigues con tu amor, y nosotros lo vemos pero no queremos verlo. Decimos que son imaginaciones nuestras, que es el poder del maligno o que es algo parapsicológico. No estamos dispuestos a arrepentirnos de nuestra vida y deseamos optar por nuestro propio egoísmo antes que doblar nuestra rodilla ante ti.

Concédeme, Señor, la gracia de poder escuchar con claridad las mociones del Espíritu Santo. Que mi inteligencia se pliegue a tus enseñanzas, que mis deseos y voluntad se unan sin dificultad al camino y amor que me propones.

Propósito:
Me esforzaré de ver cómo me habla el Espíritu Santo a lo largo de mi día y apuntaré en una libreta sus inspiraciones.

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