Thursday, March 29, 2007

Meditación: Este es el pueblo que no escuchó la voz del Señor, su Dios

El que no está conmigo, está contra mí

Evangelio:
Lc. 11, 14-23
En aquel tiempo, Jesús expulsó a un demonio, que era mudo. Apenas salió el demonio, habló el mudo y la multitud quedó maravillada. Pero algunos decían: “Este expulsa a los demonios con el poder de Satanás, el príncipe de los demonios”. Otros, para ponerlo a prueba, le pedían una señal milagrosa.

Pero Jesús, que conocía sus malas intenciones, les dijo: “Todo reino dividido por luchas internas va a la ruina y se derrumba casa por casa. Si Satanás también está dividido contra sí mismo, ¿cómo mantendrá su reino? Ustedes dicen que yo arrojo a los demonios con el poder de Satanás. Entonces, ¿con el poder de quién los arrojan lo hijos de ustedes? Por eso, ellos mismos serán sus jueces. Pero si yo arrojo a los demonios por el poder de Dios, eso significa que ha llegado a ustedes el Reino de Dios.
Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros; pero si otro más fuerte lo asalta y lo vence, entonces le quita las armas en que confiaba y después dispone de sus bienes. El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama”.

Meditación:
Hoy me pides definición, Señor. Me recuerdas de la alianza que debo mantener contigo, no sólo de palabra, no sólo de hechos, sino también, y como condición para que las dos primeras sean válidas, de espíritu. Me pides eliminar las medias tintas, las verdades a medias, la justificación de medios por fines,… en fin…, me pides, Señor, eliminar la mediocridad. La extensión de tu Reino demanda que hombres y mujeres seamos apóstoles que trabajen con decisión y entusiasmo, sin olvidar que sólo uniéndose a Ti con los sacramentos y la oración, tendrán eficacia.

Me pides además, Señor, “recoger” contigo, y lo interpreto como la obligación que tengo de colaborar al cumplimiento de la voluntad del Padre. Encuentro en tus palabras, la encomienda de tender la mano, junto contigo, Señor, a todo aquel que esté en necesidad material o espiritual. Por último, me pides no desparramar, no desperdiciar los dones que de Ti he recibido y que deben penetrar y comprometer toda mi vida, todas mis actividades.

Reflexión apostólica:
El apóstol no titubea en su incondicionalidad al Señor y, además, no “desparrama” los dones de Él recibidos.

Propósito:
Evitaré las dudas y las cavilaciones.

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