Sunday, December 31, 2006

Meditación: Luz para iluminar al mundo

Depende de cada uno de nosotros el acogerle o rechazarle, salir a su encuentro o darle la espalda.

Evangelio: Lc 2, 22-35
Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: "Todo primogénito varón será consagrado al Señor", y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: "Un par de tórtolas o dos pichones". Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la Ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: -"Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel". Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre: -"Mira, este está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma".

Meditación:

En la presentación de Jesús en el templo se lleva a cabo el encuentro de Dios con toda la humanidad. Cada uno de nosotros está allí presente: María muestra a todo hombre el Niño Dios: "Metámonos nosotros también en el templo, tomemos entre nuestros brazos al Hijo de Dios y abracémosle, haciéndonos un poco más dignos de ser llevados hacia los bienes más altos. Recemos intensamente al omnipotente. Y allí, supliquemos también al pequeño Jesús, que queremos tenerle siempre entre nuestros brazos, conversar con Él" (Orígenes).

Depende de cada uno de nosotros el acogerle o rechazarle, salir a su encuentro o darle la espalda. El evangelio parece sugerir que saldrá al encuentro del Señor aquel que, como Simeón o como Ana, pone por encima de todos los deseos de ver el rostro de Dios, y haga lo que haga, tiene el corazón siempre vigilante y orante, atento a escuchar las mociones del Espíritu. Acogerá al niño Dios aquel que vive en el tiempo pero vuelto hacia la eternidad, aquel que atraviesa las tinieblas de la duda y la dificultad manteniendo vivo su amor a la palabra de Dios, luz para caminar en este valle de lágrimas.

Jesús es presentado en el templo como primicia de la nueva humanidad. En Él, todos nosotros renacidos mediante el bautismo, iluminados por el Evangelio, podemos ser una ofrenda de suave perfume de santidad. El encuentro y la acogida de Cristo-luz se realiza en lo cotidiano, para que en cada uno de cuantos viven a nuestro lado, se difunda en el mundo que es Cristo mismo quien viene a nosotros para iluminarnos.

Oración:

Concédenos, Señor Jesús, el don de una fe humilde y llena de admiración, que vea en cada uno de los más pequeños signos un misterio de gracia, un don de tu bondad; una fe fuerte y paciente que nos guíe en nuestra espera y en nuestras grandes pruebas; una fe ardiente y luminosa, que ilumine en el corazón de muchos el deseo de tu paz y de tu salvación.

Propósito:

Rezaré en este día especialmente por todas las personas ancianas, para que su encuentro definitivo con el Señor pueda ser un encuentro de paz y alegría gozosa.

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