Wednesday, March 07, 2007

Meditación: Cuatro pasos para orar

"Buscad leyendo, y encontraréis meditando; llamad orando, y se os abrirá por la contemplación".

Evangelio: Mt 7, 7-12
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -"Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre. Si a alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le va a dar una piedra?, y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente? Pues si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre del cielo dará cosas buenas a los que le piden! Tratad a los demás como queréis que ellos os traten; en esto consiste la Ley y los profetas".

Meditación:
Jesús invita a sus discípulos a orar con confianza -"pedid, buscad, llamad"- porque Dios es su Padre bueno que sabe dar cosas buenas a los hijos que se las piden.
Una característica de la oración filial es la confianza. Esta virtud no se limita a esperar pasivamente los beneficios de Dios sino que moviliza las facultades del alma para disponerse a recibir de Dios estos dones.
La primera disposición para penetrar en la oración es la petición. La oración cristiana no es fruto del esfuerzo humano, aunque requiera nuestra colaboración. En la vida del espíritu, el hombre no puede nada sin la ayuda de la gracia divina; por eso, nos dirigimos a Dios para suplicarle que nos conceda lo que le pedimos. El número 2654 del Catecismo enseña que los Padres espirituales, parafraseando a Mateo 7, 7, resumen así las disposiciones de un corazón que quiere ser alimentado por la palabra de Dios en la oración: "Buscad leyendo, y encontraréis meditando; llamad orando, y se os abrirá por la contemplación".
Éstos son los cuatro pasos clásicos de la Lectio divina practicados desde la antigüedad en la Iglesia, sobre todo por los monjes, y aplicados en estas meditaciones. Los cuatro pasos son, cada uno a su modo, necesarios: La lectura de la palabra de Dios, especialmente de las lecturas de la Misa, nos permite escuchar a Dios. Sin embargo, sin meditación es árida porque no desentraña su riqueza. La meditación sin lectura lleva a errores, a subjetivismos. La oración sin meditación es tibia, pues no se han descubierto las riquezas del amor de Dios y de lo que se pide. La meditación sin oración, queda sin fruto porque lo que buscamos no se consigue como esfuerzo nuestro sino como don de Dios, y ese don hay que pedirlo. La oración devota alcanza la contemplación de los misterios meditados. La contemplación sin oración se logra o muy rara vez.

Oración:
Padre bueno, tú escuchas siempre las oraciones de los hijos que acuden confiadamente a ti, derrama sobre nuestras almas el espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre!, para que alcancemos de ti aquellas cosas que bajo tu inspiración y moción te pedimos.

Propósito:
Renovaré mi llamada, recordaré los momentos en los que he visto con claridad la llamada del Señor.

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