Meditación: Fuerte en Humildad
Después del bautismo de Jesús, el cielo se abrió.
Evangelio:
En aquel tiempo, como el pueblo estaba en expectación y todos pensaban que quizá Juan el Bautista era el Mesías, Juan los sacó de dudas, diciéndoles: “Es cierto que yo bautizo con agua, pero ya viene otro más poderoso que yo, a quien no merezco desatarle las correas de sus sandalias. Él los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego”.
Sucedió que entre la gente que se bautizaba, también Jesús fue bautizado. Mientras éste oraba, se abrió el cielo y el Espíritu Santo bajó sobre él en forma sensible, como de una paloma, y del cielo llegó una voz que decía: “Tú eres mi Hijo, el predilecto; en ti me complazco”. Palabra del Señor.
Meditación:
Este día nos da pie para reflexionar sobre el don de nuestro bautismo. ¿Sabemos lo que hace éste en nosotros? Por él Dios nos reconoce como hijos suyos y transforma nuestra existencia en una historia de amor con él, Dios establece una alianza con nosotros y nos ofrece su vida y su paz. El bautismo, es el más bello de los dones de Dios, pues nos invita a convertirnos en discípulos del Señor. Nos hace entrar en la intimidad con Dios, en la vida trinitaria, desde hoy y por toda la eternidad. Es una gracia que nos purifica del pecado. Además, el bautismo marca toda nuestra vida y da significado a nuestro camino en la tierra.
El día de nuestro bautismo fuimos revestidos de blanco, y estamos llamados a conservar cada día ese esplendor de la gracia y a recuperarlo, si lo perdemos, por medio del Sacramento del perdón, la oración y la vida cristiana.
Además, no debemos olvidar que por el bautismo, Dios nos da una madre: nos da a la Iglesia, con la que crecemos espiritualmente a lo largo de nuestra vida pues por medio de ella el Señor nos ofrece sus sacramentos. Además, como bautizados tenemos la misión de ser fermento en el mundo, independientemente de lo que hagamos, nuestra vida es para el Señor y hemos de testimoniarlo.
Reflexión apostólica:
Sería bueno ayudar a otros a reflexionar sobre el valor de su propio bautismo como cristianos.
Propósito
Mostrar con mis obras que soy un hijo de Dios y miembro de la Iglesia.
Evangelio:
En aquel tiempo, como el pueblo estaba en expectación y todos pensaban que quizá Juan el Bautista era el Mesías, Juan los sacó de dudas, diciéndoles: “Es cierto que yo bautizo con agua, pero ya viene otro más poderoso que yo, a quien no merezco desatarle las correas de sus sandalias. Él los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego”.
Sucedió que entre la gente que se bautizaba, también Jesús fue bautizado. Mientras éste oraba, se abrió el cielo y el Espíritu Santo bajó sobre él en forma sensible, como de una paloma, y del cielo llegó una voz que decía: “Tú eres mi Hijo, el predilecto; en ti me complazco”. Palabra del Señor.
Meditación:
Este día nos da pie para reflexionar sobre el don de nuestro bautismo. ¿Sabemos lo que hace éste en nosotros? Por él Dios nos reconoce como hijos suyos y transforma nuestra existencia en una historia de amor con él, Dios establece una alianza con nosotros y nos ofrece su vida y su paz. El bautismo, es el más bello de los dones de Dios, pues nos invita a convertirnos en discípulos del Señor. Nos hace entrar en la intimidad con Dios, en la vida trinitaria, desde hoy y por toda la eternidad. Es una gracia que nos purifica del pecado. Además, el bautismo marca toda nuestra vida y da significado a nuestro camino en la tierra.
El día de nuestro bautismo fuimos revestidos de blanco, y estamos llamados a conservar cada día ese esplendor de la gracia y a recuperarlo, si lo perdemos, por medio del Sacramento del perdón, la oración y la vida cristiana.
Además, no debemos olvidar que por el bautismo, Dios nos da una madre: nos da a la Iglesia, con la que crecemos espiritualmente a lo largo de nuestra vida pues por medio de ella el Señor nos ofrece sus sacramentos. Además, como bautizados tenemos la misión de ser fermento en el mundo, independientemente de lo que hagamos, nuestra vida es para el Señor y hemos de testimoniarlo.
Reflexión apostólica:
Sería bueno ayudar a otros a reflexionar sobre el valor de su propio bautismo como cristianos.
Propósito
Mostrar con mis obras que soy un hijo de Dios y miembro de la Iglesia.
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