Meditación: Dichosa Tú que has creído
No hay respuesta a la pregunta de quien recibe la visita del Señor. Él es puro don, gratuidad.
Evangelio: Lc 1, 39-45
En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: -"¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá".
Meditación:
Después de recibir el anuncio del nacimiento del Mesías, María habría podido dedicarse a disfrutar y autocomplacerse por el papel que iba a jugar en la historia de la salvación; es lo propio de la mentalidad mundana. Sin embargo, se acerca con solicitud a la casa de la anciana Isabel, su prima, que ha creído en la palabra de Dios y se encuentra encinta. Siente la urgencia de entregar a los demás a ese Hijo que lleva en su seno.
"¿A qué se debe que la madre de mi Señor venga a mí?". Las palabras de Isabel recuerdan aquellas que el rey David, en el momento en el que el arca de la alianza era trasladado al del territorio de los filisteos a Jerusalén, proclama; "¡A qué se debe que el arca del Señor venga a mí?". No hay respuesta a la pregunta de quien recibe la visita del Señor. Él es puro don, gratuidad. ¿Como no externamos también nosotros el deseo de abrir nuestro corazón al Señor, que está a la puerta y llama?
"Confieso -escribe san Bernardo- que el Verbo ha venido también a mí. ¿Por dónde ha entrado? Quizás ni siquiera ha entrado, porque no ha venido de fuera. ¿No ha venido acaso de dentro de mí, del fondo de mi ser, Él que es bueno y sabe que en mí no hay nada bueno? Ha ascendido en mi espíritu, y el Verbo estaba todavía más arriba. Conocí qué verdadero es aquello que había leído: ´en Él vivimos, nos movemos y existimos´". Dichoso aquel que, como María, vive de aquella fe que le permite al Señor cumplir la maravilla de su amor.
Oración:
Señor Jesús, hazme capaz de transmitir el gozo de haberte encontrado. Ayúdame a reconocerte en las acciones de la gracia que siempre obras, y de llenarme de estupor y agradecimiento ante ti, que vienes a nosotros.
Propósito:
Hoy recordaré con gozo y gratitud las visitas del Señor a mi vida y le daré gracias por todos sus beneficios.
Evangelio: Lc 1, 39-45
En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: -"¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá".
Meditación:
Después de recibir el anuncio del nacimiento del Mesías, María habría podido dedicarse a disfrutar y autocomplacerse por el papel que iba a jugar en la historia de la salvación; es lo propio de la mentalidad mundana. Sin embargo, se acerca con solicitud a la casa de la anciana Isabel, su prima, que ha creído en la palabra de Dios y se encuentra encinta. Siente la urgencia de entregar a los demás a ese Hijo que lleva en su seno.
"¿A qué se debe que la madre de mi Señor venga a mí?". Las palabras de Isabel recuerdan aquellas que el rey David, en el momento en el que el arca de la alianza era trasladado al del territorio de los filisteos a Jerusalén, proclama; "¡A qué se debe que el arca del Señor venga a mí?". No hay respuesta a la pregunta de quien recibe la visita del Señor. Él es puro don, gratuidad. ¿Como no externamos también nosotros el deseo de abrir nuestro corazón al Señor, que está a la puerta y llama?
"Confieso -escribe san Bernardo- que el Verbo ha venido también a mí. ¿Por dónde ha entrado? Quizás ni siquiera ha entrado, porque no ha venido de fuera. ¿No ha venido acaso de dentro de mí, del fondo de mi ser, Él que es bueno y sabe que en mí no hay nada bueno? Ha ascendido en mi espíritu, y el Verbo estaba todavía más arriba. Conocí qué verdadero es aquello que había leído: ´en Él vivimos, nos movemos y existimos´". Dichoso aquel que, como María, vive de aquella fe que le permite al Señor cumplir la maravilla de su amor.
Oración:
Señor Jesús, hazme capaz de transmitir el gozo de haberte encontrado. Ayúdame a reconocerte en las acciones de la gracia que siempre obras, y de llenarme de estupor y agradecimiento ante ti, que vienes a nosotros.
Propósito:
Hoy recordaré con gozo y gratitud las visitas del Señor a mi vida y le daré gracias por todos sus beneficios.
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