Friday, April 13, 2007

Meditación: Jueves dentro de la Octava Pascua

Está escrito que Cristo tenía que padecer y tenía que resucitar de entre los muertos al tercer día.

Evangelio:
Lc 24, 35-48
Cuando los dos discípulos regresaron de Meaux y llegaron al sitio donde estaban reunidos los apóstoles, les contaron lo que les había pasado en el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan.

Mientras hablaban de esas cosas, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”. Ellos desconcertados y llenos de temor, creían ver un fantasma. Pero él les dijo: “No teman; soy yo. ¿Por qué se espantan? ¿Por qué surgen dudas en su interior? Miren mis manos y mis pies. Soy yo en persona.

Tóquenme y convénzanse: un fantasma no tiene ni carne ni huesos, como ven que tengo yo”. Y les mostró las manos y los pies. Pero como ellos no acababan de creer de pura alegría y seguían atónitos, les dijo: “¿Tienen aquí algo de comer?” Le ofrecieron un trozo de pescado asado; él lo tomó y se puso a comer delante de ellos.

Después les dijo: “Lo que ha sucedido es aquello de que les hablaba yo, cuando aún estaba con ustedes: que tenía que cumplirse todo lo que estaba escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos”.

Entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras y les dijo: “Está escrito que el Mesías tenía que padecer y había de resucitar de entre los muertos al tercer día, y que en su nombre se había de predicar a todas las naciones, comenzando por Jerusalén, la necesidad de volverse a Dios para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de esto”.

Meditación:
Desde entonces Jesucristo se hace presente diariamente en toda Celebración Eucarística, en “el partir el pan”. ¡Cuánto perdemos al no asistir y participar en la Santa Misa, y qué milagro presenciamos siempre que acudimos! Allí se hace presente Jesucristo por el Espíritu Santo y se nos da la oportunidad de unirnos con Él para gloria del Padre.
Es el mismo Jesucristo resucitado que, como a los Once, viene a disiparnos las dudas, los miedos y a fortalecernos ante los sobresaltos de la vida.

En esa media hora, viene el Señor a darnos su paz, la que habremos de comunicar a los demás y se hace presente entre sus fieles invitándonos a permanecer en Él, y así poder dar fruto. Allí recibimos el alimento que ¡es Cristo!… y Él nos abre la inteligencia para comprender las Escrituras, y actúa en la voluntad para que ésta las haga vida.

Reflexión apostólica:
La Hora Eucarística es para el apóstol un tiempo de intimidad con su Señor Jesucristo, que le provoca ¡alegría y asombro!

Propósito:
No al pesimismo; sí a la alegría del cristiano.

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