Saturday, December 09, 2006

Meditación: Un anuncio lleno de gozo

El principal fruto de la oración radica en que es la puerta de entrada a la comunión con Dios.

Evangelio: Mt 9, 35-10, 6-8
En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, anunciando el Evangelio del reino y curando todas las enfermedades y todas las dolencias. Al ver a la gente, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: –«La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies». Y llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia. A estos doce los envió con estas instrucciones: –«Id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis».

Meditación:

Dice Isaías: "Pueblo de Sión, que habitas en Jerusalén, tú no llorarás más... Tus oídos escucharán esta palabra detrás de ti: ´Este es el camino. Ve por él´". Jesús viene a realizar esta promesa: "Viendo a la multitud, sintió compasión de ella". Desde el nacimiento en la gruta de Belén hasta la muerte en cruz, su existencia terrena es un único camino de pasión. Él nace para hacerse solidario con la humanidad pobre y despreciada, para ser el Dios-con-nosotros, para cumplir junto a nosotros el éxodo de la esclavitud del pecado hacia la tierra de la libertad. Sobre el hombre puso su mirada de amor, y esto no nos puede dejar indiferentes.

En este pasaje encontramos el sí unánime y generoso de muchos discípulos que han dejado todo y han puesto su granito de arena en la misión redentora de Cristo. Ellos empiezan a ver con sus propios ojos, a sentir con su corazón, a experimentar la urgencia de dedicarse a la mies del Padre. Se saben corresponsables del destino de sus hermanos, y sobre todo no pueden guardar para sí el tesoro que han descubierto. Jesús mismo, su verdad y su gozo.

Y Jesús, acompañándoles en los primeros pasos de su nueva misión, les enseña sobre todo a confiar en Dios en la oración. De este modo, pone en guardia de un doble peligro; de una parte la presunción de creer que todo depende de sus solas fuerzas; de otro, el desánimo frente a las dificultades. Pero el principal fruto de la oración radica en que es la puerta de entrada a la comunión con Dios, haciéndoles crecer como hijos que comparten todo con su Padre y son por Él acogidos, animados, fortalecidos.

Oración:

Ven, Señor Jesús. Contigo la pobreza se convierte en felicidad, la aflicción en consolación, el pecado es vencido. Ven, Señor Jesús, y descansa tu mirada de amor sobre nosotros. Danos ojos para ver el sufrimiento de nuestros hermanos, un corazón bueno, incapaz de condenar, dispuesto siempre a compartir y perdonar. Ven, Señor Jesús. Ven a enseñarnos la belleza de la oración, la urgencia de la misión, la alegría de una vida santa. Ven, Señor, y permanece con nosotros.

Propósito:

Ofreceré los trabajos de este día por las vocaciones sacerdotales y religiosas, y rezaré por la fidelidad de todos los consagrados.

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