Wednesday, March 07, 2007

Meditación: El Espíritu llevó a Jesús al desierto; ahí lo tentó el demonio

“Si eres el Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan”

Evangelio:
Lucas 4, 1-13
En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó del Jordán y conducido por el mismo Espíritu, se internó en el desierto, donde permaneció durante cuarenta días y fue tentado por el demonio.

No comió nada en aquellos días, y cuando se completaron, sintió hambre. Entonces el diablo le dijo: “Si eres el Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan”. Jesús le contestó: “Está escrito: No sólo de pan vive el hombre”.

Después lo llevó el diablo a un monte elevado y en un instante le hizo ver todos los reinos de la tierra y le dijo: “A mí me ha sido entregado todo el poder y la gloria de estos reinos, y yo los doy a quien quiero. Todo esto será tuyo, si te arrodillas y me adoras”. Jesús le respondió: “Está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él sólo servirás”.

Entonces lo llevó a Jerusalén, lo puso en la parte más alta del templo y le dijo: “Si eres el Hijo de Dios, arrójate desde aquí, porque está escrito: Los ángeles del Señor tienen órdenes de cuidarte y de sostenerte en sus manos, para que tus pies no tropiecen con las piedras”. Pero Jesús le respondió: “También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios”
Concluidas las tentaciones, el diablo se retiró de él, hasta que llegara la hora.

Meditación:
Antes de iniciar públicamente la misión encomendada por su Padre, Jesús se somete, en soledad, a la dureza del desierto. De allí, hoy me llega el mensaje de la necesidad de la mortificación, como preparación obligada para todo aquél que quiera seguir las huellas de Jesucristo en la Cuaresma. Me doy cuenta que en los Ejercicios Espirituales se me invita a entrar con el Señor, al desierto: a la soledad, que sólo ha de experimentar una compañía, la de Jesús; al silencio que se pone únicamente a la escucha de las mociones del Espíritu Santo; y a emprender de nuevo el camino árido que, al final de tres días, se convierte en el gozo de llegar a ser abrazado por el Padre Celestial.
Nos enseña Jesús hoy, en su Evangelio, que todo aquel que peregrina hacia el Padre, y es el caso de todos, tiene necesidad del desierto. Ante la tentación de someter mi voluntad al materialismo reinante, quiero repetir contigo Señor, una y mil veces “no sólo de pan vive el hombre”. Ante la invitación que me hace el mundo, de la conveniencia de pactar con el error dejándome llevar por la avalancha de ideologías y de “espiritualismos”, diré contigo Jesús, con la ayuda del Espíritu Santo: “Adorarás al Señor tu Dios y sólo a Él darás culto”. Cuando experimente la agresión del mal, personificado en la tentación de la superstición y del fanatismo que entraña soluciones ficticias, le pido al Espíritu Santo que afine mi oído, para escuchar la fuerza de tu voz que me dice: “No tentarás al Señor tu Dios”.

Reflexión Apostólica:
El apóstol experimenta personalmente su fragilidad humana y por ello no busca en sí mismo la fuerza para resistir a las tentaciones. Ora al Señor, y sobre todo, al decir el Padre Nuestro, frasea pausadamente la petición: “¡No nos dejes caer en la tentación!”

Propósito:
Poner en práctica lo que específicamente me está pidiendo Dios esta Cuaresma.

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