Tuesday, December 19, 2006

Meditación: Serás muy dichoso

Dios elige lugares y tiempos precisos para actuar en la historia humana.

Evangelio: Lc 1, 5-25
En tiempos de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote llamado Zacarías, del turno de Abías, casado con una descendiente de Aarón llamada Isabel. Los dos eran justos ante Dios, y caminaban sin falta según los mandamientos y leyes del Señor. No tenían hijos, porque Isabel era estéril, y los dos eran de edad avanzada. Una vez que oficiaba delante de Dios con el grupo de su turno, según el ritual de los sacerdotes, le tocó a él entrar en el santuario del Señor a ofrecer el incienso; la muchedumbre del pueblo estaba fuera rezando durante la ofrenda del incienso. Y se le apareció el ángel del Señor, de pie a la derecha del altar del incienso. Al verlo, Zacarías se sobresaltó y quedó sobrecogido de temor. Pero el ángel le dijo: -"No temas, Zacarías, porque tu ruego ha sido escuchado: tu mujer Isabel te dará un hijo, y le pondrás por nombre Juan. Te llenarás de alegría, y muchos se alegrarán de su nacimiento. Pues será grande a los ojos del Señor: no beberá vino ni licor; se llenará de Espíritu Santo ya en el vientre materno, y convertirá muchos israelitas al Señor, su Dios. Irá delante del Señor, con el espíritu y poder de Elías, para convertir los corazones de los padres hacia los hijos, y a los desobedientes, a la sensatez de los justos, preparando para el Señor un pueblo bien dispuesto". Zacarías replicó al ángel: -"¿Cómo estaré seguro de eso? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada". El ángel le contestó: -"Yo soy Gabriel, que sirvo en presencia de Dios; he sido enviado a hablarte para darte esta buena noticia. Pero mira: te quedarás mudo, sin poder hablar, hasta el día en que esto suceda, porque no has dado fe a mis palabras, que se cumplirán en su momento". El pueblo estaba aguardando a Zacarías, sorprendido de que tardase tanto en el santuario. Al salir no podía hablarles, y ellos comprendieron que había tenido una visión en el santuario. Él les hablaba por señas, porque seguía mudo. Al cumplirse los días de su servicio en el templo volvió a casa. Días después concibió Isabel, su mujer, y estuvo sin salir cinco meses, diciendo: -"Así me ha tratado el Señor cuando se ha dignado quitar mi afrenta ante los hombres".

Meditación:

Zacarías e Isabel. Dos ancianos pertenecientes a la tribu de Leví, la tribu de los sacerdotes, eran justos y observantes de la ley. Viven bajo el peso de la humillación (así eran consideradas las parejas estériles entre los judíos), y parecen resignados a no poder cooperar en la venida del esperado Mesías. Pero, inesperadamente para ellos, su vida se transforma gracias a una intervención extraordinaria de Dios, que supera todas sus expectativas. Dios elige lugares y tiempos precisos para actuar en la historia humana.

Zacarías entra en el templo para ofrecer el incienso; fuera, el pueblo espera en oración. Toda la esperanza de Israel está concentrada allí. Y un ángel del Señor se acerca a Zacarías: "Tu oración ha sido escuchada...". Para un hombre como él, probado en la vida, no es fácil creer en las cosas hermosas y bellas. No sabe exultar de gozo, dejarse impresionar por la admiración y el estupor, y le aprisiona el miedo de ser engañado o ser víctima de una sugestión. Pide un signo. La respuesta es inmediata: "No podrás hablar...".

Por no creer en la palabra de Dios, Zacarías permanecerá sin habla, será como un desierto arrasado por el viento del escepticismo. Pero será sólo una etapa purificadora. La palabra de Dios se realizará igualmente, y le envuelve, como a cada uno de nosotros, aunque en ocasiones nos resistamos.

¿No nos sentimos a veces envueltos en los acontecimientos, en hechos de salvación? ¿No me encuentro a veces yo también mudo, para acoger con fe los eventos de mi vida y descubrir en ellos los signos de la gracia de Dios?

Oración:

Padre santo, renueva nuestro espíritu cansado con la abundancia de tus dones, de tus gracias. Llena nuestro corazón de gozo y esperanza, para que podamos dar testimonio ante nuestros hermanos del gozo de ser hijos de Dios, de la dulzura de tenerte a ti como Padre, de hacer de nuestra vida un canto de agradecimiento, como María y con Ella.

Propósito:

En estos días previos a la Navidad, cuidaré con mayor atención el clima interior de recogimiento y silencio, rezando y meditando en tu palabra.

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