Friday, April 06, 2007

Meditación: Misa del Santo Crisma

Evangelio:
Lc 4, 16-21
En aquel tiempo, Jesús fue a Nazaret, donde se había criado. Entró en la sinagoga, como era su costumbre hacerlo los sábados, y se levantó para hacer la lectura. Se le dio el volumen del profeta Isaías, lo desenrolló y encontró el pasaje en que estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar a los pobres la buena nueva, para anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor.

Enrolló el volumen, lo devolvió al encargado y se sentó. Los ojos de todos los asistentes a la sinagoga estaban fijos en él. Entonces comenzó a hablar, diciendo: “Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura que ustedes acaban de oír”.


Meditación:
El Espíritu Santo llevaba a Jesús a cumplir todo lo que de él se había dicho en las Escrituras, por eso Cristo pudo afirmar: “Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura que ustedes acaban de oír”. ¡Qué fiel es Jesús al Espíritu Santo y al plan de Dios! Así es Jesús, desapegado y desprendido de todo, para realizar sólo la voluntad de su Padre.

Nosotros hemos de vivir con ese mismo afán de “cumplir” el plan de Dios sobre nosotros. Pensemos que esto es lo más grandioso que podemos realizar en la vida. No hay proyecto humano, por más atractivo que sea, que pueda superar la grandeza del plan de Dios; y Él nos quiere santos, nos quiere apóstoles.

La misión de Jesús no se puede separar del Espíritu Santo. Él es nuestro abogado, nuestro consolador, el guía que nos lleva a Jesús. El texto del evangelio de hoy nos invita a vivir siempre de acuerdo con las inspiraciones del Espíritu Santo, como lo hacía Jesús, de modo que dejemos que sea Él quien nos guíe en nuestras decisiones y en nuestras acciones. Porque el Espíritu Santo debe ser el verdadero protagonista en nuestra vida cristiana.

Esta Semana Santa especialmente, el Espíritu Santo quiere darnos a conocer el corazón de Cristo, que lleguemos a penetrar en el gran amor que le llevó a entregarse por nosotros en la cruz.

Esta es la misión del Espíritu Santo, iluminar nuestro corazón humano, y revelarnos a Cristo crucificado y resucitado, señalarnos el camino más adecuado para hacernos semejantes a Él.

Reflexión apostólica:
A la luz del ejemplo de Cristo que se adhiere al Padre, pongamos en todo y sobre todo la voluntad de Dios.

Propósito:
Seguir fielmente las inspiraciones del Espíritu Santo escuchándole en la voz de nuestra conciencia.

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