Meditación: Prepararse para el encuentro con el Señor
Prepararse para la Navidad significa disponerse a caminar hacia el calvario.
Evangelio: Mt 17, 10-13
Cuando bajaban de la montaña, los discípulos preguntaron a Jesús: –«¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?». Él les contestó: –«Elías vendrá y lo renovará todo. Pero os digo que Elías ya ha venido, y no lo reconocieron, sino que lo trataron a su antojo. Así también el Hijo del hombre va a padecer a manos de ellos». Entonces entendieron los discípulos que se refería a Juan, el Bautista.
Meditación:
La grandeza de los verdaderos profetas está en la humildad que demuestran cumpliendo, en nombre de Dios, sus mandatos. Juan Bautista reconoce que su dignidad consiste en ser voz del que precede, e indica quién es el Mesías, voz del que clama, para invitar a la conversión del corazón. Ahí es donde debemos preparar el nacimiento de Jesús.
Aquella voz que grita en el desierto hoy nos interpela a nosotros. No podemos eludir la necesidad de una radical conversión si queremos estar preparados para acoger al Señor. El riesgo de conformarnos con una preparación superflua, exterior, es grande. Un día Jesús dijo a los fariseos: "En verdad os digo, los publicanos y las prostitutas os precederán en el reino de Dios" (Mc 21, 31). Palabras duras, que nos deben hacer pensar.
Prepararse para la Navidad significa disponerse a caminar hacia el calvario. Los discípulos tenían todavía los ojos fijos en la luz resplandeciente del rostro de Jesús transfigurado y glorioso. ¿Cómo podían aceptar una perspectiva de humillación, de sufrimiento, de muerte? Su esperanza estaba orientada hacia un Mesías triunfalista, según los criterios humanos.
Y nosotros, ¿cómo reaccionamos cuando nos encontramos delante de la cruz? ¿Somos capaces de no avergonzarnos del Evangelio? ¿Vencemos ese instintivo miedo y repulsa para escuchar la voz humilde y dulce de Jesús, que nos sigue diciendo: "Venid a mí... Cargad sobre vosotros mi yugo y hallaréis descanso para vuestras almas"?
Oración:
Señor Jesús, que vienes para salvarnos; haz que nos dispongamos a acogerte con sinceridad de corazón. Correspondo a tu humillación y abajamiento con mi decisión firme de convertirme, a tus humillaciones con mi auténtico deseo de humildad y de servicio para seguirte fielmente desde Belén al calvario y a la resurrección.
Propósito:
En este día aceptaré cada circunstancia, incluso la más ordinaria, a la luz de la palabra de Dios, recordando el salmo: "Tu palabra, Señor, ilumina, da sabiduría al humilde de corazón".
Evangelio: Mt 17, 10-13
Cuando bajaban de la montaña, los discípulos preguntaron a Jesús: –«¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?». Él les contestó: –«Elías vendrá y lo renovará todo. Pero os digo que Elías ya ha venido, y no lo reconocieron, sino que lo trataron a su antojo. Así también el Hijo del hombre va a padecer a manos de ellos». Entonces entendieron los discípulos que se refería a Juan, el Bautista.
Meditación:
La grandeza de los verdaderos profetas está en la humildad que demuestran cumpliendo, en nombre de Dios, sus mandatos. Juan Bautista reconoce que su dignidad consiste en ser voz del que precede, e indica quién es el Mesías, voz del que clama, para invitar a la conversión del corazón. Ahí es donde debemos preparar el nacimiento de Jesús.
Aquella voz que grita en el desierto hoy nos interpela a nosotros. No podemos eludir la necesidad de una radical conversión si queremos estar preparados para acoger al Señor. El riesgo de conformarnos con una preparación superflua, exterior, es grande. Un día Jesús dijo a los fariseos: "En verdad os digo, los publicanos y las prostitutas os precederán en el reino de Dios" (Mc 21, 31). Palabras duras, que nos deben hacer pensar.
Prepararse para la Navidad significa disponerse a caminar hacia el calvario. Los discípulos tenían todavía los ojos fijos en la luz resplandeciente del rostro de Jesús transfigurado y glorioso. ¿Cómo podían aceptar una perspectiva de humillación, de sufrimiento, de muerte? Su esperanza estaba orientada hacia un Mesías triunfalista, según los criterios humanos.
Y nosotros, ¿cómo reaccionamos cuando nos encontramos delante de la cruz? ¿Somos capaces de no avergonzarnos del Evangelio? ¿Vencemos ese instintivo miedo y repulsa para escuchar la voz humilde y dulce de Jesús, que nos sigue diciendo: "Venid a mí... Cargad sobre vosotros mi yugo y hallaréis descanso para vuestras almas"?
Oración:
Señor Jesús, que vienes para salvarnos; haz que nos dispongamos a acogerte con sinceridad de corazón. Correspondo a tu humillación y abajamiento con mi decisión firme de convertirme, a tus humillaciones con mi auténtico deseo de humildad y de servicio para seguirte fielmente desde Belén al calvario y a la resurrección.
Propósito:
En este día aceptaré cada circunstancia, incluso la más ordinaria, a la luz de la palabra de Dios, recordando el salmo: "Tu palabra, Señor, ilumina, da sabiduría al humilde de corazón".
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